Baillères quería un aula, no un 'Palacio de Hierro'
Raúl Baillères Chávez acostumbraba a tomar la correspondencia del vestíbulo de su casa y revisarla mientras subía las escaleras. Pero el 3 de enero de 1967, antes de llegar al último escalón, resbaló y cayó. Murió al día siguiente.
Tenía 77 años. Era dueño de 15 empresas y accionista de 11. Entonces, su fortuna se estimaba en 3,000 millones de pesos (mdp), unos 21,000 mdp actuales, según reportó ese año el periódico Excélsior.
Luego del inesperado fallecimiento del empresario guanajuatense, su segundo hijo, Alberto Baillères González, de 35 años, tomó las riendas del grupo industrial que incluía Cervecería Moctezuma, Metalúrgica Mexicana Peñoles, La Nacional Compañía de Seguros y Manantiales Peñafiel, entre otras.
En casi cinco décadas, Baillères, hoy de 83 años, convirtió el conglomerado, ahora llamado Grupo Bal, en un imperio que vende 160,000 mdp.
En 2014, el empresario ocupa la tercera posición en el ranking de Los 100 Empresarios más Importantes de México de la revista Expansión, cuya suscripción está disponible en el Kiosco Digital. Tan solo detrás de Carlos Slim Helú y José Antonio Fernández Carbajal de Fomento Económico Mexicano.
Sin embargo, su imperio depende del caprichoso precio de la plata. El valor del metal bajó casi 50% en los últimos dos años. Como resultado, las ventas de la minera Peñoles, la principal fuente de ingresos del grupo, cayeron 32% de 2012 a 2013.
Aun así, su fortuna -de 202,000 mdp, según la agencia de noticias Bloomberg- es casi 10 veces la de su padre. Nada mal para un hombre que no quería ser empresario.
Sueño frustrado
El sueño de Baillères no era dirigir un conglomerado industrial. Él quería ser académico.
Luego de graduarse con doble mención honorífica como economista del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) —la universidad que fundó su padre en 1946—, Baillères quería estudiar un posgrado en la London School of Economics, en Reino Unido. Pero su sueño se frustró en 1957.
“Desafortunadamente, y por razones dolorosas, me vi forzado a renunciar a mi proyecto”, dijo en 1999, cuando recibió un doctorado honoris causa del ITAM.
Baillères, que no respondió a una petición de entrevista, era el segundo en turno para dirigir el negocio familiar. La primera opción era su hermano mayor, Raúl. Pero el plan de sucesión cambió en 1957, cuando Raúl, de 29 años, murió en un accidente de auto en la carretera México-Acapulco.
Con tan sólo 27 años, Baillères se convirtió en el patriarca de la familia. Abandonó su sueño de estudiar en Londres y entró a trabajar a la Cervecería Moctezuma . Ahí aprendió “desde la venta en los camiones de reparto hasta los aspectos técnicos de fabricación y administración de la empresa”, escribió en 1967 la revista corporativa de la cervecera.
Disciplina y soledad
A partir de ese momento, se sumergió de lleno en los negocios de la familia. “Me gané la reputación de Howard Hughes”, dijo en 2001, refiriéndose al empresario estadounidense conocido por su vida solitaria.
“Me volví casi invisible para mis amigos y para la sociedad, porque me di cuenta de que necesitaba de toda mi energía para estar con mi familia y dirigir la empresa . Casi no hubo tiempo para hacer cualquier otra cosa”.
El empresario aprendió a ser disciplinado durante su estancia en la Academia Militar Culver, en Estados Unidos. Ingresó a los 15 años sin saber inglés.
“Me esforcé, no sólo para sobrevivir, sino para conquistar un lugar”, dijo en 2001, cuando la escuela -donde también estudió Emilio Azcárraga Milmo, el padre del actual CEO de Televisa- lo reconoció como Hombre del Año. Baillères es el único mexicano que ha recibido esta distinción.
Su paso por la academia forjó su carácter. Ahí sufrió, de primera mano, los prejuicios que existen en Estados Unidos contra los mexicanos. “Algunos debido al puro racismo. Algunos por ignorancia”, dijo.
Tres años antes de que muriera su padre, ya era director general de la Cervecería Moctezuma y de El Palacio de Hierro , la tienda departamental que su padre le compró a unos inmigrantes franceses en 1948.
