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Sobrepesca dejará sólo medusas en el mar

Dentro de 50 años el océano podría ofrecernos para comer solamente algas y medusas, explica Quo; la sobreexplotación de los ecosistemas ha generado un desequilibrio que puede derivar en la escasez.
dom 30 agosto 2009 06:00 AM
Las medusas darán una nueva sazón a nuestros alimentos en el futuro, aunque por ahora no prometen mejorar el sabor de los mariscos. (Foto: AP)
medusas (Foto: AP)

Los biólogos marinos están alarmados por los desequilibrios que están apareciendo en los ecosistemas marinos.

"Entramos en una época de gran incertidumbre", dice Boris Worm, de la Universidad Dalhousie en Halifax, Nueva Escocia (Canadá), e integrante del proyecto Censo de la Vida Marina. "Si continuamos como hasta ahora, dentro de 50 años puede que no quede mucho que recoger del mar". Y si llegamos a vaciar los océanos de peces, el resultado será un agujero en nuestra dieta.

Según la FAO, cada mexicano come, en promedio, una media de 11.5 kilos de pescado al año. El problema es que más del 75% de los caladeros de peces están exhaustos, sobreexplotados o en recuperación. La sobrepesca también está creando vacíos en los sistemas marinos, que son aprovechados por especies oportunistas.

Efecto boomerang

Sustituir un alimento marino sabroso por otro no suena difícil, pero sí lo es. El problema es que el sustituto puede no resultar tan delicioso. Durante los últimos años, la industria pesquera ha empezado a capturar grandes cantidades de peces pequeños, comedores de plancton, como las sardinas y otras especies similares. Esta puede ser una estrategia peligrosa. "Si eliminas los peces pequeños, hay una gran probabilidad de que otras especies de la cadena trófica, como las medusas, saquen buen partido de su escasez", dice Tom Anderson, ecólogo marino del Centro Nacional de Oceanografía en Southampton, Reino Unido.

Es lo que está pasando ya en uno de los caladeros más productivos del mundo, la corriente Benguela, que está próxima a la costa de Namibia, en el sur de África. Las causas de estos cambios son complejas, pero el factor mayor es el colapso de los antaño abundantes bancales de sardinas y boquerones. En los últimos años de la década de los 70, la captura total de peces era de unos 17 millones de toneladas anuales. Ahora está cerca del millón de toneladas. Y como las medusas comen huevos y larvas de pescado, y compiten con los peces jóvenes por la comida, el tránsito a un ecosistema dominado por ellas podría ser irreversible.

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El apogeo de las medusas se ha dado también en las aguas sometidas a sobrepesca del Mar Negro, de Alaska, del Mediterráneo y, para nuestra afectación directa, en el Golfo de México. En el Mar de Japón, la sobrepesca de sardinas y boquerones ha provocado un problema de proporciones épicas con las medusas: el apogeo de la especie gigante Nemopilema nomurai, que puede crecer hasta dos metros de diámetro.

Mala hierba del mar

Pero eliminar los peces de un ecosistema podría tener también otras consecuencias. El colapso de los caladeros de bacalao, abadejo, merluza, platija y solla de Nueva Escocia ha coincidido con el incremento de fitoplancton. Ocurre lo mismo con los salmones en el norte del Pacífico y con el bacalao del Báltico.

También los calamares prosperan cada vez más. "Casi todos los animales comen calamares en el océano, de modo que si eliminas a sus predadores, ¿cómo podría eso no tener un impacto?", pregunta George Jackson, de la Universidad de Tasmania en Hobart, Australia. Y como crecen rápidamente y viven menos de un año, su número puede incrementarse con facilidad. 

Ahora bien, si el porvenir de los caladeros es tan negro como algunos sugieren, podemos esperar un creciente número de criaturas viscosas en los océanos. ¿Qué nos dejará eso a los humanos para acompañar, empapelar y hacer con salsa veracruzana? Aparte de los camarones y los cangrejos, los calamares serán probablemente la apuesta más apetitosa, puesto que ya están consolidados en los menús de gran parte del mundo. Las especies de mayor tamaño, como el de Humboldt, proporcionan un filete grande y, ablandado con jugo de limón y poco cocinado, no resulta duro. Son ricos en proteínas (16%), bajos en grasa y una buena fuente de zinc, de vitaminas B2, B3 y B12, así como fósforo, cobre y selenio. Su inconveniente es que aportan mucho colesterol. 

Nuevos gustos 

Comparados con las medusas, sin embargo, los calamares son mucho más nutritivos y deliciosos. Ingrediente habitual de la cocina asiática, la medusa se ha comido desde hace más de 1,000 años en China, donde se añade a menudo a la ensalada. En Japón se sirve como sushi, y en Tailandia la convierten en una especie de tallarines. No obstante, los paladares occidentales necesitarían acostumbrarse a su gusto y textura. "Saben un poco a tiritas de pepino, pero un poco duras", dice Kevin Raskoff, de la Universidad Monterey Peninsula, en California.

