Agitada la banderola de salida por el controvertido gobernador del Banco de -México, Guillermo Ortiz (“no debemos descartar otros esquemas cambiarios”), -la moda de la temporada prenavideña es desayunar en dólares, comer en dólares -y cenar... en dólares.
- Los más escandalosos en el ajetreo de tenedores, platos y -más-agua-por-favor son los apostadores de la opción tres, conocida por el -sector académico como “de-una-vez por-todas”: tirar a la basura, o quizá -mejor integrar una montaña en el zócalo para la gran pira, la porquería de -peso –digo, como lo calificó el presidente de Televisión Apache, -Ricardo Salinas Pliego–, para cobijarnos en el regazo monumental del dólar, a -la usanza de Panamá y Liberia.
- Y a ver quién rayos se queja cuando uno exija su sueldo en dólares, pague -la renta en billetes verdes y el papá de la novia salga con la clásica: “A -mí no me hables de pesos.”
- Y qué más da si se hace chiquito el PIB en dólares y las casas de cambio -se vuelvan taquerías o, mejor dicho, “Burritas Shop”.
- Ahora que quienes hablan de la opción dos, conocida como “Europa-en-México”, -es decir, aprovechar el vasto territorio del TLC para crear un área monetaria -común, engolan la voz para hacer el largo recuento de maravillas, condensadas -en una sola línea: todos para una y una para los tres.
- El problema es qué nombre se le pondría a la moneda expedida por Estados -Unidos, Canadá y México, para no desmerecer del Equs de la Unión -Europea... digo, para no hablar de si tendría cara y cruz o águila y sol.
- Por lo demás, los más serenos, los más pausados, los más propios, hablan -con palabras complejas de la opción uno –la preferida de Ortiz–, conocida -como “Vivan-las-Malvinas”: la instalación solemne de una Junta Monetaria al -estilo gaucho... aunque también la hayan llevado a escena en Hong Kong, -Singapur, Estonia y Bulgaria.
- La gran ventaja, decían los expertos de esa noche de cena, es que habría un -tipo de cambio fijo, a la par con el dólar, respaldando el triple salto mortal -con el flujo de divisas que captara el país.
- Vamos, como en la época de Venustiano Carranza.
- Y a ver quién nota la diferencia entre los Cetes y los bonos del Tesoro; -entre lo que se paga por las importaciones y lo que se factura por las -exportaciones.
- Y a ver qué nos hace otro 19 de diciembre de 1994 u otra Semana Santa de -1954.
- El problema es que a los postres ni los fans de la uno, ni los -teóricos de la dos, ni los filósofos de la tres saben bien a bien a qué nos -llevaría la revolución. Si le ponemos Disneylandia a Reino Aventura, Bronx -mexicano a Ciudad Neza y Jalogüín a Mixquic, o de plano cambiamos el águila -por una estrella.
- ¿No se enojaba Miguel Mancera cuando se le hablaba del modelo argentino? -¿No se dijo a los cuatro vientos que el sistema de libre flotación era la -vacuna contra todas las enfermedades, incluso las del alma?
- Lo cierto es que la divisa verde ha sido tradicionalmente la maldición del -país. Si se deprime frente al peso, malo; y si se desborda, peor. Cuando no son -los especuladores, son los sacadólares. Y cuando no se destruye la -competitividad, se desata la fiebre por la fayuca. Y si no se caen las -exportaciones, se viene el alud de pérdidas cambiarias.
- Peor aún, cuando suben alocadamente las tasas de interés, en afán -desesperado por defender al peso, hete aquí que se cayó el rendimiento para -los inversionistas de los fondos, dada la minusvalía por las posiciones de -largo plazo asumidas con recursos de corto.
- La solución, pues, más que aclamar al dólar, es acabar a patadas con él.
- Y a ver quién vuelve a molestarnos...