OPINIÓN: Diversidad religiosa y no discriminación, vías para la igualdad
Nota del editor: Ricardo Bucio Mújica es presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) de México. Puedes seguirlo en su cuenta de Twitter @ricardobucio
(CNN) — Como anotó alguna vez Gilberto Rincón Gallardo, fundador del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación:
"Los cansinos padrones de la historia no han dejado pasar siglo ni año sin registrar los hechos más tenebrosos y envilecedores por amor a dios: las Cruzadas, la Santa Inquisición (...) las asquerosas tenazas del esclavismo; la destrucción de seres humanos, templos y culturas evocando al verdadero dios (...) las interminables guerras entre católicos y protestantes; las expulsiones de los judíos".
Sigue una enorme y cruenta lista que pasa por los fundamentalismos, los destierros, el Holocausto, lapidaciones, mutilaciones y ejecuciones en nombre de lo sagrado, y múltiples y cotidianas formas de discriminación. Incluso cuando se busca el respeto de las diferencias y no su destrucción, hay grandes espacios de confusión que han llevado a promover una tolerancia desde la que se discrimina, según explica Roberto Blancarte en Libertad religiosa, Estado laico y no discriminación.
La relación de las personas con la creencia de un ser supremo, de un dios, de varios dioses, es tan antigua y tan presente como pocos temas en la historia de la humanidad. Y también como pocos, ha influido e influye en la forma de autoidentificación de cada persona, y de su relación consigo misma y con las demás personas, con todas aquellas que representan la otredad, con quienes se comparte o se difiere en la concepción y relación con él, con lo "totalmente otro".
Durante mucho tiempo, se ha repetido una máxima, que comparten la mayoría de las religiones en el mundo: "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti".
Esta expresión supone que las religiones reconocen y valoran de manera importante no solo la relación de la divinidad con las personas, sino la de éstas entre sí. No quieres para nadie lo que no querrías para ti. Supone la percepción de igualdad, pues el otro merece lo mismo que yo. Supone la certeza de la dignidad, pues de fondo propone respeto, cuidado, valoración, protección, aquello que yo querría y necesito para vivir en dignidad. Si este ideal central se ha compartido a lo largo de la historia y en el desarrollo de las religiones, ¿por qué éstas han sido motivo o justificación de conflictos, divisiones, guerra, despojo, desconfianza, restricción de derechos y de libertades, sojuzgamiento y negación del diferente, del otro?, ¿porqué nuestras creencias y relaciones con lo otro no son suficientes para el respeto de la otredad humana?
La diversidad, en las religiones y en cualquier tema, es signo de los tiempos, requiere saberse y reconocerse, pero sobre todo necesita encontrarse y dialogar, y descubrir todo lo que tienen de común, en lo más profundo, las personas. La diversidad no sólo es realidad creciente, sino posibilidad de libertad, de cohesión social, de respeto a los derechos de quienes —para cada una y cada uno de nosotros— representan la otredad.
Pero es difícil aceptar la diversidad, a juzgar por los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Discriminación en México (Enadis) 2010, que da cuenta de que tres de cada 10 personas que pertenecen a alguna religión distinta a la católica consideran que su principal problema es el rechazo, la falta de aceptación, la discriminación y la desigualdad, mientras que una proporción similar considera que su principal problema son las burlas, las críticas y la falta de respeto, y solo siete por ciento considera que no tiene problemas con su religión. Es significativo que las personas que pertenecen a minorías religiosas consideren que la gente de su colonia, los otros más cercanos, son las más intolerantes a su religión.
Un dato alentador que proporciona la Enadis 2010 sobre minorías religiosas que hoy se presenta, es que más del 80 por ciento de la población está muy en desacuerdo o en desacuerdo con que las personas católicas tengan más derechos que las de otras religiones, porcentaje que alcanza prácticamente el 89 por ciento en niños, niñas y adolescentes de 12 a 17 años; por otro lado, en los grupos de edad más jóvenes, más de dos terceras partes de la población aceptaría que en su casa vivieran personas de una religión diferente a la suya (cerca del 70% en los grupos de 12 a 39 años). Ello puede ser indicador de que la población más joven del país está en la ruta de una mayor apertura a la diversidad religiosa en nuestro país.
No discriminar a las personas que profesan una religión distinta y permitir que gocen de libertad para expresarse, es una obligación que compete al Estado y a la sociedad en su conjunto. En México la religión católica, pero también expresiones y denominaciones religiosas distintas a ésta, han participado en la construcción de los grupos sociales. La diversidad política, cultural, o la religiosa no son una amenaza para la cohesión social de la nación. Son una realidad que, a través de su reconocimiento, el respeto y la garantía de derechos, nos puede ayudar con fuerza para avanzar hacia la igualdad. El diálogo interreligioso y ecuménico es una herramienta fundamental para seguir en esta ruta.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ricardo Bucio Mújica.