México fue centro de espionaje nazi
Este texto resume un libro de futura publicación sobre actividades que realizaron agentes de la Abwehr en México para apoyar, desde la frontera norte, un plan de Hitler que tenía como objetivo atacar a los Estados Unidos en su propio territorio: la Operación Pastorius. Esta investigación está sustentada principalmente en documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Washington; reportes de la Galería Dos del Archivo General de la Nación; Informes diplomáticos del Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores y expedientes militares del Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Durante el primer semestre de 1940, Adolfo Hitler y los altos mandos de la Wehrmacht analizaban en su búnker militar si su poderío en tecnología bélica, aunado a sus innovadoras tácticas de guerra, les permitirían someter en breve a dos potencias mundiales de manera simultánea: la Unión Soviética e Inglaterra. En junio de ese mismo año pusieron en curso la invasión aérea sobre el Reino Unido, preámbulo a la Operación León Marino, que consistía en un desembarco sobre las playas inglesas tras abatir a sus aviadores, mientras preparaban la Operación Barbaroja contra la Unión Sovietica. Según cuenta Walter Schellenberg en Los secretos del Servicio Secreto Alemán, los generales del ejército nazi creían ciegamente en la locura de Hitler, quien aseguraba con firmeza: "el ejército ruso será derrotado en seis semanas". Esa confianza en la palabra del Führer los hizo enviar sus tropas a sortear el gélido invierno nórdico. Para enfrentar a Inglaterra al mismo tiempo, resultaba vital conocer el apoyo que podría recibir de su aliado en Estados Unidos. Por ende, la Oficina Central de Seguridad del Reich, encabezada por Reinhard Heydrich, puso manos a la obra para investigar el potencial de Norteamérica y acabar con la resistencia al otro lado del Atlántico.
Todas las secciones del aparato de espionaje alemán participaron en esa tarea. La Gestapo de Heinrich Müller; el Contraespionaje Político del RSHA encabezado por W. Schellenberg y la Abwehr; el Servicio de Inteligencia Militar, que dirigía el carismático Almirante Wilhelm Franz Canaris, quien se adelantó al decretar órdenes para ampliar las operaciones de su organización al hemisferio occidental.
El ejército alemán necesitaba conocer a detalle el potencial industrial de Estados Unidos, así como los movimientos navales de su flota y sus estrategias militares. Por lo tanto, la Abwehr escogió a México para establecer un centro de espionaje en todo el continente. El Almirante Canaris consideró competir en territorio mexicano por su valor estratégico: una extensa y porosa frontera con Norteamérica, desde donde se podría ejecutar el sabotaje a su industria.
Cárdenas, Hitler y Mussolini
Adolfo Hitler y Hermann Göring tenían otro objetivo al mandar a sus hombres a México: aprovechar sus ricos yacimientos petrolíferos. Desde el mes de mayo de 1938 Alemania recibía importantes flujos de crudo, proveniente de la República Mexicana. El presidente Lázaro Cárdenas le vendió petróleo a Hitler, a la Italia fascista de Mussolini y al Japón del emperador Hiroito como una medida para salvar su decreto de expropiar el energético a las empresas británicas, holandesas y estadounidenses.
Cuando el Presidente ordenó la nacionalización de la industria petrolera, el 18 de marzo de 1938, Gran Bretaña y los Estados Unidos reaccionaron con un boicot a México y exigieron a sus aliados que no le compraran crudo a la empresa recién creada por Cárdenas: Petróleos Mexicanos. Adolfo Hitler y Benito Mussolini rechazaron el boicot y gracias a ello se convirtieron en los salvadores de la paraestatal mexicana. El petróleo mexicano que recibía la Alemania nazi, era procesado en sus refinerías de Hamburgo, donde se producía el combustible que utilizaba su fuerza aérea, la Luftwaffe.
