Desafortunadamente no nos convertimos en la potencia económica que todo el mundo esperaba, esto sigue siendo material de reflexión para los Premios Nobel de Economía, que siguen sin entender por qué México no creció. Pero, por lo menos, las reformas que tuvo que emprender nuestro país, por exigencia de Estados Unidos, nos permitió que las nuevas generaciones conociéramos una nación con inflación controlada y un crecimiento mediocre.
No voy a decir que antes estábamos mejor, pero sí haré hincapié en que antes, de ese antes, el país sí estaba mucho peor. El periodo neoliberal no fue lo peor que le pasó a México; si bien no podemos negar su ineptitud para hacer crecer el país, por lo menos no lo dejaron en la quiebra, como sí lo dejó el sexenio de López Portillo.
¿Por qué hablar de López Portillo? Porque es el sexenio que sumó todos los males ideológicos presentes en el país. Si bien fue el anterior presidente el que rompió con las reglas establecidas del modelo económico de economía mixta -que le permitió a México vivir crecimientos promedios anuales del 6%-, fue López Portillo el que permitió que la economía se volviera dependiente del petróleo (recuerden que fue cuando descubrimos los yacimientos de Cantarell), que México se endeudará sin razón ni sentido (éramos los nuevos ricos del barrio y todos nos querían prestar), la corrupción de este sexenio (Peña le pelea el gobierno más corrupto) y cómo olvidar, que en un arranque de megalomanía, se le ocurrió privatizar la banca.
Pero a pesar de toda esta serie de eventos desafortunados, López Portillo nos dejó una peor herencia maldita: la carga ideológica de un dirigismo estatal que “privilegiara” a las clases populares, con una fuerte participación del Estado en la actividad económica y un odio hacia la comunidad empresarial.
Y no estoy en contra de privilegiar a las clases populares, un verdadero Estado de bienestar debe velar por los más desprotegidos; de lo que estoy en contra es que sigamos apostando por una receta que ya sabemos fracasará.
Para que un país se desarrolle y genere mejores niveles de calidad de vida, la participación de todos los agentes económicos es fundamental: el gobierno, la empresa y la sociedad. Pero, aunque cueste aceptarlo, el único que genera riqueza es la empresa. Si México quiere generar más riqueza debemos generar mejores condiciones de educación y salud para todas las personas y de competencia y crecimiento para las empresas mexicanas. Esa es la sencilla pero complicada receta del desarrollo económico.