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¿Y los empleadores?

Es urgente que apoyemos a las pequeñas y medianas empresas a través de mejores prácticas de negocio entre particulares, señala Fernanda Zenizo.
jue 03 marzo 2022 12:00 AM

(Expansión) - Desde hace dos años las empresas y sus colaboradores comenzaron a vivir una situación extraordinaria en diversos sentidos. La pandemia obligó a empresas a encontrar nuevos esquemas de trabajo, colaboración y ejecución de los procesos productivos, y a los colaboradores a adaptarse a nuevas dinámicas familiares y de trabajo.

Mucho se ha hablado de los colaboradores y sus necesidades en los temas de salud, de las nuevas obligaciones de los empleadores dentro de la Ley del Teletrabajo, de la eliminación del outsourcing y los cambios a la ley laboral. Siempre apuntando al bienestar de los colaboradores, como es correcto.

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Las empresas, o mejor llamados empleadores para fines de esta colaboración, estimado lector, han atendido las exigencias que preservar la salud demanda la paz de los colaboradores al regresar a su lugar de trabajo: adaptar los espacios laborales para mantener sana distancia, adquirir insumos de limpieza y equipos para disminuir los riesgos de contagio, adquisición de computadoras portátiles, sistemas de ciberseguridad, equipos celulares, entre otros.

También, por otro lado, organizar capacitaciones especiales, eventos en línea de integración y salud mental, entre otras cosas, con el objetivo de cuidar a los colaboradores y procesos productivos en esta todavía nueva manera de trabajar.

Además, están los permisos para atender la salud de familiares y la propia, en casa, periodos de desconexión, actividades sociales para evitar el burn out, juntas virtuales en casa interrumpidas por los hijos, etc.

Todo esto, junto con la exigencia de mejores condiciones de trabajo, horarios más flexibles o híbridos, mejores prestaciones y un mayor periodo vacacional, yo pregunto: ¿Y los empleadores?, ¿quién se preocupa por ellos? Sobre todo por las micro, pequeñas y medianas empresas, las mipymes.

De acuerdo con el INEGI, en el 2019 existían más de 4.9 millones de mipymes en México; más de un millón cerraron sus puertas de manera definitiva dentro de los siguientes 17 meses; más de 3 millones de personas se quedaron sin empleo.

Cabe mencionar que México fue el único país miembro de la OCDE que no otorgó ni consideró ayuda para las empresas, ni se establecieron incentivos fiscales para ayudarlos a sortear la tormenta de circunstancias que ha tenido que enfrentar la industria mexicana.

No hubo apoyo al consumo ni acuerdo entre privados para pagar más pronto a proveedores pequeños urgidos de liquidez para garantizar su operación. En el sector financiero el apetito de riesgo para incrementar los préstamos a las mipymes tampoco mejoró lo que hizo que las tasas siguieran siendo altas, las garantías a veces inaccesibles y el apalancamiento tradicional, poco disponible.

Muchas veces se nos olvida que la figura de la mipyme sigue siendo el que genera la mayor cantidad de empleo formal en el país, que es el contribuyente cautivo y más cumplido del SAT.

Con este contexto es importante que se considere el cómo tratamos y qué tanto le exigimos a los principales empleadores de este país.

A aquellos empleadores que han trabajado horas extras, que han puesto sus hogares en garantía, que han vendido sus automóviles para traducirlo en capital de trabajo. A aquellos que han adecuado sus oficinas para prevenir contagios, que han pagado transporte especial para que sus empleados no utilicen el público (fuente de contagios); que han sufrido robos, fraudes, mermas debido a actos de deshonestidad o víctimas de la criminalidad, que han sacrificado el trabajo presencial en aras de la salud mientras sus empleados no están vacunados.

O por qué, hay que decirlo, el colaborador en ocasiones no contribuye con su cuidado personal: asiste a eventos multitudinarios, grandes reuniones familiares. Situaciones que se traducen en pérdida de recursos y ganancias para las empresas.

Aun así, los empleadores de este sector siguen apostando por México, pagan sus impuestos, aguantan los embates de los picos de la pandemia, la pérdida de flexibilidad en sus operaciones por los cambios y exigencias de nuevas leyes y normas y al aumento en sus costos operativos debido a las circunstancias por todos conocidas.

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Pero, sin duda, es urgente que apoyemos a las pequeñas y medianas empresas a través de mejores prácticas de negocio entre particulares, por ejemplo, menos días de crédito seguro que los ayudaría en gran medida; más responsabilidad por parte de sus empleados; mejores resultados en productividad, y más apoyos por medio de instrumentos financieros que les ayuden a mantener niveles de liquidez que garanticen sus operaciones.

La constante desaparición de estas empresas significa algo muy simple de entender, la desaparición de un mayor número de empleos. El saber que existe la gran posibilidad de cerrar el negocio también significa estrés para el empleador que se puede traducir en riesgos psicosociales que al final afecta a sus colaboradores.

No hay que desatender esta situación antes de que sea (más) tarde para este sector de empresas tan relevante para el sector productivo del país.

Nota del editor: Fernanda Zenizo es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por parte de la Universidad del Valle de México. Actualmente se desempeña como Directora General de Intelab. Actualmente es Vicepresidente de Gestión de Comités Técnicos en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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