En 1938 la producción de crudo en la República Mexicana alcanzó los 38.8 millones de barriles anuales y se vendía al exterior alrededor del 70 %. Durante los primeros años de la guerra, Alemania absorbió el 48 % de las exportaciones, Italia el 17 % y Japón compraba una cantidad menor.
Para la Operación Barbaroja, el ejército nazi preparaba cinco mil aeronaves y más de 3,500 tanques. Esos planes enfatizaron la importancia que tenía México, ya que hasta los primeros meses de 1940 aún dependían de sus fuentes de abastecimiento. Así que durante el arranque de la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich no podía darse el lujo de perder el suministro del crudo mexicano.
El comando Wehrmacht
La Abwehr comenzó los preparativos para mandar a sus hombres a México a finales de 1939. Se analizaron planes en la sede del Oberkommando der Wehrmacht con los responsables de la División Económica del Servicio de Inteligencia (IWI por sus siglas en alemán), sección que buscaba conocer el potencial industrial de los países enemigos.
El doctor Ernest Bloch, quien comandaba a la IWI, revisó una lista para seleccionar quién viajaría a la República Mexicana. El responsable debería conocer muy bien tanto Latinoamérica como Norteamérica, hablar el idioma español e inglés y estar capacitado para el espionaje industrial. Después de analizar los expedientes, se inclinó por un militar que recién se había reintegrado a la milicia y en ese momento estaba como encargado de las operaciones de la IWI en Holanda, Bélgica y Francia.
El oficial seleccionado contaba con 42 años de edad, y 10 de ellos los había vivido trabajando en Colombia en diversas sucursales del banco Germánico de las Américas del Sud. Su nombre: Georg Nicolaus. Como segundo al mando se escogió a un barón llamado Friedrich Kart Von Schelebrugge. Nicolaus nació el 26 de septiembre de 1898 en Charlottenburgo. Era hijo del banquero, Robert Nicolaus. Después de concluir su militancia en el ejército germano en la Primera Guerra, se fue a trabajar en el Banco de Antioquía, una subsidiaria del Banco Germánico en Colombia. Gracias a ello, recorrió Sudamérica y conoció a profundidad su cultura.
En octubre de 1939 Nicolaus fue contactado por el Ernest Bloch para proponerle ampliar las operaciones de la Abwehr a México: "Tu misión -le dijo Bloch- tendrá como objeto determinar la potencialidad bélica de nuestros enemigos en el hemisferio occidental", según testimonio del propio Nicolaus, registrado en el Archivo General de la Nación, Galería 2 IPS, Caja 330 Expediente 1, que contiene su declaración al FBI en Bismark, Dakota del Sur, al término de la Segunda Guerra Mundial.
La misión fue clasificada de máxima prioridad para el ejército de Hitler, ya que además del espionaje industrial, incluía vigilar movimientos de navíos militares y buques de carga de los Estados Unidos, principalmente en el Golfo de México y a través del Canal de Panamá. Sus operaciones incluirían también conseguir materias primas para su maquinaria bélica.
Inmediatamente después de su elección comenzó una capacitación para enviarlo a México, la cual duró alrededor de tres meses. Se intercalaba entre la sede del Oberkommando Wehrmacht y el Instituto Químico Técnico del Reich, donde realizó un curso de sabotaje. Durante su entrenamiento conoció que se pueden fabricar poderosos explosivos mezclando un inofensivo chocolate con substancias que se pueden adquirir en cualquier farmacia.
Georg Nicolaus arribó en avión a la capital mexicana el 30 de marzo de 1940. Pudo cruzar sin problemas los filtros de la migración mexicana gracias al aplomo aprendido durante su entrenamiento.
En el momento de su arribo la efervescencia política imperaba en todo el país. La nación se encontraba convulsionada por ser año electoral: se disputaba la presidencia para sustituir a Lázaro Cárdenas. La candidatura de un militar de derecha, Juan Andreu Almazán, ganaba simpatías desde Baja California hasta Yucatán. El candidato oficial del grupo en el poder, Manuel Ávila Camacho, se mostraba conservador. Ambos aspirantes querían deslindarse de las medidas radicales del presidente saliente.
