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Yo, la peor de todas. La Comisión Reguladora de Energía

Todos los reguladores deben, por su misma naturaleza, cumplir una función social, solo que lo hacen corrigiendo fallas de mercado, que no a través de labores de beneficencia, opina Miriam Grunstein.
mar 17 agosto 2021 05:40 AM

(Expansión) - “Comisionados necios que acusáis a las empresas sin razón, además de que les negáis permisos sin fundamento ni motivación.”

Por su lastimoso desempeño, la CRE es la primera musa para escribir los versos más tristes, no solo esta noche, sino muchas pasadas, presentes y futuras. El derrumbe de esa organización es tal que bien valdría la pena traer la grúa para retirar el cascajo.

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Tal como existe, es un estorbo, una carga, incluso para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Bien hizo el Ex Comisionado Celestinos al emigrar a la SENER para trabajar directamente con la Secretaría Nahle. Al menos él sí tuvo la lucidez para identificar su vocación real.

Desde la primera sesión, él manifestó que quería encargarse de la supervisión de la refinería de Dos Bocas. Desde entonces, no se le vio ni una sola astilla de la madera de un regulador. Tan solo por su lealtad inquebrantable a Pemex, nada tenía que hacer en la CRE.

Pero ¿los demás? No se sabe de ninguno que cumpla con su encargo. Más aún, no se sabe nada de ninguno porque, si bien algunos tienen trayectoria dentro del sector por haber estado en la operación técnica de la petroquímica y la refinación, la gran parte de ellos no tiene ni experiencia ni perfil de reguladores. La excepción en este caso hubiera podido ser Leticia Campos, cuyo trabajo académico tendría que imponerle cierta neutralidad.

Sin embargo, desde la primera sesión de la nueva camada de comisionados, ella manifestó que había llegado el momento de devolverle a la CRE su función social, cosa que no solo es equívoca sino que plantea un disparate demagógico. Todos los reguladores deben, por su misma naturaleza, cumplir una función social, solo que lo hacen corrigiendo fallas de mercado, que no a través de labores de beneficencia.

Lo que Campos quiso decir es que, de ahora en adelante, la CRE se abocaría a favorecer a Pemex y a CFE, los cuales supuestamente cumplen con una función social.

Nada más retorcido que favorecer a un regulado por considerarlo caritativo. De hecho, las leyes que norman sus fines y funciones impiden que la CRE, o cualquier regulador sectorial, le dé trato preferencial a regulado alguno, sea público o privado, querido u odiado, del color y el tamaño que sea. Con acotadas excepciones, los reguladores dan trato indistinto a los regulados porque, si la ley no distingue, el órgano no debe distinguir.

Pero tanto al presidente, como a la secretaria y a los mismos comisionados, la noción del Imperio de la Ley les pasó de noche. Tanto así que sin pudor alguno se han manifestado a favor de los regulados propiedad del Estado y en contra de la participación de los particulares. Para colmo, el director general de CFE, en su ya conocido tono dictatorial, ha demandado ser favorecido por ellos.

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Claramente, este es un país en el que los patos no solo le tiran a las escopetas, sino que lo hacen con un Cuerno de Chivo. El cliché del “Mundo al Revés” se queda corto. Aquí no hay mundo sino un cuerpo gaseoso y desestructurado. Es una nébula de ilegalidad.

Hace algunos años, cuando había algo de pesos y contrapesos, abrirle un procedimiento de responsabilidad administrativa a un comisionado por faltar palmariamente a su encargo no era algo inconcebible. Hoy, lo ininteligible es por qué hoy sí lo es. Es posible que las empresas que ya tienen negados permisos, ya sea expresa o tácitamente, no quieran o puedan irse sobre los comisionados, en lo personal.

De hacerlo, seguramente el sistema entero se volcaría sobre de ellas. Contra ellos en lo personal no hay defensa posible. Es como encarar el Santo Oficio.

En tiempos de retroceso, los modernizadores son herejes. No digo que todas las empresas sean modernizadoras y, por lo mismo, heréticas. Pero esta persecución de inquisidores medievales a los particulares es escalofriante.

Como las mujeres que osaban escribir en el siglo 17, ahora el conjuro satánico lo conforman las empresas privadas, por el solo hecho de ser privadas. En todo caso, se les debe castigar si atentan contra las reglas, pero no por quienes detentan su propiedad. Es irónico.

Los que desde su alto banquillo ensalzan el espíritu liberal, en realidad traen a Torquemada por dentro.

Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad ORT México y es académica asociada al Centro México de Rice University. También ha sido profesora externa del Centro de Investigación y Docencia Económicas y coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin. Hoy es socia fundadora de Brilliant Energy Consulting y dirige el blog Energeeks. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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