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La ruta del suspenso

Base de su estabilidad, la estructura económica austríaca se apoya en cámaras de empresarios y tr
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Lo último que una ciudad quiere mostrar es su basura. En Viena es distinto. Sus plantas de incineración de desechos, que dan tratamiento térmico a 80% de los residuos sólidos que produce su más de millón y medio de habitantes, están incluidas en los recorridos que se sugieren a los visitantes de esta capital centroeuropea.

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Después de enfrentar serios problemas de contaminación ambiental, este país, como otros en Europa, se inició en los años 80 en la tecnología ambiental, cuyo propósito es la generación de energía a partir de la disposición de desechos.

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Bajo la consigna de que su único destino es el tratamiento, la basura proveniente de los hogares es preparada e incinerada en sofisticadas cámaras, en las que los pesados equipos de compactación y separación de desechos se operan por computadora.

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Pero no es la eliminación de la basura el único atractivo de Spittelau, como se conoce a la planta. Su funcionamiento operativo y financiero está diseñado conforme a un esquema que combina criterios públicos y privados.

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Los dos pilares
Este modelo no es privativo de la tecnología ambiental. Rige a toda la economía. Adoptado después de la Segunda Guerra Mundial, en circunstancias de excepcional inestabilidad económica en Austria y otros países europeos afectados por la conflagración, este esquema que hace convivir el libre mercado con la planificación estatal se apoya en dos estructuras paralelas: los empresarios y los trabajadores. Ambos sectores se han constituido en sólidos conglomerados de gremios, de afiliación obligatoria y con representantes regionales y federales elegidos democráticamente, y con capacidad de decisión: las poderosas cámaras.

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Las pirámides gremiales se coronan en esos organismos (de comercio, del trabajo, agrícola, de profesionistas, etcétera), que a su vez están afiliados a la Cámara Federal de Economía (CFE). "Todas las organizaciones gremiales están aquí —dice Werner Teufelsbauer, director del departamento de política económica del organismo—. (La cámara) también es responsable del fomento al comercio exterior, por lo que en más de 80 países sus delegaciones están incorporadas a las embajadas".

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Parte de su fortaleza descansa en el decreto que hace obligatoria la afiliación a la CFE. "Esto tiene como consecuencia que la voluntad política de los empresarios se vea concentrada y pueda presentarse como oposición uniforme con respecto al gobierno", justifica Teufelsbauer. Los poderosos sindicatos (con 50% de afiliación) son un importante factor de equilibrio: "tienen recursos suficientes para financiar una huelga de larga duración […] ni siquiera se llega al punto de enfrentar una huelga".

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Además, agrega, hay algunas compensaciones a esa falta de libertad derivada de la obligación de afiliarse, como es su "amplio", sistema democrático" que renueva los dirigentes gremiales cada cinco años. Por otro lado, las cámaras también participan en los exámenes sobre la viabilidad de nuevos negocios que quieran instalarse, si bien no está entre sus atribuciones autorizar su fundación.

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Esta forma de representación de los sectores productivos austríacos ha sido clave, a juicio de los especialistas, en la estabilidad del país en la posguerra y, más aún, en su éxito económico, que se ha hecho evidente a partir de 1995. En ese año, la tasa de desempleo se ubicó en 3.9%, una de las más bajas de Europa, en tanto que la inflación fue de 2.2%.

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En manos de las cámaras, el estado había dejado dos definiciones centrales de la política económica: la fijación de los salarios y los precios de más de dos centenares de productos de consumo general. Sus análisis sobre el empleo, por ejemplo, son tomados en cuenta en la formulación del plan nacional en la materia, del mismo modo que sus diagnósticos sobre el significado de la unificación económica y monetaria de Europa ayudaron a fijar la posición del gobierno austríaco a ese respecto.

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Pero la fuente de poder de la CFE no se circunscribe al terreno económico. Sus conexiones con el poder político son muy cercanas, reconoce Teufelsbauer, especialmente con el partido conservador, el Social Cristiano, que ha tenido mayoría desde 1945. Puede ocurrir que la presidencia de la cámara la ocupe un alto dirigente de este partido, o que el ministro de economía proceda del equipo directivo de la cámara.

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Sin embargo, la apertura que demandó la integración a la Unión Europea (UE), que hizo voltear a las cámaras hacia asuntos internacionales, puso un límite a sus atribuciones en temas internos. La competencia con el exterior casi terminó con el poder resolutivo de estas organizaciones y sus miembros en materia de control de precios. Pero las cámaras siguen al día las discusiones de la UE y el gobierno está obligado a consultarlas.

