Los pretextos y los propósitos poco realistas alientan la procrastinación
Suele pasar que luego de fijarnos ciertos propósitos nos acecha el mal hábito de aplazar las responsabilidades, conocido como procrastinar.
La procrastinación –del latín pro, “adelante”, y crastinus, “relacionado con el mañana”– es vista por la psicología como un trastorno cognitivo conductual que se caracteriza por aplazar compromisos –como los de Año Nuevo–, y para ello se vale de excusas muy elaboradas.
Este fenómeno de la conducta, cuyo casi impronunciable nombre ignora la mayoría, hace del pretexto todo un arte. Pero puedes superar este mal hábito con seis pasos, que aunque parezcan fáciles, requieren de fuerza de voluntad.
Proponte metas realistas. Si en general la tasa de fracaso es muy alta en las intenciones de Año Nuevo, se incrementa cuando se formulan retos que no son acordes con la capacidad de respuesta.
Para la psicóloga Piedad Aladro Lubel, la propia sintomatología del trastorno determina que muchos se impongan retos tan altos: “Esas metas inalcanzables pueden deberse a una competitividad mal entendida o porque se desbordó su imaginación”.
Anuncia tus logros. El psicólogo Richard Wiseman, de la Universidad de Hertfordshire, ha detectado que quienes hacen públicos sus propósitos, llevan un plan y un diario de sus progresos, y aceptan ayuda para apuntalarlos, logran más fácilmente sus objetivos.
Apóyate en un compañero. El factor de éxito más popular para cumplir los propósitos es el acompañamiento de colegas, compañeros de escuela, la familia o amigos, agrega el psicólogo Jonathan Fader.
Un gran porcentaje de los que tienen objetivos de Año Nuevo los mantienen si alguien les recuerda constantemente su compromiso. Una llamada al día, una visita a la semana o un saludo por correo que muestre el texto del compromiso es un excelente recordatorio de los coadyuvantes.
Divide tu propósito en etapas. La psicóloga mexicana Piedad Aladro Lubel propone dividir el propósito personal en etapas y asignar el tiempo que destinará a cada una, para que el procrastinador se centre en el beneficio que obtendrá cuando aprenda a organizar su propia agenda y gestione el tiempo para diferenciar lo urgente de lo importante.
Ese primer paso ayuda a descubrir la mejor hora del día para emprender el trabajo; por ejemplo, si es de hábitos matutinos se recomienda ejecutar la mayor parte de actividades en ese periodo, justo cuando se es menos propenso a procrastinar, además de realizar, al menos una vez cada mañana, una tarea no deseada o no placentera; de esta forma, permite estar más tranquilo al final del día, sin una torre de asuntos “pendientes”.
No olvides el aspecto divertido de los propósitos. La diversión también juega un papel clave en el logro de los propósitos que comenzarán el primer día del Año Nuevo, según Jonathan Fadel, de la Escuela de Medicina Albert Einstein, de la Universidad Yeshiva. Asegura que quienes se plantean mejorar su físico por medio de acciones lúdicas tienen 10 veces más probabilidades de tener éxito.
La recompensa también es importante. También se aconseja premiarse por cada logro y pensar en lo bien que se sentirá la persona al lograr su objetivo. En todo caso, los especialistas coinciden en que si una tarea se realiza por tres semanas, su impacto es tan fuerte que se sigue sin esfuerzo e impide el paso libre a la procrastinación.
Este texto es un fragmento del reportaje No sueñes con hacerlo... ¡Hazlo! que fue publicado en la revista QUO de enero de 2012.