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Un 2011 lleno de ambigüedad

Un año pre–electoral podría presentar dos caras de la moneda para la situación de la industria: impulso a su competitividad o verse rezagada frente a otros temas.
lun 24 enero 2011 10:45 AM
Jordy Micheli, ingeniero y economista, es profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-Azcapotzalco) (Foto: Manufactura)
jordymicheli (Foto: Manufactura)

Es el inicio de un nuevo año y es difícil abstraerse del ritual de desearnos un 2011 venturoso. Será difícil que ello se torne realidad: a nadie escapa que las empresas mexicanas han sido víctimas de un estancamiento prolongado de la economía nacional, cuya evolución va más allá de la crisis. Lo pregonado en el año 2000, un gobierno de vocación empresarial y emprendedora, quedó en nada y el camino desde entonces es el mismo. Las bases de la competitividad del aparato productivo están diezmadas y, aunque existan los esfuerzos de un número pequeño de empresas que renuevan métodos, buscan socios tecnológicos y emprenden acciones competitivas, el escenario reciente muestra un retroceso, incluso, a nivel internacional.
La revista chilena América Economía, genera cada año una clasificación de las mayores empresas de la región latinoamericana y, en su versión de 2009, publicada en 2010, ( http://rankings.americaeconomia.com/2010/500/ranking-500-america-latina.php ), el tema central se construyó sobre una pregunta simple que en México ningún funcionario o analista especializado ha contestado: ¿a dónde se fueron las empresas mexicanas?
Si el lector gusta mirar esta página web, encontrará que las firmas nacionales salieron del ranking. Las que llegaron fueron básicamente las brasileñas y eso no es novedad ya. Las explicaciones sobran y las responsabilidades no están sino en los gobiernos.
La revista explica: "En el ranking de 2005, 
México tenía 138 empresas entre las 500 más grandes de la región. En la versión 2009 de la lista de América Economía son casi 20 menos, llegando a 119. Hace 15 años, México dominaba la lista, ya que casi la mitad de las 500 provenían de ese país. Hoy, la situación se ha invertido y es Brasil el que ocupa el lugar que antes ostentaba México".
Entonces, ¿qué esperar en este año que inicia? ¿Una burbuja de recuperación o una plataforma de crecimiento? El estado en que la economía mexicana entra a 2011 es ambiguo. Algunos indicadores de coyuntura reflejan una recuperación y ello nos puede convocar a un optimismo que se reforzaría si nos creyésemos que el mayor presupuesto público de la historia, como fue el aprobado a fines de 2010, pudiese ser utilizado como un instrumento de desarrollo para el conjunto de la economía.
Como desde hace mucho la manufactura no es el motor de la economía, su desempeño va a depender de cómo crezca el mercado interno (esa es tarea del presupuesto de 2011)  porque ya se sabe que la recuperación de Estados Unidos va a ser pequeña, con una  previsión de aumento del Producto Interno Bruto (PIB) como máximo de 3.6% y manteniendo un desempleo alto, según el Sistema de la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés). Por razones políticas de un año pre-electoral, este presupuesto deberá construir un entorno de bonanza, como una crema de noche que intente disimular ‘líneas de expresión' del inocultable deterioro social.
La otra cara de la ambigüedad no haría caso de los presupuestos históricos ni de los indicadores de corto plazo. ¿Por qué ? Porque los referentes de la estructura económica nos dicen que sigue vigente una estabilidad sin crecimiento. La estabilidad es ciertamente la financiera, y la economía real es la que no crece al ritmo necesario: empleos productivos, inversión en infraestructura, fuentes energéticas, educación, ciencia y tecnología, por citar lo más relevante. En estos rubros están las causas de que México se haya deslizado hacia abajo en los diversas clasificaciones internacionales, en los últimos años, porque ‘crecer' en economía significa que existe una estrategia de Estado y no pequeños programas a la moda. Estimado lector: 2011 nos ilustrará pronto sobre esta ambigüedad.

*El autor es ingeniero y economista. Profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM- Azcapotzalco).

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