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OPINIÓN: El Partido Demócrata necesita revitalizarse

Tras la derrota electoral, la fuerza política demócrata puede y debe renovarse desde el interior, opina un partidario de Bernie Sanders.
lun 14 noviembre 2016 11:22 AM
Rehacer al Partido Demócrata
Rehacer al Partido Demócrata Se necesita realizar concursos primarios específicos en forma amplia y general para reemplazar a los funcionarios electos que no quieren ver un partido más abierto, vibrante e inclusivo. (Foto: KENA BETANCUR/AFP)

Nota del editor: Jonathan Tasini ( @jonathantasini ) ha comentado frecuentemente para CNN y es un seguidor de Bernie Sanders. Es autor de The Essential Bernie Sanders and His Vision for America, es presidente del Economic Future Group y anfitrión del podcast Working Live. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de su autor.

(CNN) – Hay un solo hecho rescatable en los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, las cuales permitirán a un estafador, un mentiroso patológico, un racista descarado y un depredador sexual suceder al primer presidente afroamericano.

Ahora podemos lanzar una misión difícil pero urgente: sacudir al Partido Demócrata hasta sus cimientos, expulsar la visión mundial económica y general fallida de Bill/Hillary Clinton y defender un conjunto de principios de política económica y política exterior populistas que puedan obtener el apoyo de la mayoría.

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nullEn la superficie, es asombroso que un hombre que estafó a miles de personas que trabajaban para él se haya convertido en el héroe del ciudadano promedio. Pero, como Bernie Sanders reiteró en un reciente podcast conmigo, el problema es que la gente ha dejado de ver una diferencia entre los partidos, en particular, en cuestiones económicas. Citaré brevemente algunos ejemplos.

Comenzando con el TLCAN, Bill Clinton forzó el “libre comercio” sobre el partido. Yo advertí varias veces durante la elección que Trump haría avances entre los votantes del circuito industrial a menos que los demócratas hicieran una clara ruptura respecto a los acuerdos de comercio corporativos.

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En todo el mundo, estos acuerdos son una herramienta clave para reducir los salarios, explotar a los trabajadores y perseguir una guerra de clases global. Pero, el actual presidente todavía habla tonterías sobre los beneficios de esos acuerdos.

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La agenda económica más amplia de Bill Clinton fue aun más corrosiva. Durante la llamada “buena economía” de Clinton, el declive de los sindicatos organizados continuó. El presidente y su secretario de trabajo, Robert Reich, hicieron muy poco para detener ese descenso.

Ningún presidente demócrata ha estado más enfocado en dejar a los intereses de los negocios sin ningún control. Dio más poder a las compañías de medios, desencadenando una consolidación y una poderosa ola de concentración de los medios de comunicación en unas cuantas manos. La persona promedio, no empapada en la política, entendió esto cada vez que abría sus facturas de cable con precios cada vez más altos.

Clinton se deshizo de la Ley Glass Steagall, que eliminó la separación entre los bancos comerciales, las aseguradoras y los bancos de inversión, permitiendo la manipulación para beneficio propio de hipotecas y tasas de interés, y acelerando el desplazamiento de enormes sumas de riqueza hacia las manos de unos pocos.

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Una vez más, la persona promedio, simplemente tratando de llegar a fin de mes, finalmente recibió el extremo más nítido de esa lanza cuando millones de personas perdieron sus hogares, empleos y ahorro para el retiro durante el estruendoso colapso conocido como la Gran Recesión, que para muchos ha sido un depresión.

Hay mucho más: un planeta que está muriendo porque, durante años, los intereses de las firmas de combustibles fósiles fueron mimados. La reforma de las prestaciones. El encarcelamiento masivo de personas de color, que tuvo consecuencias tanto raciales como económicas. La alabanza de los años de Clinton, y la avergonzada defensa de su líder, siempre formulada en contraste con el gobierno de Reagan y dos de Bush. Estupendo.

Alimentando a la máquina de Clinton, el Partido Demócrata se ha plagado de cabilderos, multimillonarios y estafadores que se embolsan grandes sumas de dinero operando “centros de estudios” sin fines de lucro o redes que se benefician de los ciclos electorales, y políticos que ciertamente se enfocan principalmente en la reelección. Y rodeando al partido se encuentran líderes extremadamente bien pagados de organizaciones sin fines de lucro, que terminan defendiendo el statu quo.

nullEl principal componente de la máquina de Clinton en los últimos años, la Clinton Foundation, funcionó en parte fuera del escrutinio.

Las grandes donaciones que fluyeron de potencias antisindicales como Walmart o grandes entidades financieras como Bank of America no solo encubrieron las políticas de intereses directamente opuestas a lo que el Partido Demócrata debe defender, sino que también nublaron la crisis sistémica más profunda dentro del partido. Solo podemos abordar el cambio climático, la pobreza y la desigualdad global mediante la eliminación del mismo sistema que beneficia a muchos de los donantes de la Clinton Foundation.

Avancemos en el tiempo a las elecciones de 2016. No hay duda en mi mente de que Bernie Sanders hubiera derrotado a Trump. Su autenticidad habría penetrado el atractivo fraudulento de Trump. Su disección concisa, punto por punto, de un modelo económico fallido y una política exterior agresiva y torpe era completamente comprensible para los votantes.