Desde Berlín se dieron órdenes de reforzar la presencia germana en México. Para mediados de 1940 comenzaron a llegar agentes de la Gestapo y prominentes colaboradores de los nazis que operaban en Brasil, Argentina, Francia y España. Para esa fecha ya había concluido el gobierno de Cárdenas, y antes de abandonar la presidencia, redujo los envíos de crudo a Alemania. Los nazis, por su parte, pretendían penetrar e influir en los miembros del nuevo gabinete del presidente Manuel Ávila Camacho, quien derrotó a Almazán en unas elecciones controversiales.
Entre otros espías, llegó el ciudadano de origen polaco Edgard S. Weisblat, considerado por los servicios de inteligencia estadounidenses como "uno de los más expertos y capaces agentes de la Gestapo", como se puede corroborar en la Caja 318 de las Investigaciones Políticas y Sociales del Archivo General de la Nación.
Además, dos prominentes sospechosos de apoyar al régimen fascista acapararon la atención en el país: Errol Flynn (acusado por Charles Higham como colaborador de los Nazis en Errol Flynn: The Untold Story), el famoso actor, y Jean Paul Getty, multimillonario estadounidense.
A esos círculos se sumó el magnate sueco Axel Wenner-Gren, quien era considerado uno de los hombres más ricos del mundo. Llegó con el pretexto de invertir en varias empresas, a bordo de su esplendoroso yate de 1,850 toneladas, el Southern Cross. Fue recibido por el hermano del presidente, Maximino Ávila Camacho, en el Puerto de Veracruz. Wenner-Gren era enviado directamente por órdenes del mariscal Hermann Göring, el segundo al mando de la Alemania Nazi, según se especula en documentos desclasificados por el Archivo General de Washington, recogidos en el libro Trading With The Enemy: The Nazi-American Money Plot 1933-1949.
El 9 de febrero de 1941 llegó a México Hilda Krüger, una actriz que probablemente colaboraba en los círculos nazis. Fue enviada directa del poderoso Dr. Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda del Tercer Reich.
Sabotaje: Operación Pastorius
Quien tuvo mejor suerte para ganarse al gobierno mexicano fue Hilda. A menos de dos meses de haber llegado al país ya registraba entre sus amantes a dos altos funcionarios del gabinete de Ávila Camacho: el Secretario de Gobernación Miguel Alemán Valdés y el subsecretario de Finanzas Ramón Beteta, según cuenta un memorándum enviado por la embajada de Estados Unidos en México al Departamento de Estado el 1 de julio de 1941, y que aún se puede encontrar en el Archivo General de Washington. Según el servicio de inteligencia estadounidense, Krüger "viajaba a la ciudad de Toluca" con el Ministro Interior, y con el financiero al puerto de Acapulco. Los agentes estadounidenses que la vigilaban informaron al Departamento de Estado que Hilda Krüger también se relacionaba con el Canciller Ezequiel Padilla y con el general Juan Andreu Almazán.
Krüger había entrado ilegalmente al país por Nuevo Laredo como ciudadana americana gracias a una carta de recomendación que envió Jean Paul Getty al Secretario de Relaciones Exteriores Padilla, como se encuentra datado por el FBI en un documento sobre la investigación del caso de Krüger. Para el 3 de julio de 1941, la actriz decidió legalizar su estancia inscribiéndose en el Registro de Extranjeros del Servicio de Migración. Su ficha, la número 137348 que se encuentra en el Archivo General de la Nación, precisa que es alemana, con 28 años, 1.65 m. de altura, soltera y actriz de teatro. Donde se solicita un nombre y domicilio en México de una persona que pueda dar referencias, la actriz escribió: "Lic. Miguel Alemán".