Las medusas son bajas en grasas y altas en elementos como cobre, hierro y selenio, pero sólo tienen aproximadamente un 5% de proteína. Y lo que es peor: para prepararlas se suelen secar y salar, de modo que, a menos que se busque otra forma de hacerlo, los productos de medusa pueden resultar demasiado altos en sodio como para convertirse en alimentos básicos de nuestra dieta.

Cada año se lleva a tierra alrededor de un cuarto de millón de toneladas de medusas en todo el mundo. Al igual que en China y Japón, hay pequeñas piscifactorías en Australia, India y Estados Unidos. El trabajo invertido sigue siendo un reto: una vez atrapada, tiene que pasar por un tratamiento de 40 días para reducir su contenido en agua, disminuir su pH y afirmar la carne. Esto, junto con la dificultad de predecir su población y su bajo valor nutritivo, hace que su comercialización sea dudosa.

De modo que, a pesar de que los creativos habitantes de Obama (Japón) manejaron una oleada de medusas gigantes en 2006 convirtiéndolas en sushi, sopa e incluso pasteles de fantasía, no es probable que reemplacen al pescado como aporte principal de carne para el mundo. "Me preocuparía mucho que fuera lo único que nos quedase en el menú", dice Raskoff.

Y esto deja al plancton como posible sustituto del pescado. Se dice que los aztecas comían un "pastel" hecho con la espuma desecada de algas verdeazules, probablemente espirulina, que crecían en la superficie del lago Texcoco, cerca de la actual Ciudad de México. Según los conquistadores españoles, era muy nutritivo y tenía un gusto parecido al queso. Algo parecido aún se come en varios países, incluidos algunos de África central, donde se recoge del Lago Chad.

También el fitoplancton marino está saturado de ácidos grasos omega 3 y trazas de minerales. Debido a que sus apogeos tienden a estar compuestos en su mayoría por una sola especie, podría, en teoría, ser recogido a paletadas y transformado en comestible. Pero aun así, convertir los barcos de peces en arrastreros de algas no parece que pudiera funcionar, según Peter Franks, ecólogo del plancton de la Institución Scripps de Oceanografía de La Jolla, California. "Tienen una población de hasta un millón de células por litro de agua. Sin embargo, un millón de células apenas daría para fabricar una galletita de fitoplancton".

Además, añade Franks, a efectos prácticos, predecir dónde se va a producir un apogeo y asegurar que la recogida no esté contaminada por el puñado de especies que resultan tóxicas, convertirían la empresa en irrealizable, financieramente hablando.

Cambiar el rumbo

Incluso los calamares, que quizá puedan parecer una buena opción sobre el papel, serían una apuesta arriesgada desde el punto de vista de una industria pesquera de envergadura, dice Jackson. "Si hay mucha comida, crecen rápidamente y se reproducen pronto. Pero si las condiciones cambian, la población se desploma".

Sin embargo, Worm descarta reconvertir la flota pesquera mundial para buscar alternativas al pescado. Asegura que los recursos andan lejos de estar agotados, y aduce que hay muchos ejemplos de zonas de pesca en las que se han establecido áreas seguras de "no pesca" cerca de los caladeros, y que eso les ha permitido recuperarse, lo que los convierte en más rentables que otros en los que no se han tomado dichas medidas.

De acuerdo con él, estamos empezando a aprender de nuestros errores. Worm confía tanto en que podemos darle la vuelta a la situación actual, que apuesta por que los océanos del futuro tendrán más peces de los que tienen ahora. "En 2048 tendré 80 años, y espero poder dar una cena a base de pescado para celebrarlo", afirma.

En realidad, no es imposible, pero precisará un cambio abismal en la forma que tenemos de manejar los océanos. Sin algunos cambios serios, la cena marinera de Worm puede que sea nutritiva, incluso deliciosa, pero probablemente no será de pescado.


  Tempura flotante


INGREDIENTES

  • 200 g de medusa salada
  • 25 g de harina de maíz
  • 25 g de harina de trigo
  • 100 ml de agua con gas muy fría         
  • 2 cucharaditas de semillas
  • de sésamo tostadas
  • aceite de girasol para freír
  • una pizca de sal

PREPARACIÓN

Colocar la medusa salada bajo la llave de agua fría durante 5 minutos.

En un recipiente hondo, añadir agua hirviendo y dejar reposar durante alrededor de un cuarto de hora.

Enjuagar, volver a sumergirla en agua fría, volver a enjuagar y cortarla en pedazos de unos 2 cm de grosor. Secarla bien con papel de cocina.

Tamizar la harina, añadir la sal y el sésamo y mezclarlas con el agua mineral hasta conseguir una fina masa para rebozado.

Rebozar los pedazos y sumergirlos en el aceite de girasol caliente. Freír un minuto.

Sacar y dejar que escurra el aceite. Servir con salsa de soya.

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