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El oficio político de Joe Biden

La falta de liderazgos sigue marcando el rumbo político de la historia reciente, pero son estas pequeñas pinceladas las que nos dan esperanza, opina Carlos M. López Portillo.
mar 09 marzo 2021 11:59 AM

(Expansión) - Se dice que toda persona tiene una profesión y un oficio. En algunas ocasiones, ambas coinciden y se genera un potencial único, satisfactorio y fortalecido. En otras no, pero de cualquier forma el individuo puede desarrollarlo en paralelo.

Así, un médico puede ejercer la profesión para la cual se ha preparado académicamente y, a su vez, contar con el oficio de artesano, pues cuenta con una habilidad nata (o adquirida) para desenvolver esa actividad.

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Se trata, entonces, de una virtud que ayuda en la mejora integral del individuo, a la complementariedad de habilidades en general.

Lo mismo ocurre en el ámbito político. Aun cuando una persona estudia la ciencia o la disciplina en sí, serán sus destrezas las que le ayuden a llevar la teoría a la práctica y de regreso, en un ciclo virtuoso. Esto, además, añade las vivencias y experiencias, los éxitos y fracasos, que acumulan conocimiento y, en ciertos casos, sabiduría.

Es en ese punto en donde se fusionan y hacen sinergia todas esas herramientas para afrontar los momentos que la profesión, y la vida misma, exigen.

Este es claramente el caso de Joe Biden, 46º presidente de los Estados Unidos de América, quien conjunta sin lugar a duda estas características y que, a través de los años y de sus capacidades, ha logrado afinar y afianzar su oficio político de forma muy respetable.

En su primer mes en la Casa Blanca, el presidente Biden firmó 31 órdenes ejecutivas para transformar el desastre político, social y económico que heredó (asumiendo su responsabilidad y sin centrarse en pretextos o culpas dirigidas a sus antecesores, como ocurre en otros países).

Esto habla de su pragmatismo y de su capacidad operativa y de ejecución, basada en un equipo robusto y multifacético, pero, sobre todo, en un líder experimentado que entiende los tiempos y las necesidades inmediatas y a futuro de una nación.

Estados Unidos, como potencia hegemónica que sigue siendo, juega en distintas pistas simultáneamente. Es una ecuación demasiado compleja, pues cada acción impacta, directa o indirectamente, en un entramado mucho mayor. Tanto las decisiones internas como las dirigidas al entorno exterior van ligadas dentro de una estrategia rectora.

Así, la división racial y de clases en el país, las manifestaciones de grupos radicales, el planteamiento de una reforma migratoria integral o las catástrofes climáticas y de salud incidirán inmediatamente en la implementación de disposiciones a ejercer por parte del líder y su aparato gubernamental.

Con ello se plantearán las posibles soluciones, los medios y mecanismos necesarios para llegar a ellas, en el corto, mediano y largo plazo. Es evidente que muchos de estos problemas no se resolverán de la noche a la mañana, pero la acción inmediata permitirá un control y manejo más directo y un equilibrio dentro de los procesos de negociación y diálogo.

En cuanto a las decisiones exteriores, igualmente, el habilidoso político no se ha hecho esperar. No sólo a manera de simbolismo y narrativa se ha vislumbrado el mensaje que Estados Unidos quiere dar al mundo; los hechos valen más que mil palabras.

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El plan de estímulo económico de Joe Biden avanza en el Senado

De inicio, Biden supo, con los años de conocimiento que lo respaldan, con ese oficio que lo caracteriza, marcar su posición en el tablero mundial: el regreso al Acuerdo de París; un breve vistazo de sus cartas en el Medio Oriente tanto a sus aliados como a sus enemigos (Houthis en Yemen, acuerdo nuclear con Irán, naturaleza de las alianzas con Israel y Arabia Saudita, incluso con Turquía); retomó una posición militar en Siria para el balance de poder regional y tuvo, además, una larga llamada con China para comenzar a preparar el terreno de lo que será una magnífica muestra de tesón y competencia geopolítica entre ambos gigantes.

Un mes bastó para ello.

No es menor la encrucijada y será el tiempo y la historia quien determinará el éxito o el fracaso de esta administración. Sin embargo, el temple y el oficio que muestra Joe Biden reside en una cuestión muy simple: cuenta con una visión de país, cuenta con las habilidades necesarias para ser médico y artesano, cuenta con los años y cuenta con el sentido común del gobernante pragmático.

Ojalá que sea esa visión la que predomine en el mundo en las próximas décadas. La falta de liderazgos sigue marcando el rumbo político de la historia reciente, pero son estas pequeñas pinceladas las que nos dan esperanza.

Ojalá, también, que la visión de los políticos mexicanos sea menos mediocre y limitada, menos añeja e inservible, y que puedan estar a la altura para concebir y crear un futuro de progreso pese a la magnitud de los actuales retos.

Nota del editor: Carlos M. López Portillo Maltos se ha desarrollado en el ámbito profesional en temas relacionados con la inteligencia, geopolítica, migración, comunicación política y corporativa, medios y análisis político. Cuenta con la Licenciatura en Ciencias Políticas, del Tec de Monterrey, y una Maestría en Responsabilidad Social, de la Universidad Anáhuac del Norte. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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