Gas acumulado causó explosión en Pemex
Una mezcla de microorganismos, solventes y derrames antiguos de combustible, además de una chispa, fue la causa de la explosión del pasado 31 de enero en la Torre de Pemex, que dejó un saldo de 37 muertos y decenas de heridos, según los resultados del peritaje de la Procuraduría General de la República (PGR).
El análisis, en el que participaron expertos del Instituto de Geología de la UNAM, determinó que la explosión registrada en el edificio B2 del complejo de oficinas obedeció a tres factores específicos.
Los peritos hallaron diversas capas de sedimento impregnado de hidrocarburos provenientes de derrames de combustible de la firma Huasteca Ptroleum Company, que operaba en el sitio en los años 30, o de depósitos de almacenamiento del servicio público del Distrito Federal.
Además, se comprobó la presencia de materia orgánica con microorganismos anaerobios productores de gas metano.
Por último, se hallaron restos de solventes que se utilizaban para dar mantenimiento a la zona de pilotes del edificio. Todos estos elementos se conjuntaron con una chispa eléctrica o mecánica que originó la explosión.
"El metano al ser más ligero que el aire se confinó en la parte superior de los casetones ubicados en la zona de pilotes. Éste, al ser un lugar cerrado, sin ventilación, favoreció su depósito y nula difusión", detalló la PGR en un comunicado.
Peritos de la PGR encontraron en el sótano de la Torre de Pemex una extensión, una clavija y una lámpara, que representaban un elemento propicio para la explosión en medio de un espacio con presencia de gas metano acumulado a lo largo del tiempo y los vapores de los materiales solventes.
La explosión, de tipo difuso, según determinó la Procuraduría, causó primero la muerte de los tres operadores de la zona de pilotes, para después fracturar los cimientos y provoca una onda expansiva que rompió las lozas de los diferentes niveles del edificio debido a un efecto de abombamiento.
Petróleos Mexicanos informó que ya instaló sistemas de ventilación en el inmueble con el objetivo de evitar futuras acumulaciones de gas metano y prevenir así una nueva tragedia.