Si usted es un empresario que exporta sus productos, alégrese: pertenece al 1% de firmas nacionales que participa en el comercio internacional.
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Alégrese todavía más al saber que por lo menos 20,000 pequeñas y medianas empresas (PYMEs) mexicanas han quebrado en los últimos años.
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Si su industria tiene dos décadas funcionando, hay un motivo más para brincar de gusto: sólo una de cada cuatro ha sobrevivido durante ese periodo.
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Este amargo consuelo proviene del resultado de un estudio euro-estadounidense sobre el impacto de las políticas de liberalización en México, el cual fue producto de cuatro años de investigación bajo el mando de la Structural Adjustment Participatory Review International Network (SAPRIN), una organización con sede en Washington.
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Basado en análisis del Banco Mundial (BM), de académicos y de organizaciones no gubernamentales (el gobierno mexicano se negó a colaborar), el organismo descarta la supuesta capacidad exportadora de nuestro país, que de plano califica de mito. Argumenta que únicamente las ventas de petróleo y productos agrícolas son significativas, sin olvidar que 70% de ventas foráneas del país son de capital extranjero.
El 75% de los productos que van al exterior pertenecen a no más de 700 compañías, indica el reporte que financió la Unión Europea, Noruega, Alemania, Bélgica, Suecia y Holanda, y que no cayó nada bien al BM, que poco a poco fue retirando su respaldo al proyecto, según cuenta SAPRIN, que conservó en cambio el de la Fundación Rockefeller.
El estudio concluye que la súbita avalancha de importaciones, la falta de apoyo gubernamental a las PYMEs, y las extremas facilidades dadas a los corporativos extranjeros en el transcurso de los últimos 20 años de políticas de ajuste, es lo que ha dañado la capacidad exportadora nacional. Y no dudan en sentenciar que las posibilidades de modernización y éxito en ventas foráneas “son prácticamente inexistentes” para las PYMEs mexicanas.