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Salvador Martínez Garza

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Salvador Martínez Garza es miembro de la nueva élite de millonarios de Guadalajara, aquélla surgida casi por entero en esta década, que hoy ha retomado las riendas de los más preciados símbolos de Jalisco. Distribuidor por muchos años de la marca de aceites Texaco, Martínez Garza dio su primer paso hacia la fama cuando ganó, en una licitación realizada en el pasado sexenio, la división de lubricantes de Pemex.

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Con una inversión de $170 millones de dólares (de los de a $3 pesos, en 1992), Industrial de Compuestos Químicos, le ganó el concurso a Dupont y se quedó con 51% de las acciones de lo que se llamaría Mexicana de Lubricantes (el accionista minoritario siguió siendo Pemex). Un negocio nada malo, dada la exclusividad de la que aún gozan los aceites de esta empresa en las gasolineras del país.

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De inmediato, Martínez Garza destinó otros $14 millones de sus dólares a la construcción de una macroplanta aceitera en Lagos de Moreno, Jalisco, la más grande de América Latina. La cuestión desató más de una suspicacia, dado que en esos años aquel “poblado”, como diría Burton Helms, vivió un boom económico impulsado por Cecilia Occelli de Salinas. Hasta se dijo que los terrenos donde se ubicaría la planta eran de ella, pero el asunto se quedó en el olvido.

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Los socios de don Salvador resultan ser viejos conocidos: Juan José Leaño Álvarez del Castillo (el de la Federación Mexicana de Futbol) y Arturo Lomelí, el famoso horticultor que saldría bastante mal librado después de sus inversiones en Banca Cremi y en Del Monte, esta última junto con Carlos Cabal Peniche, aún prófugo.

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Pero los “Dorados” de Pemex no son los que hicieron famoso a Martínez Garza. Un buen día este hombre hizo realidad el sueño de todo mexicano: hacerse de su equipo de futbol favorito. En 1993 los directivos del Club Chivas estaban tronándose los dedos ante pérdidas millonarias y una baja del público en el Estadio Jalisco. La salida era ceder la operación del equipo a un capitalista, pero la única opción hasta el momento era de alguien relacionado (¡horror!, gemían) con Televisa. Entra en escena Martínez Garza  junto con Raymundo Gómez Flores (otro de los nuevos millonarios) y el mismo Arturo Lomelí. Ofrece invertir hasta $25 millones de dólares en los próximos 10 años, a cambio de la explotación de las entradas y demás por ese periodo.

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El grupo gana la concesión, y con ello el derecho a que los promotores más voraces se aprovechen de su inexperiencia los primeros años, a que otros miembros del club los llamen mentirosos y exijan su cabeza cuando al fin le otorgan los derechos de transmisión a Televisa, a que el equipo no llegue a la liguilla por dos años a pesar de los millones invertidos, a que todo mundo opine sobre sus decisiones y sueñe con algún día comprar el equipo para manejarlo a su antojo... en fin, un negocio tan bonito que sólo un verdadero fanático podría asumirlo felizmente.

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Pero en 1997 todo le sale bien a la Chivas, y Martínez Garza le tapa la boca a todos los que hablaron mal por cuatro años. Con el “Tuca” Ferreti como director técnico, el equipo –ahora conocido como “las Superchivas”–, conquista el campeonato que buscaba desde hacía más de una década.

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Si sólo las cosas le hubieran fructificado así en el negocio de la política. Priísta, don Salvador le entró a apoyar con todo a los candidatos tricolores en Jalisco... con tan mal resultado que el pan conquistó la gubernatura y la mayoría en el Congreso local.

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Algunos suspicaces opinan que el gobierno blan-quiazul se ha desquitado con él, plan-tándole sendas multas cada vez que rebasa el aforo del Estadio Jalisco (lo cual, para su felicidad, es frecuente). Él, como que se hace loco para pagarlas, aunque luego va a negociarlas directamente con el gobernador.

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Al igual que sus socios Lomelí y Gómez Flores, don Salvador ha estado demasiado cerca de que le marquen un tiro penal, por jugar en el mismo equipo donde se han dado negras historias de fraude, como en Del Monte o Cremi. El más reciente caso fue el tremendo fault de Jorge Lankenau, quien salió expulsado hacia el arraigo domiciliario, mientras que su banco pasaba a las manos de Citibank. Martínez Garza también era consejero en ese banco. Eso es vivir la intensidad del fútbol.

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