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El circo derriba barreras sociales en EU

Una escuela circense en San Luis, EU agrupa a niños de cualquier condición social, raza y religión; realiza intercambios con chicos árabes y musulmanes, promoviendo la hermandad y tolerancia.
mar 13 enero 2009 06:00 AM
El circo del Museo Municipal de San Luis tiene fines sociales. (Foto: AP)
Circo (Foto: AP)

Cuando alguien busca formas de unir niños de distinta condición social, raza o religión, probablemente no piense que actos de malabarismo o acrobacia puedan ayudar.

Jessica Hentoff cree que sí.

Hentoff, de 53 años, es directora artística y directora ejecutiva de una escuela de circo que funciona en el Museo Municipal de San Luis. A sus clases asisten niños cuyos caminos normalmente no se cruzarían, quienes forjan amistades a partir del entrenamiento y las presentaciones.

La iniciativa, por ejemplo, ha reunido a chicos judíos y musulmanes.

El 16 de enero, Hentoff hará una presentación ante el Festival Internacional de Circos en Montecarlo, en la que hablará sobre su concepto de "circo con fines sociales", en el que las actividades circenses ayudan a promover cambios sociales.

"En el circo, (los chicos) pueden definir quiénes son. Aquí deciden quiénes son y lo que pueden llegar a hacer", dijo Hentoff, quien fue elegida la Innovadora del Año en el mundo de las artes por el Concejo Educativo y Artístico de San Luis.

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Hentoff pasó su infancia en Nueva York y se trepó por primera vez a un árbol a los diez años de edad. Pero cuando cursaba estudios en el Purchase College de la Universidad Estatal de Nueva York, en 1973, comenzó a tomar clases de circo. Aprendió a tragar fuego, hacer de payaso y cosas por el estilo.

"Estaba encantada con los malabarismos que hacía; podía saltar seis metros (20 pies)", recordó.

Empezó a trabajar con el circo. El primero fue el Circus Kingdom, que tenía funciones normales y también visitaba asilos de ancianos, prisiones y hospitales. "Ese era un circo con una función social, que iba más allá del mero entretenimiento", expresó.

Hentoff viajó con otros circos y siguió aprendiendo. Ella y Kathie Hoyer comenzaron a hacer un acto en el trapecio en 1980 y fueron contratadas por el Circo Flora, de una pista y que comenzó a funcionar en San Luis en 1987.

Los estudiantes de Hentoff trabajan en el Flora. Cuando ese circo dejó de ofrecer clases en el 2001, Hentoff creó la Fundación Día de Circo, sin fines de lucro, que da clases a estudiantes de nivel intermedio o avanzado.

El Museo Municipal de San Luis presenta funciones de circo los fines de semana durante el año escolar y durante la semana en las vacaciones y los festivos en los que no hay clases.

En el ecléctico museo abundan los mosaicos, cuevas para explorar, grandes toboganes e incluso un parque de diversión al aire libre en el que los niños pueden recorrer túneles, subir a torres, simular que viajan en avioncitos suspendidos en el aire y en camiones de bomberos.

Durante una reciente visita al anillo del circo dentro del museo, un grupo de estudiantes blancos y negros que asistían a escuelas públicas y privadas, o recibían clases en sus casas, se prepararon para la presentación más importante del año, "Cafe Appassionato".

Claire Kuciejczyk-Kernan, de 17 años, puso sus pies y sus tobillos en bloques e hizo un "split", un ejercicio en el que demuestra su impresionante flexibilidad.

Cerca de ella, Melvin Diggs, de 16 años, y Terrance Robinson, de 15, practicaban una rutina con uno de los tres hijos de Hentoff, Kellin, de 12 años, en la que hacen equilibrio y malabarismos con platos de madera.

Hentoff dijo que en el circo los chicos hace mucho más que desarrollar talentos circenses. Ella les habla sobre la forma en que se manejan con otros, cómo es importante ir paso a paso, quemando etapas para seguir mejorando, y les recalca que, si fallan en algo, deben volver a intentarlo.

"Cuando uno pega brincos, hace volteretas y malabarismos, aprende a concentrarse, a ser persistente, a trabajar en equipo", manifestó.

Un grupo de chicos del circo municipal viajó a Israel para una función con niños árabes y judíos en el Circo de Galilea. Posteriormente, algunos de esos muchachos vinieron a San Luis. Si bien hubo barreras idiomáticas, los ensayos permitieron superarlas, según Hentoff.

Kuciejczyk-Kernan dijo que se había probado el pañuelo que llevaba en la cabeza una niña musulmana y también había hablado con los visitantes acerca de sus experiencias en la guerra. Afirmó que se hizo amiga de varios visitantes. "Es devastador cuando se van. Ojalá vuelvan el año que viene", declaró.

Se han iniciado campañas para recaudar unos 50,000 dólares, con el fin de poder enviar a los chicos a Israel nuevamente el año que viene.

Hentoff describió funciones en las que participaron chicos judíos de Karmiel, árabes del poblado de Dir el-Assad y sus estudiantes estadounidenses.

"Los chicos de las primeras filas se reían, pero había adultos detrás de ellos que soltaron lágrimas", expresó.

 

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