Dio vida a Grupo Bal
Cuando Baillères tomó la dirección del negocio familiar, éste incluía 15 empresas, entre mineras, aseguradoras, bancos, una inmobiliaria, una fábrica de malta, una compañía de químicos y una tienda departamental.
El empresario no se dejó intimidar por el tamaño del reto. “Pudo dejar la responsabilidad en manos de algún socio de su padre mientras ganaba experiencia. Pero no lo hizo.”, dice el profesor de la UAM, Jorge Orozco, que en 1983 escribió su tesis sobre el imperio de los Baillères.
El empresario consolidó el negocio familiar. Vendió en 1980 Manantiales Peñafiel al grupo Valores Industriales. También fusionó cuatro instituciones financieras del grupo -Crédito Hipotecario, Crédito Hipotecario del Sur, Banco Minero y Mercantil, y Crédito Minero y Mercantil- en un solo banco: Banca Cremi.
Aglutinó las aseguradoras La Nacional Compañía de Seguros y La Provincial en una sola empresa: Grupo Nacional Provincial (GNP) .
Al final, redujo de 15 a nueve las empresas de la familia. Las transformó y las convirtió en lo que hoy se conoce como Grupo Bal, dice el director del departamento de Economía del Tecnológico de Monterrey, campus Santa Fe, Miguel Ángel Corro.
Primero la plata…
Su decisión más trascendente, sin embargo, fue vender la Cervecería Moctezuma y sus más de 40 subsidiarias a la embotelladora FEMSA en 1985.
La cervecera fue, por años, la joya del conglomerado. En 1982, tenía un capital social de 275 mdp, mientras que Peñoles sólo llegaba a 200 mdp, según datos recopilados por Orozco de la UAM.
Baillères le apostó a la minería. En los 80, Industrias Peñoles era la principal productora de oro, plata y plomo en México y la segunda exportadora más grande, sólo detrás de Pemex. Hoy, es la principal productora de plata del mundo.
La apuesta funcionó: las ventas al extranjero fueron lo que blindó a Grupo Bal durante la crisis financiera y la devaluación de 1982. La mitad de las ventas del conglomerado ese año provino de Peñoles.
“Peñoles pudo generar grandes utilidades en pesos, porque su mercado estaba constituido mayoritariamente en dólares y sus costos de producción eran en pesos”, dice Orozco.
En medio de la crisis, las ventas de Grupo Bal casi se duplicaron. Pasaron de 39,896 mdp en 1980 a 70,319 mdp en 1982. Fue la empresa que más ventas registró, según el ranking de Las 500 Empresas más Importantes de México, de 1983.
“La producción de Peñoles está ligada al crecimiento acelerado de la economía durante el modelo de industrialización por sustitución de importaciones”, dice el profesor de la UNAM que se especializa en teoría economía y empresas, Gustavo Vargas.
“La visión de largo plazo de sus estrategas lleva a la controladora a hacer inversiones en actividades productivas que pueden ser fundamentales para el desarrollo de la economía”, explica el académico.
Influyente, pero silencioso
El presidente de Grupo Bal es uno de los empresarios con más presencia en las cámaras industriales y las empresas en México. A sus 35 años, fue el miembro más joven del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (ahora Consejo Mexicano de Negocios).
También es miembro de los consejos de administración del banco BBVA Bancomer, el conglomerado de medios Televisa, FEMSA y la fabricante de autopartes Grupo Kuo, entre otros.
“Hay otros empresarios que hacen más ruido, tienen más millones o suenan más en los medios. Pero Baillères, con un perfil más bajo, tiene una red muy amplia de influencia”, dice la coordinadora de investigaciones del Proyecto Poder, Fernanda Hopenhaym, una organización civil que lucha por la transparencia corporativa.
A sus 83 años, divide su tiempo entre sus negocios y sus pasiones , como la caza, la navegación y los toros. En agosto compró, en unos 187 mdp, una finca en España de 1,400 hectáreas para criar ganado de lidia. Cuando anunció la adquisición, la prensa española se preguntó si planeaba retirarse.
Tres de los siete hijos de Baillères trabajan en las empresas de la familia: Raúl es gerente de Información Estratégica de Grupo Bal, Juan Pablo maneja las ganaderías y Alejandro dirige GNP. (Mauricio murió de un infarto en enero de 2014.)
“Los Baillères han construido su propia dinastía. Y será responsabilidad de su heredero darle continuidad”, dice Vargas, de la UNAM.