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OPINIÓN: ¿Qué debe mover a las empresas hacia la apertura y la diversidad?

La diversidad no es igualdad porque justamente se trata de reconocer que todos somos diferentes pero que todos valemos lo mismo.
mar 20 junio 2017 10:02 AM
Diversidad
Diversidad la diversidad y la inclusión dentro de las empresas ayudan a reflejar internamente el mercado diverso al que se pretende vender los productos y servicios. (Foto: leolintang/Getty Images/iStockphoto)

Nota del editor: Jorge Guevara es vicepresidente de Asuntos Corporativos y Comunicación para América Latina de American Express Co. Ha liderado diversas estrategias e iniciativas relacionadas con la política de diversidad de la compañía, particularmente las correspondientes a la comunidad LGBTTTIQ. Escríbele a su correo jorge.guevara@aexp.com . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

(Expansión) — Apenas inició el mes de junio y en la Ciudad de México pudimos ser testigos de una buena cantidad de empresas que con motivo de la celebración del mes del orgullo LGBTTTIQ izaron banderas, tanto en sus instalaciones como en sus redes sociales. Para algunas de éstas, el acto se ha convertido ya en una tradición y forma parte de su posicionamiento como compañías abiertas e inclusivas ante empleados, socios de negocios, clientes y la sociedad misma.

Nunca imaginé hace 25 años, cuando inicié mi experiencia profesional, que llegarían días como los que hoy vivimos en los que vemos el icónico arcoiris ondeando el orgullo de la comunidad más allá de los pequeños comercios, bares y zonas “gay friendly”. En aquel entonces, la bandera servía para identificarnos solo entre nosotros mismos y para reconocer los lugares en los que podíamos refugiarnos para sentirnos aceptados, sin ese sentimiento innegable en el fondo acerca de ser percibidos y tratados como ciudadanos de segunda clase.

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En aquel entonces tuve la oportunidad de viajar a Dinamarca, y siguiendo la costumbre occidental de visitar el “área gay” de las ciudades norteamericanas tuve la osadía de preguntar por ésta al concierge del hotel. El sujeto se quedó atónito pero no más que yo al escuchar su respuesta: “Aquí no tenemos esas áreas. La comunidad gay es aceptada en toda la ciudad y no necesitamos ese tipo de guettos. En todo caso, diría que toda la ciudad es un área gay”. Por vez primera sentí que estaba en una sociedad avanzada. Un verdadero primer mundo en el que el respeto a los demás está por encima de todos los intereses particulares. Pensé que si México llegaría a acercarse un día a eso no me tocaría verlo.

En el ámbito corporativo y empresarial las cosas no eran diferentes. Al contrario. Tenías que enfrentarte con temor a las primeras entrevistas de selección en las que las profesionales de recursos humanos (en su mayoría mujeres que paradójicamente se ocupaban por defender la equidad de género) se sentían con el derecho de hacer preguntas personales. A los 21 años, siendo soltero y recién egresado, no era difícil justificar que no estabas casado. Pero insistían, y con una actitud fresca se sentían con el derecho de entrometerse y preguntar acerca de si tenías novia o sobre tus planes de matrimonio. Desde entonces ya me ocupaba pensar, ¿qué iba a decir 10 o 15 años después en la misma situación?

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Afortunadamente, muchas cosas han cambiado desde entonces. La apertura hacia la diversidad sexual en las organizaciones se ha acelerado significativamente. Sin embargo, cuando se habla de diversidad se tiende a relacionarla con la igualdad, incluidas la de género. Yo difiero de esa visión porque estoy convencido justamente de lo contrario. Los hombres y las mujeres no somos iguales. Hasta entre los mismos hombres y las mismas mujeres somos distintos. La diversidad no es igualdad porque justamente se trata de reconocer que todos somos diferentes pero que todos valemos lo mismo. Eso es lo correcto.

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Algunas veces he escuchado que detrás del interés de las organizaciones por la comunidad LGBTTTIQ está el tan mal llamado “dinero rosa”. Lo digo así porque de entrada no todo lo rosa es gay, y para muestra tenemos que ese color es el símbolo de la CDMX (a menos que nos hayan entregado ya la ciudad entera y nosotros ni enterados). Es cierto que las personas de la comunidad gay representamos un poder adquisitivo distinto, dadas ciertas particularidades en nuestros gastos y algunos estereotipados intereses por la moda, los viajes, y los buenos restaurantes, entre otras cosas. En México, desafortunadamente, ese estilo de vida corresponde solo a una minoría dentro de nuestra misma minoría.

Muchos de los miembros de nuestra comunidad son aún separados de casa a temprana edad y no tienen acceso a la educación ni a las posteriores oportunidades económicas. Entonces, si bien es cierto que la comunidad LGBTTTIQ es un mercado particular sería ingenuo basarse solo en ese supuesto potencial económico para implementar estrategias de diversidad dentro de las organizaciones.

Luego está el hecho de que la diversidad y la inclusión dentro de las empresas ayudan a reflejar internamente el mercado diverso al que se pretende vender los productos y servicios. Este es un punto a favor para las compañías dado que mediante la implementación de equipos diversos se motivan formas alternativas de pensar que retribuyen significativamente en los resultados y posicionamiento del negocio. Pero esta diversidad de pensamiento no proviene solo de la comunidad gay, sino en realidad la formamos todas las personas y solo puede florecer cuando la cultura organizacional abraza lo diferente y disruptivo como herramienta para la innovación y vehículo para la constante adaptación a los cambios.

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Gracias al enfoque interno hacia la diversidad que muchas empresas en México han puesto —especialmente las que son globales— es que con gusto veo que cada vez somos más las personas de la comunidad LGBTTTIQ que nos desarrollamos profesionalmente de forma abierta y ocupamos posiciones de liderazgo en las organizaciones, contribuyendo a eliminar mitos y desdibujar los estigmas que cualquiera que sea la naturaleza de éstos no hacen más que entorpecer el desarrollo sano de la sociedad.

Me he dado cuenta que quienes tenemos la oportunidad de desempeñar este tipo de posiciones en las empresas nos convertimos en ejemplo y puntos de referencia que contribuyen a eliminar la discriminación que proviene del rechazo y nace del miedo, el cual no es más que producto del desconocimiento y en algunas ocasiones de la ignorancia.

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He tenido el privilegio de ser invitado a compartir mi experiencia como embajador de la comunidad LGBTTTIQ con otras organizaciones interesadas en implementar estrategias de diversidad e inclusión. Siempre me preguntan cuál es la razón que debe motivar hacia la apertura y la diversidad en las empresas. Podría intentar justificar, incluso con números, acerca del “dinero rosa” que ya mencioné antes, o demostrar las ventajas y beneficios en términos de atracción y retención de talento.

También, como psicólogo organizacional y clínico, podría abordar temas relacionados con la diversidad de pensamiento, la cultura organizacional, la reducción del estrés emocional y muchos otros temas que no he abordado en este texto, tales como la reputación empresarial, los rankings y el impacto mediático.

Pero no, con la experiencia de los años he aprendido que la mejor respuesta siempre es la más simple. La razón que debe mover a una organización para implementar estrategias de diversidad e inclusión es el hecho de valorar a todas las personas por igual, y eso es lo correcto.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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