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Los austríacos aceptan la apertura, pero no tienen prisa en ajustarse a sus reglas. Por ejemplo, mantienen la política de subsidios, sin la cual Spittelau, que pertenece a Austrian Energy & Enviroment (AEE), se vería en dificultades financieras. Sin las subvenciones, a la larga sería más costoso para el país, dice Johannes Sparrer, vicepresidente de desarrollo de negocios y mercadeo de AEE, un conglomerado de empresas con servicios de ingeniería ambiental y proyectos energéticos.

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A cambio, Spittelau asume importantes compromisos. La energía calorífica que se libera con la combustión de la basura alimenta los sistemas de calefacción de hospitales y plantas industriales y a 25% de los hogares de la ciudad, donde los inviernos son especialmente crudos.

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Este esquema, la combinación de avance tecnológico y una política de subvenciones, constituye la herramienta mediante la cual Austria apoya a sectores considerados estratégicos, como la tecnología ambiental, pero también a sus empresas pequeñas, que constituyen alrededor de 90% del total, de acuerdo con Teufelsbauer. Otra razón por la que Spittelau es tan importante —además del atractivo de haber sido diseñada por Friedensreich Hundertwasser, pintor y arquitecto austríaco, famoso por levantar edificios exclusivamente a base de materiales naturales y formas orgánicas— es que para los años 2004 y 2005, los países que forman para de la UE tendrán prohibido depositar basura sin tratar.

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Medianas, pequeñas y de nicho
El sector industrial de este país está dominado por las medianas y pequeñas empresas, que juegan un papel central en el suministro a industrias de gran envergadura, como la automotriz, además de desarrollar productos de nicho para los mercados mundiales. Lo mismo que en la fabricación de vehículos bomba contra incendios empleados en los aeropuertos, Austria tiene el liderazgo mundial en la fabricación de placas de silicio para el recubrimiento de chips.

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Pero incluso empresas que rebasan por mucho el tamaño promedio funcionan bajo el mismo esquema de criterios mixtos. Setec Engineering (SE), una firma de extracción y distribución de agua localizada en la sureña ciudad de Klagenfurt, es una de ellas. Con más de 500 empleados y un volumen de negocio cercano a $100 millones de dólares anuales, se es una empresa del sector público, pero administrada con criterios privados; sus directivos son elegidos por el Senado mediante concurso y recibe financiamiento del Banco Mundial y de fondos alemanes para la reconstrucción.

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Pese a que, en materia de representación las grandes compañías se cocinan aparte de las medianas y pequeñas, al final aceptan las condiciones de intervención de las cámaras. Suman alrededor de 2,000 y están organizadas en la Asociación de Industriales, de libre afiliación y distinta a las que agrupan a las instituciones financieras.

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El modelo austríaco ha sobrevivido incluso al acelerado proceso de privatización, iniciado hace 10 años. "Quedan muy pocas empresas con participación mayoritaria del estado —señala Teufelsbauer—. En empresas industriales y bancos el Estado tiene una participación minoritaria, de 20% más una acción." Aun en los campos en los que el estado mantiene una alta participación, como el sector eléctrico, transporte ferroviario, correos y telégrafos, ha dado inicio un proceso de discreta retirada.

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Paulatinamente, una porción de la propiedad de estas empresas se coloca en el mercado bursátil, con lo que la influencia estatal en la conducción se ve definitivamente debilitada.

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La tendencia es a reducir esa participación a cero, asegura el funcionario.

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Siempre que estén constituidas como sociedades de capital, también las empresas privatizadas deben estar afiliadas a las cámaras, agrega. Las empresas extranjeras, que en los últimos años aumentan en número e inversiones en este país, han aceptado las reglas del juego.

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A pesar de los sueldos comparativamente altos y leyes ecológicas rigurosas, las empresas le reconocen a este país considerables ventajas. "Austria es caro pero altamente productivo —dice Rudolf Handlgruber, director de relaciones públicas de la planta de motores y autopartes de BMW ubicada en las cercanías de la ciudad de Linz—. Los trabajadores están altamente calificados, lo que se nota cuando se inicia un nuevo producto." En la actualidad se calcula que una tercera parte de los asalariados trabaja para compañías foráneas.

