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Los antisistema: el peligro del discurso contra las empresas

El nuevo fenómeno de la antipolítica está a la ofensiva con inusitado vigor tanto en las democracias establecidas de Europa y Norteamérica como en las de América Latina, opina Jorge Sánchez Tello.
jue 15 julio 2021 04:00 AM
Populismo
El balance de los gobiernos populistas ha sido negativo en el sentido de que condujeron al desmantelamiento o la perversión de las instituciones democráticas, señala Jorge Sánchez Tello.

(Expansión) - Un fantasma recorre el mundo y en México no ha sido la excepción, es la de hacer creer que las empresas son las responsables de todo lo malo que le ocurre a un país. Es una agenda que viene impulsa por diferentes sectores políticos y académicos radicales.

¿Acaso alguno de estos políticos o académicos han emprendido algún tipo de negocio o siquiera han trabajado en la iniciativa privada? Obvio no, pero estas posturas van y vienen con el tiempo, desafortunadamente, a veces alentadas por algunos medios de comunicación por más contradictorio que parezca e incluso en series de televisión.

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A veces se puede tener el diagnósitico adecuado, pero si los problemas de pobreza y desigualdad en el mundo los quieren resolver atacando a las empresas pienso que están equivocados. Estos teóricos de papel olvidan que durante décadas se ha dado una gran cantidad de recursos en programas “sociales” a países pobres en África y América Latina, particularmente en México, Chiapas y Oaxaca, pero la pobreza hasta aumentó.

Curiosamente, este grupo de políticos y académicos radicales no pone como ejemplo que en México hay estados donde se ha avanzado notablemente gracias a la inversión privada como Nuevo León, Jalisco, Querétaro y Guanajuato.

Este discurso contra las empresas lo ha cultivado muy bien el presidente López Obrador y provoca una importante incertidumbre para invertir en un país donde la iniciativa privada representa el 16% del PIB y la pública solo el 2%.

Es importante reflexionar sobre el daño que hacen los considerados como antisistema. Es indudable que el nuevo fenómeno de la antipolítica está a la ofensiva con inusitado vigor tanto en las democracias establecidas de Europa y Norteamérica como en las de América Latina.

Estamos frente a una tendencia sin precedentes desde que a principios de la década de los 80 se detectara una "brecha de confianza" entre la ciudadanía y sus representantes elegidos, que se ha ido expandiendo hasta convertirse en desilusión y desencanto con las estructuras de la democracia representativa y los actores tradicionales de la política (los partidos), y finalmente desembocar en la antipolítica

El descenso de la confianza en las instituciones democráticas, paralelamente a una caída de la visión positiva de las privatizaciones y de la confianza en el mercado puede dar pie al nacimiento del regreso del populismo. Ejemplos hemos tenido con Hugo Chávez, Fujimori o Menem, fruto de este clima y del desfondamiento de los partidos tradicionales. Pero la aparición de liderazgos populistas no exige necesariamente un colapso previo del sistema de partidos.

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En último término, el ataque a la supuesta “mafia del poder” conduce casi inevitablemente a un ataque a las propias instituciones políticas, más allá de los partidos, y al intento de crear una nueva institucionalidad a la medida del régimen populista, lo que puede tener efectos negativos muy duraderos para la vida política democrática, más allá del propio ciclo populista.

El balance de los gobiernos populistas ha sido negativo en el sentido de que condujeron al desmantelamiento o la perversión de las instituciones democráticas, y muy en particular de las que cumplen la función de contrapesar o controlar al Poder Ejecutivo.

El populismo, incluso si se somete a las reglas de juego de la democracia, no es un proyecto democrático. Divide a la sociedad a través de su distinción maniquea entre sectores populares y oligárquicos, basa su discurso en la confrontación y no pretende crear ciudadanos, sino seguidores. Por otra parte, la dinámica política del populismo puede derivar fácilmente en políticas económicas poco o nada responsables, ya que su prioridad es la redistribución clientelar en lugar de la inversión y la transformación de la sociedad.

Cuidado con los políticos y académicos radicales que se esconden en la aparente pluralidad de ideas para ir abriendo el camino hacia gobiernos radicales, así empezó Venezuela, Argentina, hoy Perú…. Cuidado con México.

Nota del editor: Jorge Sánchez Tello es director del Programa de Investigación Aplicada de la Fundación de Estudios Financieros (FUNDEF). Síguelo en LinkedIn y en Twitter. Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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