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Primero, la ideología. Luego, el desastre

La recuperación económica no se alcanza a visibilizar. Al contrario, ya se socializó la idea de que los empresarios tendrán que salir de esta crisis sin ayuda gubernamental, opina Jonathán Torres.
lun 21 septiembre 2020 05:58 PM

(Expansión) – La desesperación ya está provocando la división. Las precarias condiciones económicas han provocado diferencias al interior del gobierno mexicano y el plan para resucitar la economía confronta dos modelos de pensamiento: uno, que sostiene que el sector público no puede solo y requiere de ayuda del privado para enfrentar la crisis; otro, que insiste en que los principios de la llamada cuarta transformación tienen que seguirse hasta sus últimas consecuencias.

Así, lejos del show mediático tiene lugar un mundo paralelo en el que forman parte funcionarios públicos del más alto nivel y empresarios que expresan abiertamente sus opiniones en torno del camino a seguir para sacar al país del hoyo económico en el que se encuentra. En algunos encuentros domina el trabajo conjunto. En otros el reclamo. Pero en todos la incertidumbre.

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Y la incertidumbre tiene que ver con la dificultad que existe para lograr un punto medio entre la ideología del gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y factores económicos que requieren de medidas urgentes. La ideología se impone y las consecuencias han tenido un costo muy alto, y podrían costar más. Por lo tanto, si se piensa que el plan oficial está escrito sobre piedra entonces la economía no tendrá vigor durante un largo rato.

Las reuniones ocurren en los siguientes términos:

Las secretarías de Economía y de Relaciones Exteriores reconocen que México está en un grave problema económico y por ello sus funcionarios saben que la realidad es más poderosa que cualquier ideología y que el gobierno no es el generador de la riqueza; están inquietos, preocupados por la crisis en las finanzas públicas y por la falta de certidumbre para los inversionistas. Saben que la recuperación tardará y que su poder de decisión está muy acotado.

Las conversaciones con este grupo giran, por ejemplo, en torno de los incentivos que requieren las empresas, sobre todo manufactureras, para disponer de energía limpia y barata; también se ha hablado de realizar un profundo análisis sobre la proveeduría que México no está generando ahora pero que podría realizar para aprovechar las cadenas de suministro en el marco del T-MEC, así como la pertinencia de mejorar la relación entre la Federación con los gobiernos estatales.

El bando duro está representado por las secretarías de Energía, Agricultura, Salud. Diversos son los temas que generan discordia pero hay uno que últimamente genera mucha inquietud y es el profundo rezago que la Cofepris está registrando en cuanto al otorgamiento de permisos; incluso, se acusa que la Cofepris es responsable de retrasar la reactivación económica ante su negativa a entregar permisos para las industrias química, farmacéutica, de alimentos, entre otras.

En medio de estos posicionamientos están las carteras de Trabajo y de Seguridad Pública. A la primera se le reconoce su intención para trabajar con la IP para mejorar las condiciones de trabajo como lo plasma el T-MEC; mientras que con la de Seguridad Pública hay colaboración para evitar el bloqueo de las vías de tren, que impide el libre flujo de mercancías.

La coordinación intersecretarial es un caos. Los secretarios del ala blanda no lo confesarán abiertamente, pero en sus reuniones con empresarios reconocen que tienen diferencias con algunos de sus pares y, si acaso, se ofrecen para compartir las necesidades del sector privado, pero hasta ahí. Claro, también saben que su jefe no hará nada que lo haga parecer neoliberal.

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Conforme pasa el tiempo, la realidad choca con mayor fuerza contra la ideología. Lo que llama la atención (y preocupa) es la frialdad con la que se sigue estirando la liga. Recientemente, el Departamento de Estado de Estados Unidos dio a conocer un reporte sobre el clima de negocios en México y enfatizó la incertidumbre generada por las políticas emprendidas por el presidente López Obrador y, aunque generó alerta en algunos funcionarios, la postura oficial no se alteró.

Bajo este contexto, la recuperación económica no se alcanza a visibilizar. Todo lo contrario, ya se socializó la idea de que los empresarios tendrán que salir de esta crisis sin ayuda gubernamental. Algunos consideran banal la discusión sobre el PEF 2021 pues éste no los salvará. El presidente, en tanto, no hará caso de ninguna recomendación que provenga del sector empresarial que tanto ha condenado. Si insisten en recetarle fórmulas, se radicalizará más.

¿Cuándo vendrá el punto de inflexión? No se sabe. Pero así como están las cosas la crisis seguirá, habrá un peligroso desajuste en las finanzas, el control de la inflación será todo un desafío, junto con el control del tipo de cambio; además, Pemex acaricia ya la pérdida de su calificación y, aunque no ocurrirá mañana ni pasado mañana, México también podría perder su Grado de Inversión en 2021, si no hay un golpe de timón.

Y, si eso pasa, que el último apague la luz.

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Una Ley de Reactivación Económica, que integre un Consejo para encontrar y darle seguimiento a las mejores fórmulas para terminar con el caos. Eso es lo que piden algunos órganos empresariales. Si se tiene la cabeza fría, parece una propuesta prudente y necesaria. Pero también responde a la necesidad que muchos empresarios ya sintomatizan para dejar de tener a los liderazgos existentes, que bajo sus ojos solo responden a los intereses de las grandes empresas. Con una figura de este calibre, dicen, la voz de los empresarios pobres sería tomada en cuenta.

Nota del editor: Jonathán Torres es periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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