Porfirio Díaz vivió modestamente durante sus últimos años en Francia
Cada año son cientos los visitantes en acudir al cementerio de Montparnasse en París. El objetivo: contemplar la tumba más mexicana de allí.
Ramos de flores, imágenes de la Virgen de Guadalupe, banderas de México, cartas en español, a lo alto un águila mexicana y escrito en letras mayúsculas el nombre de " Porfirio Díaz ": no es difícil encontrar a simple vista la tumba del controvertido ex presidente y dictador mexicano , ubicada en la 15a. división de la Avenida Oeste del cementerio.
Si no, basta preguntar a algún cuidador: "Díaz, sí claro que lo conozco. Es famoso aquí", afirma Jules Bilon, quien trabaja desde hace cinco años en este cementerio. “Generalmente acuden visitantes de México, pero también de otros países de América Latina”.
En su mayoría turistas, los visitantes vienen especialmente durante el verano. “Al día habrá unas 10 personas”, según estimaciones de Bilon.
Y aunque Don Porfirio fue sepultado originalmente en la iglesia de Saint Honoré d'Eylau —ubicada no muy lejos de su lugar de residencia en París—, fue en 1921 cuando sus restos fueron trasladados al cementerio de Montparnasse, lugar donde también están enterradas reconocidas personas como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Julio Cortázar.
“La razón principal para trasladar a Porfirio Díaz a Montparnasse fue porque su familia creyó que la estancia del cadáver en la iglesia de Saint Honoré sería transitoria. Pensaban llevarlo a México, pero no fue posible. Por esta razón, sus familiares decidieron comprar una tumba en Montparnasse para dejarlo allí definitivamente”, comenta a CNNMéxico José Manuel Villalpando, director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.
La tumba y la cripta son sencillas, tal y como la vida parisina de Porfirio Díaz. Los visitantes dejan recuerdos y la familia es quien se hace cargo de ella, según informaciones del personal del cementerio, quien también confirma que hasta el momento no ha habido ningún incidente o intentos de exhumación, como se ha pensado.
Desde 1989, han existido peticiones infructuosas sobre un posible regreso de los restos de Díaz a México. “A los mexicanos que pasan por allí les da nostalgia o algo así”, dice Villalpando.
De la fastuosidad a la austeridad
A diferencia de su lujosa vida en México, Porfirio Díaz tuvo una estancia más bien modesta y desapercibida en París, ciudad en la que vivió exiliado los últimos cuatro años de su vida.
Tras dimitir oficialmente como presidente de la República Mexicana, el 25 de mayo de 1911, Porfirio Díaz decidió pasar sus últimos años en la capital francesa.
Como residencia escogió un modesto departamento que tenía una sala, dos recámaras principales, así como habitaciones para el servicio. Dos muchachas oaxaqueñas le hacían la casa y la comida en su departamento alquilado en el número 26 de la Avenida del Bosque, hoy conocida como Avenida Foch y que es también una importante avenida que atraviesa el famoso Arco del Triunfo.
Si se compara con la mansión de José Yves Limantour, su secretario de Hacienda, la morada parisina de Porfirio Díaz no era del todo fastuosa, a pesar de ubicarse en el distrito 16, uno de los más lujosos de la capital francesa.
“Díaz vivía allí porque era la única vivienda que podía pagar, era de alquiler y se sostenía con los dividendos de sus acciones del Banco de Londres y de México, puesto que su sueldo de General de División lo donó para premiar a los alumnos distinguidos del Colegio Militar”, explica José Manuel Villalpando.
Una vida modesta y solitaria
La parisina vida de Porfirio Díaz se caracterizó por su modestia. “No frecuentó los círculos de emigrados mexicanos y se dedicó a viajar por Europa”, dice Villalpando.
Aprovechando su estancia en París, Díaz viajó por Alemania, España, Austria, Suiza y recorrió la costa norte de Francia. Pero la edad y el desgaste físico lo fueron aislando por lo que al final sólo podía salir a pasear a los Campos Elíseos o al Bosque de Bolonia, ambos ubicados muy a proximidad de su lugar de residencia en París.
Un artículo del New York Times publicado el 3 de julio de 1915, un día después de su fallecimiento, describe cuánto Porfirio Díaz gustaba de pasearse por los jardines de Bolonia: “Le gustaban estos jardines porque le hacían recordar el Bosque de Chapultepec en la ciudad de México”. “Era su paseo más práctico y cómodo, a sólo unas cuadras de su casa”, explica Villalpando.
La soledad fue también un elemento que marcó la vida de Porfirio Díaz en París. Ninguno de sus aliados políticos que vivían en Europa estuvo con él durante su muerte. Sólo su esposa, su hijo y su nuera.
A cien años del fin de su dictadura, Villalpando piensa que su cuerpo debe permanecer en París. “Si bien yo personalmente formé parte de un intento por traerlo en 1995, hoy creo que debe permanecer donde está. Dejemos a los muertos descansar en paz”.
Un visitante francés comenta al pasar frente a la tumba de Porfirio Díaz: “ Si fue un dictador , deberían regresarlo a su país”.