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Política y derecho en la caída libre de Trump

La estrategia demócrata fue acertada porque ataca a Trump en varios frentes: lo expone como una amenaza a la Constitución, la democracia y la seguridad nacional, apunta Horacio Vives.
sáb 16 enero 2021 12:01 AM

(Expansión) – Los últimos 15 días de la presidencia de Donald Trump pasarán a la historia de Estados Unidos como epílogo extremo de un gobierno nocivo y desastroso.

Se señalan tres hechos clave: el asalto al Capitolio el 6 de enero durante la sesión legislativa de certificación de los resultados de la elección presidencial; el segundo juicio político -en sí mismo, éste es un hecho sin precedentes- que enfrenta Trump para ser destituido por “incitar a la insurrección”, y el clima de violencia que enfrenta Washington, en estado de sitio, que se prolongará hasta pasada la toma de posesión de Joe Biden el 20 de enero, así como otras amenazas de violencia política y social que se han detectado en distintas ciudades del país.

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Revancha demócrata

Los reacomodos políticos en la recta final del gobierno dejan a los demócratas en una posición inmejorable para limitar el abanico de opciones políticas y neutralizar a Trump a futuro. A diferencia del Ucraniagate que dio origen al primer intento de impeachment y donde un férreo escudo republicano legislativo en el Senado impidió que se concretara, ahora el escenario es muy distinto.

Diez congresistas republicanos votaron el 13 de enero con el bloque demócrata para que avanzara el juicio político al Senado. Además, Joe Biden asumirá la presidencia con mayoría en las dos cámaras del Congreso.

La torpeza de Trump de azuzar a sus huestes que provocó el asalto al Capitolio -con un saldo de seis personas fallecidas, una de ellas dentro del recinto parlamentario- fue utilizada como razón suficiente para que los demócratas detonaran un segundo juicio político. Es una obviedad que en la escasa semana que resta para la conclusión de la administración Trump, no hay las condiciones posibles para concluir el juicio.

Ante el escenario inédito de tener un juicio político a escasos días de concluir el gobierno, cobra relevancia de debate si hay materia y condiciones para continuarlo una vez que termine la administración, dado que el propósito primario es justamente, separarlo del cargo, que está a punto de expirar. Está también el muy remoto escenario de una renuncia de Trump, alegando un proceso viciado o injusto para evitar la confirmación de una inminente destitución.

La ley y el orden

La estrategia demócrata fue acertada porque ataca a Trump en varios frentes: lo expone como una amenaza a la Constitución, la democracia y la seguridad nacional; pone los incentivos correctos para erosionar el férreo respaldo legislativo republicano y más importante aún, establece la ruta para inhabilitarlo para que en el futuro no pueda postularse a cargos públicos, esto es, evitar la búsqueda de una nueva presidencia en las elecciones de 2024.

Para confirmar la destitución se requieren de la mayoría calificada de dos tercios (67 senadores), mientras que para la inhabilitación con la mayoría absoluta de 50 senadores sería suficiente. Con la nueva legislatura, con mayoría demócrata en el Senado y presidida por la vicepresidenta Kamala Harris, el escenario de la proscripción para buscar una nueva presidencia deberá confirmarse.

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La red social preferida de los seguidores de Trump fue vetada por Apple y Google

Todo esto, que corresponde al ámbito político electoral, corre de manera independiente a la vía judicial: el ciudadano Trump tendrá que enfrentar procesos frente a la justicia estadounidense y eventualmente, las sanciones administrativas -y en su caso penales- que correspondan. El mandato ciudadano en las urnas en ese sentido es inequívoco. A eso se suma la opinión pública generada en los últimos dos meses y puntualmente, por los hechos del 6 de enero.

Otro aspecto de lo que ocurre en la recta final del gobierno de Trump tiene que ver con el cambio en los incentivos en el Partido Republicano para romper con Trump. No es del todo claro que la grieta que hoy se produce en el otrora monolito republicano en respaldo de Trump se pueda materializar en una fractura y en qué medida pudiera desfondarse el partido para conformar una nueva fuerza política, de corte enteramente trumpista. El Partido Republicano tendrá que realizar un profundo diagnóstico y enfrentar la encrucijada para superar el liderazgo y la era Trump.

La imagen de la derrota

Si bien es inobjetable la considerable base de apoyo popular que mantiene, en los últimos suspiros que le quedan a su presidencia, Trump está evidenciado como el responsable de instigar a la violencia y el ataque a uno de los símbolos -el Capitolio- de las instituciones democráticas y de la pluralidad política del país.

Cada vez son más los otrora incondicionales que toman distancia de su liderazgo destructivo, tanto en la política, como en el ámbito empresarial (cada día se van sumando los anuncios de quienes terminan su relación o no quieren asociarse con sus negocios y su nombre). Repudiado internacionalmente -¿quién quisiera tener el dudoso “honor” de ser considerado “amigo de Trump”?- y suspendido temporal o definitivamente de redes sociales, Trump es la imagen misma del aislamiento, la desesperación y la penosa derrota.

Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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