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OPINIÓN: Negocios, ecosistemas y capital natural

Conforme el siglo avanza y la población crece será un acto de prudencia para los negocios valorar los servicios ambientales que la naturaleza provee, opina Francisco Bonilla.
mié 12 septiembre 2018 09:05 AM

Nota del editor: Francisco Bonilla Sevilla es Director General de la empresa Synergy Agua y Energía, socio fundador de la Universidad del Medio Ambiente y docente de la Universidad Anáhuac. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(Expansión) – ¿Cómo se puede comprar y vender el firmamento, la frescura de las aguas o el aroma del aire? Reflexionemos sobre el gran valor agregado que tiene para un desarrollo turístico el tener vistas bellas, fragancias naturales, aire limpio o lagos color turquesa, pero; ¿cómo se desmoronaría dicha plusvalía si en lugar de agua limpia hubiese plástico flotando?

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O si en lugar del aroma de las flores, ¿lo que se percibiese fuera olor a drenaje o podredumbre?, o si en lugar de aves o mariposas ¿hubiese solo moscas, cucarachas y fauna nociva?... Sirva este pequeño ejemplo para ilustrar la importancia que tiene como eje de creación de valor aquel intangible que llamamos naturaleza y los servicios ambientales que esta provee.

La dinámica de nuestra vida cotidiana, mucha de la cual filtra nuestra interacción con la realidad a través de una pantalla, nos desvincula sensorial y tridimensionalmente con el entorno natural que nos da sustento. Esta desvinculación nos hace perder perspectiva de los finos y sutiles enlaces entre nuestras necesidades y de la fuente que da origen y sustento.

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Esto se puede expresar en preguntas tales como: ¿de dónde viene la comida que abastece el supermercado donde la compramos?; ¿de dónde viene el agua que satisface nuestras necesidades y abastece nuestros procesos industriales?; ¿cuál es el costo en productividad que se pierde cuando los trabajadores de una empresa tienen alto ausentismo causado por enfermedades originadas por la mala calidad del aire?

Hoy día el gran ausente en el análisis de nuestras cadenas de valor es el tema ambiental, debido a que no existen en nuestros criterios modelos para visualizar al medio ambiente como un proveedor clave, ni métricas para valorar y medir la importancia de los servicios que provee.

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Como sociedad avanzamos hacia el futuro asumiendo como válida la premisa sobre la cual la tierra brindará recursos y servicios a perpetuidad de manera ilimitada e infinita, cuando la cruda realidad es que vivimos en un planeta cerrado con una capacidad de carga finita sujeta a los límites y restricciones del planeta mismo.

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El pasado 1 de agosto rebasamos como humanidad el límite de consumo renovable de recursos que la tierra puede regenerar en un año; es decir, la sociedad global consumió en 7 meses todos los recursos que la tierra regenera en un año (agua, madera, recursos orgánicos, absorción de CO2 pesqueros, etc). Una vez pasado ese umbral, lo que se está consumiendo es el capital.

En palabras sencillas: si un bosque de 100 árboles produce 10 árboles nuevos al año, al consumirse 20 de ellos se estaría creando un déficit de 10 árboles en el capital natural del bosque, en consecuencia: al siguiente año solo se contará con una capacidad para generar 9 árboles.

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Extrapolando lo anterior a otros ámbitos de las cadenas de suministro, lo mismo aplicaría para la explotación pesquera, el suelo agrícola, la explotación de agua dulce, etc.

Si desde el inicio de la humanidad gran parte de la creación de riqueza se ha basado en el comercio (que no es sino el intercambio de bienes producidos de manera especializada), ¿qué pasaría a cualquier modelo que se encuentre en un escenario de escasez de recursos naturales renovables como agua, madera, suelos o de servicios ambientales tales como la polinización o la fertilidad de los suelos?

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En algunos de estos casos, el quebranto económico emanado por la ausencia de servicios ambientales sería mucho mayor que el invertir en tiempo presente en su regeneración para tratar de garantizar tener recursos disponibles renovables a perpetuidad.

Reflexionando finalmente podríamos expresar que, “el día que hayamos talado el último árbol, capturado el último pez y eliminado el ultimo bosque, ese día entenderemos que el dinero no se come”.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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