En una barra que separa el océano Pacífico de las aguas del estero de El Ermitaño, en Puerto Vallarta, se levanta una arquitectura completamente rústica, con cortinas de bambú y petate, techos de palapa y pisos de madera, además de ventiladores operados con energía solar.
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Este grupo de palafitos que cada temporal sufre las consecuencias de la marea alta es propiedad del diseñador italiano de ropa Marcello Murzilli, que en 1998 lo inauguró como El Hotelito Desconocido, aunque los lugareños lo identificaban como Hotel Utopía por las condiciones adversas en que se llevó a cabo el proyecto arquitectónico.
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“Cuando yo llegué en 1997, un año después de que se había terminado de construir, encontré una administración devastada pero un hotel muy bonito. Empezamos muy mal: ese año tuvimos 5% de ocupación; al siguiente llegamos a 15%; en 1999 alcanzamos 30% y en 2001 logramos 60%”, recuerda Augusto Manghisi, su director general.
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Su primer reto fue atraer visitantes y lo atacó inicialmente a través de mercadotecnia viral, sobre todo con los estadounidenses que el propietario había conocido durante su estancia en Nueva York, y que poco a poco fueron llegando a El Hotelito en plan de descanso.
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La localización del lugar fue otro de los problemas que tuvo que enfrentar. “Nosotros recogíamos a los huéspedes en el aeropuerto de Puerto Vallarta con camionetas propias, porque el hotel está a hora y media de camino; sin embargo, como tuvimos algunos inconvenientes con el transporte, contratamos una compañía especializada”, señala el directivo.
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En El Hotelito Desconocido se emplean productos biodegradables que son más caros que los tradicionales, lo cual incrementa los costos de la administración; no todos entienden las ventajas de esta política: muchas personas no están dispuestas a pagar entre $390 y $600 dólares por una habitación sencilla con velas (en vez de luz eléctrica), cortinas de bambú y techo de palma. “Este es un sitio prototipo que, aunque parezca extraño, no fue construido para generar jugosas ganancias. Digamos que en la mente del dueño está hacer otros ‘hotelitos’ y demostrar que sí se puede”, asevera Manghisi, quien ya está analizando la construcción de otro escondite en Tulum.