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OPINIÓN: ¿La 'Primavera Árabe' necesita un 'verano del amor'?

Hacer del sexo un tabú es una herramienta de control social y político en muchos países musulmanes, no solo en Medio Oriente
mié 17 junio 2015 06:53 AM
mujeres árabes burka
mujeres árabes burka mujeres árabes burka

Nota del editor: Shereen el Feki es autora de Sex and the Citadel: Intimate Life in a Changing Arab World, un estudio sobre los cambios en las actitudes y los comportamientos sexuales en la región árabe.

(CNN)— Hace un par de meses, en un teatro abarrotado de El Cairo, Ali Qandil arrasó. "¿Por qué los padres egipcios lloran en la boda de sus hijas?", preguntó el comediante a la multitud, "porque saben que sus hijitas van a tener sexo por primera vez".

En la situación conservadora actual de Egipto, el bien dirigido ataque de Qadil contra los tabúes sexuales bastó para que el público se echara a reír a pesar de que los administradores del teatro estaban consternados.

El espectáculo fue cortesía de Al Hubb Thaqafa (el amor es cultura), una novedosa plataforma de redes sociales en árabe que ofrece franqueza en cuestiones de amor, sexo y relaciones. Inició operaciones hace poco más de un año y su sitio web, su canal de YouTube y sus perfiles en redes sociales han atraído a más de nueve millones de visitantes, principalmente de Egipto y Marruecos.

El enfoque sin tapujos de Al Hubb Thaqafa respecto al sexo, que ofrece información veraz sobre cosas como los hechos básicos de la vida o los detalles de la felación, es un acontecimiento bien recibido en una región en la que los maestros a menudo se sienten demasiado avergonzados como para comunicar lo más básico de los temas contemplados en los planes de educación sexual y reproductiva y los padres a menudo cubren con un velo de silencio esos temas en presencia de sus hijos.

Para Ali Qandil, el sexo es una fuente inagotable de humor, tal como pasa en cualquier otra parte del mundo. Pero al parecer, el sexo no es cosa de risa en la región árabe.

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En semanas recientes, se ha sabido de la detención y el abuso de docenas de hombres homosexuales y de mujeres transexuales en Egipto, de la explotación sexual masiva en el reino del terror de ISIS , o de la reciente prohibición de una nueva cinta en la que se saca a la luz el próspero tráfico sexual de Marruecos. Estas noticias no han servido de mucho para disipar la imagen de una sociedad sumida en una represión sexual.

Pero al enfatizar que el sexo es un placer que hay que disfrutar y no un problema que resolver, Al Hubb Thaqafa atiende a una larga tradición de intercambio libre y franco en asuntos sexuales en árabe. Fuera del sexo cibernético y de la pornografía en internet, en sus plataformas no se abordan muchos temas de los que nuestros ancestros no escribieran hace más de un milenio.

No hay nada antiislámico en hablar sobre sexo. De hecho, muchas de las grandes obras eróticas árabes las escribieron estudiosos de la religión. Pero a lo largo de los siglos, y particularmente en las décadas recientes, con el auge del fundamentalismo islámico, las sociedades de la región árabe se han sentido cada vez menos cómodas con su sexualidad.

Al Hubb Thaqafa ofrece a hombres y mujeres la oportunidad (en parte al reclamar el árabe como idioma de la sexualidad y ofrecer una alternativa "respetable" al lenguaje coloquial callejero) de hablar entre sí sobre sexo, de hacer preguntas, de compartir experiencias personales y de confrontar sus opiniones sin la vergüenza o la censura usual.

Esa clase de oportunidades son muy raras en internet. Han pasado dos años desde que publiqué Sex and the Citadel, una investigación de cinco años sobre las actitudes y los comportamientos sexuales en la región árabe y sus interrelaciones con la política y la economía, la religión, la tradición, el género y las generaciones. Desde entonces, las grandes ambiciones políticas que alimentaron a la Primavera Árabe se congelaron o, como ocurrió en Egipto, estallaron y ahora consumen a Libia, Yemen y Siria.

El sexo podría parecer un tema extraño en estos días, dado que hay otros asuntos más urgentes en la región. Pero nunca está lejos de la política, ya que los poderes autoritarios (ya sean presidentes respaldados por las fuerzas armadas o extremistas religiosos) saben muy bien cómo usar los asuntos de la carne, envueltos en interpretaciones selectivas del islam, para controlar sus comunidades.

Tristemente, esto ocurre más allá de Medio Oriente, aunque también ocurre lo opuesto. Consumar los gritos de batalla de los levantamientos recientes (libertad, justicia y dignidad) en la vida privada tendrá, a la larga, profundas implicaciones en la vida pública.

Cuando se trata de sexo, nunca es blanco y negro, como los conservadores quieren hacernos creer. En esto, al igual que en muchos otros aspectos de la vida, hay al menos 50 tonos de gris.

En mis viajes he conocido hombres y mujeres en toda la región árabe que exploran ese espectro. Médicos como Chafik Chraibi, un obstetra marroquí cuyos esfuerzos por cambiar las restrictivas leyes sobre el aborto en su país han ayudado a que se dé un pequeño paso hacia una reforma legal. Educadores como Safa Tamish, un palestino que vive en Israel y que se esfuerza para que la educación sexual llegue a las escuelas y a las familias de la Ribera Occidental. Activistas como los fundadores de Chouf y Damj, dos nuevas ONG tunecinas que se encuentran entre los muchos grupos de la región que tratan de encontrar un lugar para los hombres y mujeres cuya sexualidad o identidad de género se sale del molde.

En todo Medio Oriente surgen muchas iniciativas de esta clase —que combaten la violencia sexual, aseguran los derechos de las madres solteras u ofrecen servicios de salud sexual a los jóvenes solteros, por ejemplo— y a menudo lo hacen en terreno peligroso. Las más exitosas trabajan despacio, en armonía con la religión y la cultura.

El enfrentamiento, ya sean protestas políticas en la plaza Tahrir o el mostrar los senos al estilo de Femen, no es la forma de lograr cambios tangibles y duraderos en la región árabe, como lo han demostrado los acontecimientos recientes.

Para muchas personas, particularmente mujeres, el sexo sigue sumido en la vergüenza, por lo que se vuelve una poderosa herramienta de control político y social. Es difícil ejercer las libertades sexuales cuando los intereses familiares son más importantes que las elecciones individuales, cuando la apariencia es más importante que la realidad, cuando la virginidad se define por un fragmento anatómico (un himen intacto) y no por un estado de castidad o cuando la prostitución se oculta tras la máscara de un matrimonio entre visitantes ricos y refugiadas desesperadas.

Cambiar las condiciones políticas, económicas y sociales que subyacen a estas realidades requerirá el trabajo de cuando menos una generación. Pero al menos en algunos lugares, el cambio positivo se está arraigando paulatinamente. Como decía mi abuela egipcia: "Si hubiera semillas de paciencia, yo habría sembrado campos enteros". En otras palabras, lo que necesitamos es una evolución sexual, no una revolución.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Shereen el Feki.

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