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¿Por qué la Navidad no te hace tan feliz como 'debería'?

Las personas con trastorno afectivo estacional a menudo entran en conflicto con sus familias durante la época navideña
lun 24 diciembre 2012 10:52 AM
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Estoy en una habitación de hotel en Las Vegas, escondiéndome de la Navidad. No se trata de una guerra o campaña en contra de la dosis anual de felicidad universal. Si fuera por mí, me exiliaría silenciosamente de los festejos para no opacar la dicha de los demás, como un foco fundido en una resplandeciente serie de luces.

No soy un Grinch ni un Scrooge ni otra de las formas en las que la gente cataloga a sus seres queridos que se rehúsan a unirse a las celebraciones de la época. Lo que pasa es que estoy deprimida.

Durante el frío y oscuro invierno me cuesta trabajo despegar la cabeza de la almohada y respirar, ya no digamos ponerme ropa festiva y canturrear con los amantes de la Navidad. Pero lo hago, al igual que incontables personas con trastorno afectivo estacional , con un duelo activo, pánico debilitante, trastorno de estrés postraumático y toda una suerte de problemas emocionales que se destacan con un jolgorio de fondo.

No quiero arrastrar a nadie a mi oscuridad ni quitarle el brillo a sus estrellas. Pero soy completamente incapaz de forzarme a entrar en un estado de alegría. El esfuerzo lo empeora todo.

“Creo que algo anda mal, Linus. La Navidad se acerca, pero no estoy feliz. No me siento como se supone que debo sentirme… Me gusta recibir regalos, enviar tarjetas de Navidad, decorar los árboles y todo eso, pero sigo sin estar feliz. Siempre termino sintiéndome deprimido”.

En la niñez, era sorprendente y extrañamente reconfortante ver que un personaje animado describía mis sentimientos entre la alegría en technicolor de los especiales navideños de TV. Siempre me identifiqué con Charlie Brown y la forma como reaccionaron sus amigos a su confesión navideña: “Charlie Brown, eres la única persona que conozco que puede tomar una temporada maravillosa como la Navidad y transformarla en un problema”.

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El resto de nosotros no hablamos al respecto, por miedo a que los Linus del mundo nos juzguen; si no puedes unirte a la alegría de la época más maravillosa del año, está claro que tienes algún defecto. Eres un juguete roto.

Hasta para quienes no luchan con la depresión estacional o crónica, hay un sinfín de razones para llegar a diciembre con temor. Para muchas de las personas que siempre han celebrado las fiestas con entrega y calidez, hay una herida abierta y sensible causada por la ausencia de algún familiar. Aún si la pena no es reciente, las costumbres y rituales que alguna vez ofrecieron gozo, ahora despiertan el dolor de la pérdida. Para otras personas, las presiones económicas, estar separados de sus familias, la presión de las expectativas de los demás, los itinerarios sobrecargados y la simple fatiga pueden acabar con la alegría de una temporada que solía ser fuente de consuelo.

Sin embargo, no se puede escapar a la ocasión. “¡Es solo una vez al año!”, me dijo una amiga. Depende de la familia. En la mía, los correos electrónicos se consideran una expresión aceptable de emoción navideña, pero la familia de mi esposo está muy dedicada a la celebración.

Cuando fui arrojada a una maquinaria festiva con una familia que celebra bondadosa, ruidosa y espléndidamente la Navidad, esta época se volvió una fuente de terror anual para mí. Me sentía terriblemente avergonzada de mí misma por sentirme así.

Me preocupa que alguien note mi inquietud y que se sientan ofendidos si me retiro para recuperar la compostura. (¿Dónde está Kat? ¿Está tomando una siesta otra vez? ¿Acaso no quiere pasar tiempo con nosotros?) Después de varios años de estrés, me di cuenta de que alguien tendría que ceder, y ese alguien tendría que ser yo.

Por amor a mi familia (y a mí misma) logré encontrar formas de manejar mi frágil estado de ánimo estacional de forma que minimice las molestias para todas las partes. Guardo mis días de vacaciones para ir a algún sitio soleado, usualmente Las Vegas.

Aunque los árboles, las decoraciones navideñas excesivas y los villancicos han empezado a filtrarse en esta cueva de depravación y excesos, sigue siendo un refugio relativamente seguro para los gruñones de Navidad como yo, además de que hay más horas de luz solar que en casa.

En el cuartel general de la Navidad en casa de mis suegros, mi esposo y yo optamos por reservar una habitación en un hotel en vez de alojarnos con la familia. Aunque no es lo más barato, la privacidad ofrece cierto espacio que me permite apreciar más el tiempo que pasamos celebrando en grupo.

Cuando estoy con la familia, trato de ser tan útil como sea posible. ¿Necesitan que lave ese platón?, ¡pásenmelo!; ¿se acabó la canela?, ¿dónde están las llaves del auto?; ¿los niños necesitan corretear en el jardín?, ¡voy volando!

Además, agregué mi propio ritual a la fiesta: preparo varias jarras de whisky sour con limones recién exprimidos y jugo de clementinas. Mantiene mis manos ocupadas durante al menos una hora, emborracha ligeramente a la concurrencia durante un par de horas más, y puedo pasar tiempo con cada una de las personas a quienes les sirvo.

Todos dicen que ha sido una nueva costumbre muy bienvenida, y durante un rato nuestros estados de ánimo se alinean feliz y brillantemente.

Esto puede no ser lo ideal para todas las familias, pero aprovechamos al máximo lo que se nos ha dado. Tomaré mi espíritu Navideño de cualquier forma que pueda.

Nota del editor: Y tú, ¿te sientes más feliz en Navidad que el resto del año? Cuéntanos en los comentarios.

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