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México sigue apostando por un pasado glorioso con final trágico

De no ser por la firma del TLCAN, nuestro país nunca hubiera sido tomado en serio por los inversionistas, apunta Alejandrina Barajas.
jue 11 noviembre 2021 07:00 AM
Pemex - industria petrolera
Debemos superar la idea de que el petróleo debe ser la base para el crecimiento económico. Si bien fue una buena estrategia en el siglo XX, en el siglo XXI lo es el talento de las personas, considera Alejandrina Barajas.

(Expansión) - Como bien dicen: los que no conocen la historia están destinados a repetirla. Y México no es la excepción, ya a todos se nos olvidó que en la década de los 80´s el país estuvo en la quiebra económica, que por esto millones de mexicanos emigraron al país vecino y que los que se quedaron tuvieron que soportar altas tasas de inflación, la devaluación del peso y el nulo crecimiento económico.

Y que, de no ser por la firma del TLCAN, nuestro país nunca hubiera sido tomado en serio por los inversionistas, quienes creyeron que ahora sí México iba encaminado a un despegue económico.

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Desafortunadamente no nos convertimos en la potencia económica que todo el mundo esperaba, esto sigue siendo material de reflexión para los Premios Nobel de Economía, que siguen sin entender por qué México no creció. Pero, por lo menos, las reformas que tuvo que emprender nuestro país, por exigencia de Estados Unidos, nos permitió que las nuevas generaciones conociéramos una nación con inflación controlada y un crecimiento mediocre.

No voy a decir que antes estábamos mejor, pero sí haré hincapié en que antes, de ese antes, el país sí estaba mucho peor. El periodo neoliberal no fue lo peor que le pasó a México; si bien no podemos negar su ineptitud para hacer crecer el país, por lo menos no lo dejaron en la quiebra, como sí lo dejó el sexenio de López Portillo.

¿Por qué hablar de López Portillo? Porque es el sexenio que sumó todos los males ideológicos presentes en el país. Si bien fue el anterior presidente el que rompió con las reglas establecidas del modelo económico de economía mixta -que le permitió a México vivir crecimientos promedios anuales del 6%-, fue López Portillo el que permitió que la economía se volviera dependiente del petróleo (recuerden que fue cuando descubrimos los yacimientos de Cantarell), que México se endeudará sin razón ni sentido (éramos los nuevos ricos del barrio y todos nos querían prestar), la corrupción de este sexenio (Peña le pelea el gobierno más corrupto) y cómo olvidar, que en un arranque de megalomanía, se le ocurrió privatizar la banca.

Pero a pesar de toda esta serie de eventos desafortunados, López Portillo nos dejó una peor herencia maldita: la carga ideológica de un dirigismo estatal que “privilegiara” a las clases populares, con una fuerte participación del Estado en la actividad económica y un odio hacia la comunidad empresarial.

Y no estoy en contra de privilegiar a las clases populares, un verdadero Estado de bienestar debe velar por los más desprotegidos; de lo que estoy en contra es que sigamos apostando por una receta que ya sabemos fracasará.

Para que un país se desarrolle y genere mejores niveles de calidad de vida, la participación de todos los agentes económicos es fundamental: el gobierno, la empresa y la sociedad. Pero, aunque cueste aceptarlo, el único que genera riqueza es la empresa. Si México quiere generar más riqueza debemos generar mejores condiciones de educación y salud para todas las personas y de competencia y crecimiento para las empresas mexicanas. Esa es la sencilla pero complicada receta del desarrollo económico.

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De igual forma, debemos superar la idea de que el petróleo debe ser la base para el crecimiento económico. Si bien fue una buena estrategia en el siglo XX, en el siglo XXI lo es el talento de las personas, y si algo nos sobra en este país es el talento de su sociedad; desafortunadamente la pobreza es el gran inhibidor a detonar esta riqueza.

Si queremos que nuestro país tenga mejores niveles de calidad de vida, por favor dejemos de creer que el petróleo y el carbón nos harán competitivos. Apostemos más por el talento, el ingenio mexicano y, sobre todo, la biodiversidad que existe en nuestro territorio. Si solo escucháramos a nuestros pueblos indígenas, les puedo asegurar que podríamos exportar su respeto por la naturaleza.

Soy una fiel creyente que México tiene todo para ser un país desarrollado, y que no hay mejor momento coyuntural para crecer que este, desafortunadamente seguimos apostando por el pasado glorioso con final trágico, solo espero que en esta ocasión podamos aprender bien la lección.

Nota del editor: Alejandrina Barajas Ramos es investigadora del Centro de Investigación Económica del Noroeste (CIEN) en CETYS Universidad. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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