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OPINIÓN: Los atacantes del museo de Túnez, un 'enemigo conocido' en África

Los agresores que mataron a 19 personas en el país africano son parte de un ala ultra-radical islamista que fue debilitada pero no destruida
mié 18 marzo 2015 06:13 PM

Nota del editor: Jon Marks es un asociado del ‘think tank’ del Programa de la Casa Chatam para el Medio Oriente y Norte de África. Tiene más de 30 años de experiencia reportando y analizando la región Maghreb, y también es jefe de la consultoría Cross-border Information con base en Gran Bretaña. Las opiniones expresadas en este comentario son solo aquellas de su escritor.

LONDRES, Inglaterra (CNN).- La franja ultra-radical de Túnez ha vuelto para darle una mordida al gobierno que nació del experimento más exitoso en cuanto a reforma constitucional del país, que emergió de la revolución de la Primavera Árabe en 2011.

El ataque de este miércoles en el Museo del Bardo era sombríamente predecible, al provenir de lo que el Ministerio del Interior de Túnez consideró una franja ultra-radical islamista que fue debilitada -pero no destruida- por los servicios de seguridad.

Los yihadistas que representan a miles de militantes activos en el mundo y en Túnez habían amenazado con vengarse contra la mayoría de la gente en este país.

El ataque se llevó a cabo por dos hombres armados, con la aparente ayuda de al menos otros dos cómplices.

VIDEO: ISIS aumenta su influencia en el norte de África

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Este hecho quizás dañe los esfuerzos para revivir la industria del turismo en Túnez y también desaliente la visita de personas alrededor del mundo.

Y eso conllevará a los tunecinos -que han mostrado ser propensos a ser unidos en medio de grandes adversidades a pesar de su marcado apetito por sus dimes y diretes en la política- a apoyar una respuesta robusta al presidente electo, Beji Caid Essebsi.

El ataque añade a la narrativa global bajo la cual los revolucionarios islámicos -que navegan bajo la bandera del denominado Estado Islámico (ISIS)- posee una crisis existencial a los estados moderados, casi siempre aliados de occidente, en el mundo árabe.

Túnez es el único país que ha emergido de la revolución de la Primavera Árabe bajo un proceso político intacto; el actual presidente Essebsi, que fue electo en noviembre pasado junto a su coalición gobernante, es producto de un largo proceso constitucional

En cuatro años tumultuosos, han competido arduamente, pero también han mostrado una capacidad para trabajar con los partidos de oposición, liderados por el ‘islamista moderado’ Ennahda, que representa al gobierno y el parlamento.

Los islamistas de una estirpe muy diferente fueron los responsables por el ataque al Museo del Bardo.

Los grupos salafistas locales (siendo el más conocido Ansar Al-Sharia), así como unidades multinacionales que incluyen a ISIS, han sido los más efectivos en reclutar a jóvenes tunecinos en los barrios más pobres de la capital y pueblos olvidados del sur y el interior del país, donde surgió la revolución original que removió a Ben Ali del poder, en febrero de 2011.

Las demandas legitimas de más empleos y recursos en estas áreas poco privilegiadas durante los siguientes cuatro años han tenido pocos resultados, añadiéndose a la frustración de la población.

Los yihadistas radicales han sido un desafío mayor de seguridad para los gobiernos, asesinado a dos prominentes políticos “seculares” en 2013.

Las fuerzas armadas tunecinas, apoyadas por el ejército de Algeria que está más equipado y con mayor experiencia, han combatido a los yihadistas radicales en la región del Monte de Chaambi, por casi 3 años. No han declarado una victoria final, lo que apunta a diferencias entre grupos.

Si bien los gobiernos han actuado contra los grupos radicales salafistas, miles de tunecinos han actuado sigilosamente: se cree que son el grupo nacional más grande que combate con los yihadistas en Siria (más de 3,000 militantes), y tienen presencia en Libia y otros estados fallidos.

En enero de 2013, tunecinos y personas de Libia representaban la mayor parte de los yihadistas que atacaron una planta estratégica de gas operada por British Petroleum y Statoil al sur de Algeria.

Así que los atacantes del Bardo son un enemigo conocido.

El primer ministro de Túnez, Habib Essid, ha prometido una respuesta de seguridad robusta. Pero la tragedia de Túnez no tendrá un impacto inmediato en el proceso político.

La mayoría de los tunecinos se mantienen firmes detrás de la idea de preservar “instituciones republicanas”, incluso si están en desacuerdo con los detalles políticos.

El hecho recordará a los muchos amigos de Túnez que la transición del país es frágil, y que los tunecinos necesitan apoyo comprometido para volverse una realidad, con más soldados y apoyo económico, y sobre todo, inversiones que puedan impulsar una economía que ha estado en las penumbras desde 2011.

La masacre del Bardo pone a Túnez más al centro de la narrativa global de ISIS, que recientemente se ha expandido al vecino Libia.

Es una horrible manera de recordarle al mundo que en Túnez, el experimento democrático necesita toda la ayuda que pueda obtener.

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