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OPINIÓN: Cuando Trump tome el control, habrá cientos de cargos vacantes

La nueva administración en Estados Unidos se enfrentará a una escasez de funcionarios clave potencialmente peligrosa.
vie 20 enero 2017 08:30 AM

Nota del editor: David Gergen es analista político sénior de CNN y fue asesor de cuatro presidentes de Estados Unidos. Se graduó de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, da clases de Servicio Público y es uno de los directores del Centro de Liderazgo Público de la Escuela Kennedy de Harvard. Síguelo en Twitter como @david_gergen . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

(CNN) — Los demócratas del Senado estadounidense están causando un furioso revuelo en Washington estos días: cuestionan la capacidad de los nominados de Trump al gabinete y amenazan con retrasar sus confirmaciones hasta que tengan más información.

Como ha ocurrido en presidencias pasadas, es probable que algunos de los nominados caigan derrotados pronto. A pesar de todo, los republicanos tienen la sartén por el mango y deberían de prevalecer en la mayoría de los casos, así que probablemente obtengan cargos en seguridad nacional para este fin de semana.

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Pero a pesar de todo este furor, hay una historia más discreta y oculta que podría terminar siendo más importante: el hecho, cada vez más evidente, de que cuando se apruebe su gabinete, Trump tendrá apenas la cáscara del equipo que le ayudará a dirigir el gobierno más grande, más complejo e importante del mundo.

Te guste Trump o no, esta es una mala forma de dirigir un país y es muy peligroso para el bienestar de Estados Unidos. El mundo actual se tambalea en el desorden; la incertidumbre ha penetrado en los círculos económicos.

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Desde el primer día, quienes toman las decisiones en Estados Unidos y en el extranjero estarán atentos a Trump y a su equipo para saber a dónde quieren ir y cómo pretenden llegar allí. Él no puede hacer esto solo. Sin embargo, la mayoría de su gabinete y su personal de alto rango nunca ha trabajado en el gobierno, mucho menos en la Casa Blanca.

nullCuando empiecen los problemas, él y sus altos consejeros necesitarán desesperadamente de profesionales experimentados a nivel subsecretaría para que los aconsejen y ejecuten las políticas del presidente. Pero esa subestructura no estará lista pronto.

Tomen en consideración las cifras que publicaron el diario estadounidense The Washington Post y la Alianza para el Servicio Público el miércoles 18 de enero. Según sus cálculos, el presidente Trump tiene que llenar 690 "cargos clave" que requieren la autorización del Senado.

Cuando faltaban 48 horas para la toma de posesión, Trump había designado solo a 28 de los 690, menos del 4%. Eso significa que cuando el equipo de Trump se ponga a trabajar este viernes por la tarde, alrededor del 96% de sus oficinas clave estará vacío.

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Tradicionalmente, los cuatro departamentos más esenciales para el funcionamiento del gobierno federal son el de Defensa, el de Estado, el del Tesoro y el de Justicia. Estas son las cantidades de cargos clave que Trump tiene que llenar en cada uno: Defensa: 53; Estado: 263; Tesoro: 27; y Justicia: 27.

¿Cuántos candidatos se han anunciado para cada uno de esos departamentos? Unos cuantos: solo el secretario de cada uno, salvo el caso del Departamento de Estado, ya que también se anunció al embajador ante la ONU. En cuatro de estas secretarías esenciales, no se ha anunciado a un solo secretario adjunto, subsecretario o secretario asistente.

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Es cierto que muchos de los cargos del Departamento de Estado son embajadas en países menores y esos cargos suelen estar vacantes por largos periodos. También reconforta saber que parece que Robert Kimmitt es el elegido para secretario adjunto de Estado: es un hombre de primera y tiene amplia experiencia en la diplomacia.

Con todo, los secretarios de casi todos los departamentos estarán solos durante semanas, tal vez durante meses. ¿En dónde encontrarán personas de confianza para someter a consideración y trazar las soluciones complejas a los problemas de la política pública? ¿Quién estará presente para manejar a los extensos ejércitos de funcionarios que quieren y necesitan un liderazgo nítido y claro?

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Además, ¿A quién enviarán a Europa y a Asia para calmar el nerviosismo que Trump causa? ¿Quién asistirá a las posibles pláticas de paz en Siria? ¿Quién garantizará que Estados Unidos está protegido ante las nuevas amenazas? ¿Quién comparecerá ante las numerosas comisiones legislativas que exigen respuestas a los problemas más difíciles?

