Pero mentir no es algo exclusivo de la política sino de prácticamente cualquier actividad del hombre, incluido el mundo empresarial. Uno de los principios básicos de la comunicación corporativa, especialmente en la gestión de una crisis, es el reconocer la situación que se enfrenta, no mentir y explicar lo que se está haciendo para volver a la normalidad.
Independientemente de que muchos piensen que eventualmente se vale decir alguna “pequeña mentira” o, como dicen otros “una mentira piadosa”, ética y moralmente la mentira es condenable sea porque quien la expresa está convencido de que es una verdad o porque lo quiera hacer deliberadamente midiendo o no las consecuencias de ello.
Mentir es ocultar deliberadamente, es exagerar, fingir o simular. No obstante, hay ocasiones en que alguna institución decide expresar verdades a medias o mentiras abiertas en función de sus intereses comerciales, económicos o políticos.
En alguna ocasión solicité a un cliente cierta información para ofrecerla a un periodista interesado en la situación por la que atravesaba la empresa, a fin de generar empatía. Con la confianza en el cliente y sin mayores cuestionamientos ofrecí la información que se me proporcionó, pero el periodista hizo su trabajo antes de publicar y descubrió que la misma estaba modificada a conveniencia del cliente.
En el sector privado, en el público, en la vida personal y en prácticamente toda actividad humana, la mentira es una herramienta constante de la que se valora su uso en caso de ser necesaria; si el resultado de dicha valoración es positivo se construye y se lanza sin escrúpulos.
Es lo que se puede ver en la publicidad engañosa que transmite información falsa o tergiversada de algún producto para despertar interés y motivar la compra, o con las campañas políticas en donde todo el despliegue de discursos (generalmente vacíos de contenido), la poca o nula correlación con las realidades tangibles, las promesas y todos los artilugios que se usan en los intentos de persuasión y manipulación. Constituyen en la mayoría de los casos verdades a medias para alcanzar el voto favorable.
La regla que aplica en mercadotecnia de que percepción es realidad y todo lo demás es ilusión rige por igual tanto en el mundo empresarial como en el de la política. Un producto es milagroso por efecto de la publicidad, una empresa es socialmente responsable gracias a la comunicación, un político es honesto debido a la propaganda de su partido.
Generalmente el producto milagro no tiene los efectos prometidos, la empresa es socialmente responsable sólo para con los públicos relacionados de su interés, y el político honesto pierde tal carácter cuando son exhibidas sus riquezas mal habidas o sus negocios fraudulentos con apoyo de familiares o amigos. Todo es efecto de verdades a medias.