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Kaspersky Labs nace en tiempos de crisis

Eugene Kaspersky, fundador de la empresa, cuenta cómo se hizo experto en antivirus en Rusia; la firma fue fundada en medio de la inestabilidad de los 90 y creció a contrapelo de la competencia.
mar 20 octubre 2009 06:04 AM
La seguridad computacional deja Kaspersky Labs una facturación de 500 mdd. (Foto: Jupiter Images)
compu-tablero-ji (Foto: Jupiter Images)

En el principio, los programas de computadora eran creados por individuos que pasaban días pegados a su computadora, en un proceso tan laborioso como el tejido de un tapete. Por tal motivo se ganaban el derecho de bautizar el producto de sus desvelos con el nombre de su elección.

Así nacieron marcas como VisiCalc (hoja de cálculo pionera, nombrada por su creador, Dan Bricklin tras un curso de publicidad durante su maestría de negocios) y el sistema de gráficos Flash (contracción de FutureSplash nombre propuesto por su creador Jonathan Gay).

Sin embargo, hay quienes tomaron un paso más adelante y le pusieron su nombre propio al fruto de su trabajo. Peter Norton bautizó con su nombre la familia de programas computacionales mientras que Linus Torvalds impuso su nombre al sistema operativo Linux.

En esa categoría se halla Eugene Kaspersky, fundador y director general de Kaspersky Labs, empresa rusa de seguridad computacional fundada en 1997 y sus programas de seguridad (antivirus especialmente) se encuentran en 250 millones de computadoras en el mundo.

Enamorado de las matemáticas, Kaspersky se enseñó a programar por sí mismo en los años en que la extinta URSS se dio cuenta de que no había futuro y comenzó a colapsarse desde dentro.

El emprendedor, que maneja una firma global que factura 500 millones de dólares, habla en esta entrevista de sus inicios en la seguridad computacional, en lo que representa emprender un negocio en tiempos de crisis y la evolución de la amenazas a la seguridad computacional mundial.

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¿Por qué se dedicó a la computación en los 80, cuando la ex Unión Soviética se convulsionaba?

Todo es "culpa" de mi madre. Ella me daba libros sobre matemáticas, con lo que me enamoré de los números. Ya en la Universidad de Moscú estudié criptografía y matemáticas.

¿En medio de la Guerra Fría como aprendió a programar?

Usábamos computadoras hechas en Europa Oriental que programábamos por medio de hoyos que perforábamos en cintas. No había siquiera pantallas que mostraran números o letras. Todo era un proceso arduo y muy largo.

¿Cómo fue que empezó a programar antivirus?

Muy sencillo. En 1991 me pasaron un disquete que estaba infectado. Lo que hice fue analizar el código y crear un programa que evitara causar daño en mi computadora.

De allí, ¿cómo es se dedicó a hacer un negocio alrededor del antivirus?

Fue un proceso paulatino. Después de mi primer programa, comencé a intentar comercializarlo, pero fue complicado.

En la Unión Soviética no existía mercado, las regulaciones para el comercio con Occidente eran enormes y para colmo, hubo alguna ocasión en que un supuesto intermediario terminó siendo un defraudador.

Sin embargo, poco a poco el código comenzó a hacerse conocido y comenzamos a obtener contratos, no para vender el antivirus como tal, pero sí la tecnología que lo hacía funcionar para empresas como Microsoft, que en una época experimentó con integrar protección antivirus en sus productos para oficina.

En la época que arrancaba en el negocio (a mediados de la década de 1990), el país estaba en medio de un proceso de inestabilidad política y social. ¿No afectaba el entorno al desarrollo de la empresa?

Curiosamente, no me daba cuenta de ello. Éramos una empresa pequeñita donde mi ex esposa fungía como departamento de publicidad y relaciones públicas. El área de programación éramos yo y dos personas más. Nuestra lucha estaba en convencer a los clientes de que nuestro producto podía competir con los mejores.

En aquella época, los virus se transmitían de mano en mano, por lo que eran tan veloces como el ser humano y no había conciencia siquiera de sus amenazas de cómputo. Esa era la parte más complicada, convencer a la gente de amenazas que no se vislumbraban.

Y entonces llegó Internet a mediados de la década de 1990

Si, eso cambió todo. Pero lo que realmente cambió Internet fue que permitió el nacimiento de un ecosistema de crimen digital, donde jóvenes de menos de 20 años hacen el malware, pero ahora trabajan en forma especializada: hay quien se dedica a invadir computadoras, otros sólo programan virus; hay grupos especializados que venden la información extraída de las máquinas y encima de ellos hay grupos que se dedican a establecer ligas criminales transnacionales.

Te pongo un caso, hace unos meses se registró el robó de datos de miles de tarjetas de crédito internacionales de la base de datos de un banco. Pues bien, en un solo día, en un lapso de media hora, en 40 ciudades del mundo se registró un retiro simultáneo de dinero en cajeros automáticos usando la información robada.

Increíblemente, las cámaras de los cajeros no pudieron identificar a nadie porque todos los que sacaron el dinero usaron sombreros o gorras. El crimen organizado internacional ahora se dedica a esta línea de trabajo.

Y mientras eso pasaba, ¿cómo manejó el crecimiento de la empresa?

Pues tuve que cambiar mi rol en ella. Dejé de programar desde 1996 y esa labor quedó en manos de chicos muy competentes. De hecho ya no me dedico al trabajo día a día, enfoco mis energías en viajar por el mundo para conocer sobre las tendencias de lo que viene. De hecho me considero más bien una suerte de visionario.

En este sentido, ¿qué es lo que viene en cuanto a amenazas para la seguridad computacional?

A medida que la gente utiliza teléfonos más sofisticados, que en pocos años se volverán una suerte de billeteras electrónicas para pagar directamente con ellos, los creadores de malware estarán enfocándose a invadir y extraer información por estas vías. Aún no es algo grave, pero es seguro que lo estaremos viendo en los años por venir.

Finalmente, ¿tiene algún mentor?

No, pero estoy leyendo el último libro de Richard Branson, Business Stripped Bare, que me está dando muchas buenas ideas.

 

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