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UNAM: Rebelión plebeya

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La precariedad de nuestra cultura democrática, el anacronismo y descrédito de las instituciones, y la insensatez de los actores políticos en ambos lados de las barricadas, son algunas de las certezas que deja el conflicto universitario.

- El extravío democrático de los estudiantes paristas y no paristas: las asambleas como elogio al rollo sin fin; el discurso encendido, simplificador, excluyente; el golpe de mano de núcleos duros de activistas ante el vacío dejado por una mayoría pasiva, silenciosa, ayuna de cultura cívica; la incapacidad del CGH para entender que diálogo no es la rendición del otro y que la democracia implica negociar.

- Detrás de la militancia enardecida de miles de jóvenes hay otros datos: se saben extraños en su propio país, son parte de una generación frustrada y desesperanzada: saben que forman parte de un México cada vez más extenso, inhóspito e inviable: el de “los olvidados”. Claman por lo que definen como “universidad popular”. Se asoman al futuro con la vista puesta en una utopía. Reclaman abrir las puertas de las universidades a todos los que quieran ingresar, sin nadie que califique las ganas y el talento que no son privilegio de ninguna clase social. El reclamo por una “universidad popular” es una arenga cuya concreción llevaría a la Universidad a su peor derrota –proletarizar el conocimiento– que, paradójicamente, sería el fracaso de los paristas, del país, y de todos.

- Los paristas se equivocaron al no entender que habían ganado. Pero acertaron al recordarnos que la UNAM es y debe ser conciencia crítica de la nación y llamarnos a repensarla. Más allá de lecturas coyunturales, hay que entender al conflicto como una señal de lo que puede venir: los severos desarreglos que está dejando el darwinismo social de un México en el que sólo sobrevivirían los más aptos.

- La reforma al reglamento de pagos fue sólo la manifestación epidérmica, el factor desencadenante de agravios latentes. El verdadero sustrato de la movilización social (de allí la suma de grupos y organizaciones: lumpen, colonos, ambulantes, sindicalistas) rebasa la defensa de la gratuidad de la educación y expresa el hartazgo de amplios conglomerados sociales con el status quo : el país de los ganadores (unos cuantos) y de los perdedores (una masa enorme), irritación que anuncia —si no se pone en marcha una reforma social— el ascenso de la conflictividad.

- Los paristas son expresión inequívoca de “la generación de la crisis”, por eso el reinicio de clases no significa el fin del conflicto. Si acaso, la conclusión de una etapa que debe leerse sin alarmismo y con seriedad como el asomo de una rebelión plebeya.

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El autor es editor de la Carta Política Mexicana

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