'Visa al paraíso': la labor de un cónsul mexicano por judíos y españoles
Cuando la cineasta Lillian Liberman conoció a Gilberto Bosques se extrañó de que en los libros de Historia no figurara este cónsul mexicano que salvó la vida a miles de republicanos españoles y judíos refugiados en la Francia de los 40.
Ocho entrevistas cuando Gilberto Bosques (1892-1995) contaba con 100 años, le sirvieron para darse cuenta de que estaba frente a "un gigante moral de una ética inquebrantable" en la misión encomendada por el presidente Lázaro Cárdenas: salvar al mayor número posible de personas.
Con la invasión alemana de Francia en la II Guerra Mundial (1939-1945), el consulado se trasladó de París a Marsella. Bosques rentó allí dos castillos para alojar a los republicanos que abandonaron España tras el triunfo de las tropas del general Francisco Franco y a los judíos perseguidos por el nazismo. Esos días de aquellos ciudadanos en tránsito que huían del miedo, de las bombas y del frío fueron filmados por el cónsul, en el cargo de 1939 a 1944. Las imágenes están incluidas en el documental Visa al paraíso (2010), el homenaje dirigido por Liberman y presentado en la pasada edición del Festival de Cine de Guadalajara.
Dolor en la memoria
La historia está narrada por el propio diplomático y por los hijos de exiliados, que guardan en la memoria aquella huida de la mano de sus padres. "Me abrieron su corazón por primera vez. Fue una liberación, una catarsis”, explica Liberman. La directora subraya que el documental permitió a aquellos emigrados a México agradecer a Bosques el poder "venir a un país en el que iban a tener la oportunidad de lograr todo aquello que se plantearon”. El cónsul ayudó en torno a 25,000 españoles, además de otras decenas de miles de judíos, según la documentación de la cinta.
“Quien tenía la firma de don Gilberto tenía fe para la vida”, dice entre lágrimas Flory Klapp, una de las entrevistadas.
Uno de los escenarios de esos recuerdos es el campo de concentración de Argelès, en el sur de Francia, donde “los camiones llegaban por las mañanas cargados de ollas con sopa caliente y hogazas de pan, y regresaban repletos de cadáveres”, recuerda Roberto Civera, que vivió allí cuatro años con su familia.
Entre los testimonios, se suceden de imágenes en blanco y negro, con filas de personas que corren con sus pertenencias o que forman una hilera para recibir comida. La música, acorde con el ambiente de guerra, la interrumpe el ruido de las bombas.
“Te daban un té y horas después, una zanahoria”, detalla Rafael Del Castillo, que no se olvida de cómo don Gilberto agarró del brazo a su padre para que las SS (unidad del régimen nazi) o la policía francesa no impidieran su partida. “Don Gilberto descendió de su carro oficial, fue directamente a la pasarela que llevaba al barco. Tenía a mi padre justo a su lado, lo sostenía del brazo. Dijo: ‘Soy el embajador de México, no pueden tocarme’. Le dio un beso y mi padre le dio a él un beso. Después, mi padre subió la escalera”.
¿Llegada al paraíso?
Una vez en México, "no encontraron el paraíso". Entre otras dificultades, se encontraron con la comunidad española ya asentada, “que era franquista”. Los exiliados emprendieron un proceso de adaptación para levantar una nueva vida. “No fue fácil, pero reconocen que México fue un país sumamente hospitalario y lo sé por mis padres”, reconoce la cineasta. Liberman, de origen judío, es nieta de un menchevique ruso que salió del país rumbo a América cuando sintió que se vulneraba la revolución por la que había luchado. La historia supuso un punto de conexión con Bosques, que también manifestaba cómo se habían perdido los valores de la Revolución Mexicana, de la que fue partícipe.
La cineasta asegura que al cónsul, que nunca se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y que rechazó en dos ocasiones la medalla Belisario Domínguez, le daría vergüenza la situación actual de México. “Él ya no podría ni manejarlo”. La medalla es una distinción del Senado de México a ciudadanos ilustres.
Liberman considera necesario recordar el peso diplomático de entonces. “En la memoria de un país están las respuestas para lo que ese grupo puede esperar en el futuro”, resume.
La exhibición de la película fuera de México sacude la conciencia, “en cuanto a la diferencia de cómo se trata a los migrantes mexicanos hoy en día fuera de México y cómo trató México a los inmigrantes europeos en ese momento”, según explica la cineasta. “Cuando pisaban el país, ya les daban la nacionalidad y circunstancias de migrantes como si fueran ciudadanos de este país”.
Visa al paraíso, que no ha accedido al circuito comercial de cines, se ha presentado en Estados Unidos, Francia y Suecia, prepara pases en Israel y estos días se podrá ver en el Festival de Cine Latino de Chicago. En México, la Cineteca Nacional de la Ciudad de México la ha proyectado durante varias semanas y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la exhibirá en varios de sus centros.