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De acuerdo con información oficial, en los primeros seis meses de 1999, 46 firmas extranjeras invirtieron $160 millones de dólares, contra $90 millones en el mismo periodo del año anterior. El pasado año, la aportación de Austria a la producción industrial de la UE había pasado de 2.1% a 2.7%. Teufelsbauer dice que quienes "llegan a invertir en Austria necesitan poco tiempo para aprender cómo funciona el sistema. (Las compañías) se acostumbran al control de los salarios, pese a que hay empresas que están muy insatisfechas, pero son empresas que tienen problemas en la gestión".

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Notas discordantes
Pese a todo, el pacto social austríaco tiene serias fisuras. Algunas empresas han dejado oír notas discordantes. Una de las más altisonantes es la de Niki Lauda, ex campeón mundial de automovilismo. Al retirarse, Lauda cambió las pistas de los circuitos por las de los aeropuertos: fundó Lauda Air, aerolínea comercial con ganancias anuales por $30 millones de dólares.

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El inicio para el ex piloto no fue fácil, según él mismo explica a la revista EuroBusiness, entre otras cosas por las resistencias del monopolio estatal para aceptar competidores a la aerolínea oficial Austrian Airlines: "Me tomó 10 años de pleito con el gobierno para poder arrancar Lauda Air —recuerda—. Tuvimos que llevar a la Suprema Corte el tema de la solicitud de licencia (para hacer vuelos comerciales)."

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Tan contundentes como estas palabras son los hechos que se registran en Setec. Pese a su expansión internacional, en Europa y los continentes americano y africano, las deudas la tendrían en la quiebra. La población quería todo a bajo precio, dice Werner Brenner, uno de los encargados del área operativa. Su carácter de empresa pública la pone a salvo de la quiebra, pero no de un plan de austeridad y la adopción de criterios de eficiencia, añade el directivo.

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Los dirigentes reconocen que el pacto social ya no satisface a todos. "Hay una actitud bastante crítica por parte de los grandes empresarios en estos momentos —acepta Teufelsbauer—. Preferirían negociar a nivel de empresas y no formar parte de un convenio colectivo."

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Pero una de las fisuras más profundas se registra en la arena política.

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Los partidos Democracia Social y Social Cristiano —que luego cambió su nombre por el de Partido del Pueblo—, expresión política de los conglomerados gremiales y quienes han compartido el poder por décadas, han visto cómo un número creciente de electores les niega su voto en favor del Partido por la Libertad (FPO). Para algunos observadores, el fortalecimiento de esta fuerza nacionalista no es más que el precio político que el país tendrá que pagar por los años de estabilidad económica. Señalan que lo que hace tan popular al FPO, y a su líder Joerg Haider, es saber aprovechar los miedos de los austríacos respecto a lo que le espera a su país en su posición de frontera entre la UE y los países pobres del éste.

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La "inestabilidad" mostrada por los austríacos en las urnas, reconoce Teufelsbauer, ha obligado a una liberalización en todos sentidos, entre otros a una cierta separación de funciones entre las autoridades políticas y los directivos de los gremios. Pese a todo, el modelo no está agotado, según la percepción oficial. "En el futuro, (estos representantes) se van a ocupar de asegurar la capacidad competitiva de la economía austríaca, de la participación activa en la integración internacional y sobre todo europea", establece un documento de la CFE. Todavía elaboran los reglamentos del mercado agrario y del seguro social, nombran representantes para las dependencias federales encargadas de regular el mercado de trabajo, aseguran la competencia económica a través de la vigilancia legal y judicial de las fusiones de empresas y, finalmente, participan en la integración de los tribunales para asuntos de la seguridad social y el control de los cargos públicos.

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Teufelsbauer temía que si el partido de Haider, opuesto al esquema de los dos pilares, llegaba al gobierno, el país entraría en una etapa de incertidumbre. FPO finalmente alcanzó el gobierno, porque obtuvo el segundo lugar en las elecciones de octubre pasado, con 27.2% de los votos lo cual le permite acceder a la coalición en el poder. De extrema derecha, el triunfo de este partido escandalizó al mundo debido a la simpatía que su líder ha expresado por la obra de Adolfo Hitler y sus ideas fascistas. Haider cedió a uno de sus camaradas la presidencia del FPO, lo que fue interpretado como una táctica para mantener su imagen a salvo para más adelante contender por el cargo de canciller.

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El derrumbe de alguno de los pilares que sostienen la estructura de gobierno, que significaría "una desestabilización muy grave" según Teufelsbauer, es cierto que no se produjo. Pero lo indiscutible es que, con el desplazamiento de los conservadores del Partido Popular del gobierno, el tradicional esquema político y económico ha quedado roto.

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Son los días del suspense austríaco.

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