Los problemas que conlleva la organización de un gobierno nuevo no comenzaron con Trump. Como el gobierno federal ha crecido —tanto en responsabilidad como en tamaño— desde el New Deal, la cantidad de cargos altos que el presidente entrante tiene que llenar se ha incrementado exponencialmente.

Básicamente, un presidente tiene alrededor de 4,100 vacantes que llenar ; de ellas, 1,242 requieren la confirmación del Senado. (Los 690 cargos clave que se indicaron líneas arriba son una porción relativamente reducida de esa cifra general).

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Más aún, el proceso para asegurar una confirmación legislativa se ha vuelto cada vez más disfuncional, como ocurre con gran parte de Washington. Hubo un tiempo, en los días de Eisenhower y Kennedy, en los que un candidato simplemente llenaba algunos formularios y se lo podía confirmar rápidamente. Pero ya no más.

Hank Paulson, el entonces presidente de Goldman Sachs, tuvo que reunir a un equipo numeroso que trabajara sin parar durante semanas para compilar los documentos que tenía que entregar para poder ser secretario del Tesoro del gobierno de George W. Bush (cargo que desempeñó con excelencia). El Congreso puede retrasar sus investigaciones por meses, literalmente.

Pero hay que ser claros: el equipo de Trump también se merece sus críticas, porque han causado que el proceso de reclutamiento sea aún más engorroso y prolongado. Tuvo la inteligencia de designar un equipo de transición durante la campaña a finales de 2016 (algo obligatorio en estos días), pero misteriosamente decidió despedir a su jefe de transición, Chris Christie, con lo que básicamente decapitó a su equipo. Ese fue un golpe muy duro al proceso.

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Tampoco ayudó que muchos de los miembros del equipo de Trump destinaron pocos esfuerzos al proceso de transición porque no estaban seguros de que ganarían. En consecuencia, el equipo estaba retrasado desde el principio y nunca se recuperó del todo.

Han surgido numerosos reportes que indican la lentitud con la que la dirigencia de Trump ha enviado equipos de transición para que se reúnan con los líderes de transición a los que Obama designó. Quienes han asistido suelen mostrarse más interesados en cómo pueden cambiar la forma de hacer las cosas que en saber cómo las ha hecho el equipo de Obama. Al igual que el mismo Trump, se consideran disruptivos.

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Se podría pensar que Trump, siendo director ejecutivo de una empresa en expansión, habría entendido lo esencial que es que el gobierno cuente con una administración fuerte y habría estudiado la transición republicana más exitosas de los tiempos modernos: la de Ronald Reagan.

Tras haber sido gobernador de California durante ocho años, Reagan sabía mucho de cómo organizar un gobierno. En plena campaña, en 1980, Reagan le pidió a uno de los mejores cazatalentos del país, Pendleton James, que creara un pequeño equipo para que comenzaran a identificar candidatos, a recabar currículos y a hacer revisiones preliminares de antecedentes.

nullEl proceso fue tan exhaustivo que, durante la transición, cuando Reagan anunciaba a un candidato para el gabinete, Pendleton se presentaba en la casa del candidato al día siguiente con un grueso cuaderno en el que se proponían tres candidatos potenciales para cada subsecretaría. El candidato escogía o pedía más propuestas. Reagan empezó con el pie derecho.

Para comparar, el equipo de Trump también debería haber estudiado el caso de George W. Bush. Tras el prolongado recuento en Florida, Bush tuvo una transición trunca. Convocó a sus candidatos al gabinete y fue sorprendente la cantidad de candidatos confirmados que tuvo para cuando tomó posesión.

Pero entonces, el ritmo del proceso se redujo a un nivel más tradicional. Nunca sabremos si podrían haberse frustrado los ataques del 11-S si hubieran ocurrido más adelante, ya que Bush hubiera tenido un equipo completo trabajando. Pero sabemos lo siguiente, gracias a un estudio de Paul Light , de la Brookings Institution: siete semanas después de los ataques, "la mitad de los 164 cargos involucrados en la guerra seguían vacantes (22%) o los ocupaba alguien que había llegado después del 1.º de julio.

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Entre estos cargos cruciales estaban las subsecretarías de la Fuerza Aérea y la Armada; el asistente del secretario de Defensa para programas de defensa nuclear, química y biológica; el director de los Institutos Nacionales de Salud; el comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos; el director adjunto de la Administración Federal para el Manejo de Emergencias, y el administrador adjunto de la Administración Federal de Aviación".

Resumiendo: armar un gobierno se ha vuelto un proceso ridículamente prolongado en Estados Unidos. Pero ciertamente es una de las responsabilidades más apremiantes para nuestros nuevos líderes, tanto en la Casa Blanca como en el Congreso.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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