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Como uno de los representantes nacionales del senador Sanders, fui a docenas de sus eventos de campaña. En cada uno, él subía al escenario con una gran cantidad de papeles en sus manos y —tratando a la gente como adultos, no solo como telones de fondo para anuncios televisivos— conducía un seminario sobre Estados Unidos y el mundo.

La gente está muy familiarizada con la agenda económica de Sanders, incluyendo los impuestos más altos sobre los ricos, expandir la Seguridad Social y un sistema de 'Medicare para Todos' de un solo pagador. Todo lo cual era sano económicamente, por no mencionar moralmente urgente.

A lo que a menudo se le daba poca importancia era su más amplia disposición filosófica a desafiar el excepcionalismo estadounidense. Muchas veces, incluso durante dos debates nacionales, señaló que, aunque se enorgullecía de ser un hijo de inmigrantes estadounidenses, este país ha apoyado a dictadores represivos, al enviar a la CIA en misiones para ayudar a derrocar gobiernos democráticamente elegidos que no apoyaban suficientemente nuestros intereses, y enviando a nuestros jóvenes y mujeres a morir en guerras inmorales. Y no tuvo miedo de señalar que esas políticas extranjeras fallidas han sido pilares del Partido Demócrata durante varias décadas.

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En lugar de fomentar un buen debate durante las primarias, el partido, obsesionado con la coronación de un candidato ungido, se propuso destruir a Sanders y su movimiento.

Las diversas filtraciones de correos electrónicos que mostraban una colusión amplia solo confirmaron lo evidentemente obvio en la superficie: nos enfrentábamos a un muro virtual de funcionarios demócratas elegidos y funcionarios del partido. Y yo añadiría, orgullosamente.

Como miembro de sindicato, me entristeció especialmente ver que el movimiento obrero se alineaba en las primarias detrás del statu quo, un statu quo que a menudo se vinculaba con los intereses corporativos empeñados en destruir los sindicatos.

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Más allá de la retórica, la democracia no fue valorada. Una vez que Sanders concedió la carrera, realizó una defensa a todo pulmón de la secretaria Clinton. Para apoyar su posición, muchos de nosotros, y me incluyo, acordamos seguir las reglas durante la convención y después porque sentíamos que Donald Trump era una amenaza única para la nación.

La noche en que Tim Kaine habló en la convención, muchos delegados de Sanders como yo queríamos expresar una respetuosa oposición al acuerdo comercial del presidente Obama, el Acuerdo Transpacífico, sosteniendo carteles. Pero nuestros carteles fueron confiscados y, cuando hicimos algunas versiones caseras en la parte trasera de los carteles oficialmente aprobados de Kaine, nos dijeron que cesáramos y desistiéramos o nuestras credenciales serían revocadas. Vaya democracia.

Y, más importante aun, esa mordaza a una protesta bastante suave fue simbólica. El partido no es un lugar abierto, más allá de la retórica, a toda una franja de activistas y votantes que quieren un cambio profundo y sistémico.

¿Y ahora que? El martes 8 de noviembre fue realmente devastador. Mi sobrina me envió un mensaje de texto: “¿Qué hacemos ahora?”. Su desesperada pregunta me rompió el corazón. Crecí en un hogar feminista: Mi madre fue una de un puñado de mujeres que rompieron las barreras laborales, al ir a la escuela de Medicina después de que ya tenía a sus tres hijos.

Sé que muchas mujeres jóvenes están de luto por el golpe de un presidente Trump, en parte debido al rechazo de una mujer como primera presidenta, lo cual es otra razón por la que argumento que debemos rehacer al Partido Demócrata.

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Primero. La maquinaria de Clinton debe tener sus raíces fuera del partido. Un cuarto de siglo es suficiente tiempo para entender que su ideología ha fallado al pueblo estadounidense.

Segundo. El Comité Nacional Demócrata tiene que ser volteado de cabeza. La deshonrada y depuesta presidenta, Debbie Wasserman Schultz, es solo el peor síntoma de esta verdad más amplia. El partido ha perdido cientos de asientos legislativos estatales, los republicanos ahora controlan dos tercios de las cámaras estatales y tienen una cómoda mayoría de gobernadores (que determinarán la redistribución de distritos en 2020). Tienen un margen histórico en la Cámara de Representantes, seguirán dirigiendo el Senado y, por lo tanto, es probable que pongan a alguien respaldado por Trump en la Suprema Corte.

Tercero. Necesitamos realizar concursos primarios específicos en forma amplia y general para reemplazar a los funcionarios electos que no quieren ver un partido más abierto, vibrante e inclusivo. El movimiento Sanders ha demostrado que podemos recaudar el dinero para financiar a nuevos candidatos; y ellos están dispuestos, por miles, para competir.

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Con estos cambios, y aprovechando la energía de muchos grandes activistas, se puede revitalizar un nuevo Partido Demócrata. El movimiento progresista en todos sus elementos —defensores de los sindicatos, ambientalistas y de los derechos civiles de todos los tipos— puede moldear ese futuro.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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