La frontera: El Paso y Ciudad Juárez aguardan el 'efecto Trump'
La música de José Alfredo Jiménez suena a todo volumen. La calle alberga casas destartaladas, algunas cerradas y otras incluso abandonadas. En una esquina, un grupo de hombres se prepara con cerveza en mano para ver un partido de futbol y, metros más adelante, niños juegan, corren unos detrás de otros y hablan indistintamente en inglés y en español. "Oye, it hurts!", grita una pequeña a su hermano mayor.
Así es una tarde común en Segundo Barrio, la zona de El Paso más cercana al cruce fronterizo con su vecina Ciudad Juárez. En los últimos días, sin embargo, esa cotidianidad se ha visto interrumpida por la incertidumbre que ha traído el triunfo del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
nullDe uno y otro lado de la línea fronteriza, los habitantes, la mayoría hispanos, sienten preocupación por el discurso de Trump y su rechazo a México y los migrantes.
“La situación aquí está difícil. Yo soy ciudadana y no tengo miedo, pero ¿qué va a pasar con nuestra gente? Yo estoy del lado de la gente, y si él nos trata bien, nosotros lo trataremos bien”, dice Juana Martínez, una chihuahuense que lleva más de 30 años en El Paso. “¿Pero qué va a pasar con las maquilas, qué va a pasar con los indocumentados, sobre todo los niños? Ellos no tienen futuro allá”.
“Sí tenemos bastante preocupación. Yo llevo 30 años aquí y soy residente, pero ya estoy haciendo trámite para hacerme ciudadana, porque dicen que va a quitarle muchas ayudas a la gente, ¿qué vamos a hacer los viejitos? Los cheques del gobierno los usan prácticamente para pagar la renta”, comenta Julieta Pérez, originaria de Durango.
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nullDesde que Trump anunció sus aspiraciones presidenciales, miles de hispanos buscaron convertirse en ciudadanos para poder votar en su contra. Ahora, por temor a perder sus derechos, miles más buscan acelerar un trámite que antes no les interesaba.
“Uno no quiere creer que pueda pasar algo malo. Pero, ¿y si sí? Es mejor estar preparados”, comenta Carmen Díaz, chihuahuense residente de Segundo Barrio desde 1982. “La mayor preocupación es con la gente de México, si les quitan las maquilas, ¿qué van a hacer? Quién sabe, tal vez sí sea buen presidente, pero tal vez provoque una guerra civil”.
Desde Segundo Barrio se pueden ver el Río Bravo y las edificaciones de Ciudad Juárez, que no luce tan imponente como se ve El Paso desde el puente de la Juárez, el más concurrido de los tres que conectan a ambas ciudades. Los mexicanos se han asentado en la zona desde el siglo XIX, aunque la Revolución disparó las cifras.
“Este es un barrio históricamente mexicano, históricamente pobre, históricamente indocumentado”, dice Sergio Millán, un taxista de Aguascalientes cuyo padre es mexicano-estadounidense. “Muchos llegaban acá, pero los que tenían dinero se fueron hacia el norte, mientras que los más pobres se quedaron”.
Durante su campaña, Trump anunció que buscaría la deportación de 11 millones de personas indocumentadas, y habló en contra de los anchor babies, hijos de migrantes que obtienen la nacionalidad por haber nacido en EU. Este domingo, el presidente electo redujo la cifra a 3 millones y aseguró que se concentraría en la población carcelaria, pero la incertidumbre sobre cuáles serán sus acciones persiste.
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Los temores de los estudiantes
Tres días después de la elección, cerca de mil personas se reunieron en la plaza San Jacinto en El Paso. Casi todas eran estudiantes de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), donde muchos son dreamers amparados por la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), que protege a cerca de millón y medio de indocumentados que llegaron a EU en la niñez.
Uno de sus grandes temores es, precisamente, la posibilidad de ser deportados, ya que Trump también amenazó con retirar la DACA.
“Él es muy impredecible, y hasta que no comience a operar, no sabremos hacia dónde se moverá. Pero ya su equipo de transición luce peligroso“, considera María Espinoza, estudiante mexicana de la UTEP.
La manifestación se realizó para protestar por las medidas de Trump y, a pesar de la violencia ocurrida en otros estados, El Paso se mantuvo tranquilo.
“En las demostraciones del viernes había una sensación de unidad y esperanza. Nadie está actuando de forma violenta. Incluso hubo un momento medio incómodo en el que lanzaron una piñata de Trump a la audiencia, diciendo ‘hagan con ella lo que quieran‘, la gente la devolvió, nadie quería golpearla“, cuenta Ana Fuentes, otra estudiante de la UTEP.
Gracias a esta sensación de calma, a los estudiantes no parece preocuparles que pueda haber actos violentos en su condado, como los que se han reportado en el resto del país, pero saben que en otras ciudades sí podrían ser acosados y amedrentados por su condición de inmigrantes.
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“Claro que nos preocupa, pero El Paso es tranquilo. Creo que el miedo viene más de las deportaciones. Mi madre, por ejemplo, vive aquí desde los cuatro años y lleva 40 años como indocumentada... No creemos que le suceda algo pero, ¿cómo estar seguros? Como mujer, también me asusta que nos puedan quitar derechos respecto a nuestra salud reproductiva, y como estudiante, que nos quiten becas y fondos para realizar investigaciones, no sería sorprendente ya que el tipo ha dicho que no cree en el calentamiento global, así que no está del lado de la ciencia“, considera Annalise Acosta.
En la UTEP, el ambiente es más de organización que de miedo. Los jóvenes se reúnen para decidir qué acciones tomar en todos los aspectos que les preocupan, aunque sea fin de semana. Los ojos se le llenan de lágrimas a María mientras habla de Trump, pero dice con firmeza: “No es momento de llorar, es momento de actuar“.
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Del otro lado del río
Juntas, El Paso y Ciudad Juárez suman una población de 2 millones de personas. Muchas viven en una y trabajan en la otra, o van de aquí para allá para hacer compras o pasear. Si no fuera por las oficinas migratorias, el tránsito de una ciudad a otra no se sentiría. En el espacio donde casi se tocan, es difícil distinguir si se está de un lado o del otro. La única diferencia son los precios: en dólares o en pesos.
“Son un solo corazón, una sola ciudad. No se puede entender al uno sin el otro“, dice Carlos Gómez, quien nació en Juárez, se crió en El Paso y volvió a Juárez a iniciar una familia. “Trump puede decir muchas cosas, con su mentado muro, pero dividirnos va a estar muy difícil“.
Tan sólo en marzo de 2016, más de 1.8 millones de vehículos y 589,000 peatones cruzaron la frontera, según las organizaciones Plan Estratégico y Así Estamos Juárez. Se trata del segundo paso fronterizo más grande entre ambas naciones, sólo debajo de Tijuana-San Diego.
“Para mí la mayor preocupación es el dólar. Yo voy de compras allá cada semana, es más barata la gasolina, y a veces el huevo, el pollo, la ropa. Pero nada más ganó este señor y se disparó el dólar, yo no sé si vaya a seguir conviniendo comprar allá“, platica Sergio Ramírez.
Otros temen que se haga más difícil conseguir una visa, que ya no los dejen pasar a trabajar o que se vean alejados de sus familias. Pero quizá el mayor temor es que la violencia regrese a Ciudad Juárez si aumentan las deportaciones.
“Las cosas acá en Juárez se están volviendo a poner violentas, aunque no tanto como hace unos años. De pronto hay balaceras y eso“, cuenta Francisco. “Pero si vienen más repatriados y se quedan acá, seguro va a aumentar, y eso sí va a ser un problema grave para nosotros“.