Gracias a la protección del Secretario de Gobernación, el aparato de espionaje que conformó Nicolaus pudo realizar exitosas operaciones para los nazis, como enviar a Europa "cientos de toneladas" de materias primas para fabricar explosivos. Enviaron reportes sobre movimientos navales de la flota de los Aliados y datos muy precisos sobre la producción de aviones en Estados Unidos y Canadá, así como informes respecto a la fabricación de material bélico. Un documento que devela con claridad estas prácticas, es aquel enviado por el capitán del Puerto de Coatzacoalcos, quien le informa al presidente Ávila Camacho sobre la llegada de estas mercancías, fechado el 15 de julio de 1942, y que se encuentra en el Archivo General de la Nación.
En marzo de 1941 las redes del Tercer Reich recibieron reportes sobre un buque inglés que se encontraba anclado en el puerto de Tampico. Inmediatamente tomaron la decisión de ejecutar el primer ataque contra un navío enemigo en este lado del Atlántico, para lo cual se planeó colocar una bomba y hundir el barco mercante artillado llamado Forresbank.
La noche del 11 de marzo se reunieron Walter Baker (el principal agente en Tampico), un marinero de apellido Juettner, Von Schelebrugge y Nicolaus en el Río Pánuco, donde estaba anclado el Forresbank. Baker consiguió una pequeña balsa de hule para llegar al barco por la noche: "Dejamos -narra Nicolaus en su declaración al FBI al término de la Segunda Guerra- a Schelebrugge en el automóvil. Baker nos acompañó al río. En seguida Juettner y yo nadamos empujando por delante la balsa con el explosivo y el alambre. Estaba oscuro y el agua aceitosa. El Forresbank estaba anclado lejos y nos tardamos media hora en llegar. Podíamos ver a los guardias a bordo, así como el cañón del barco. Tenía poco lastre y se veía buena parte de la hélice. Trabajamos juntos, amarramos con alambre la bomba en una de las aspas de la hélice que quedaba bajo el agua". La bomba estaba programada para explotar cinco días después. "Regresamos a tierra conservando la balsa, que fue devuelta a Baker. Cuando llegamos al automóvil Schelebrugge estaba dormido".
Después de perpetrar el atentado se mandó un reporte a los mandos de la Abwehr y se solicitaron instrucciones. Desde Berlín se les ordenó esperar, ya que su acción generó nuevos planes para atacar a los Estados Unidos. Así, Canaris diseñó la Operación Pastorius, el primer plan nazi para importar la guerra al territorio norteamericano.
El operativo, que tomó el nombre de Daniel Pastorius, líder del primer grupo de alemanes que llegó al nuevo continente, consistió en desembarcar en la costa este de EU a dos grupos capacitados para colocar explosivos en blancos estratégicos.
El proyecto fue aprobado y se ordenó a la Abwehr enviar submarinos a Florida y Nueva York.
Meses antes de que arrancara ese proyecto, el aparato de espionaje en México comenzó a infiltrar agentes nazis a los Estados Unidos. El principal colaborador en esta actividad era un importante empresario alemán de Monterrey llamado Guido Otto Moebius.
El 20 de febrero de 1942 se informó al Secretario de Gobernación que Nicolaus había viajado a Monterrey, "donde fue a ver a un alemán llamado Guido Otto Moebius", quien tenía una poderosa antena de radiotransmisor para recibir órdenes de Berlín.
Otro de los reportes de la Secretaría de Gobernación, conservado en el Archivo General de la Nación en la Caja 329 de la Galería 2, precisó: Otto Moebius "desarrolla gran actividad en compañía de los alemanes Kitscha y Massa, en el contrabando de agentes nazis entre México y Estados Unidos (...) Los agentes son llevados subrepticiamente a los Estados Unidos, y traídos a México en la misma forma". Por su parte, los espías norteamericanos informaron al Departamento del Estado que Moebius actuaba como "el jefe de la organización nazi local que incluye a 150 soldados perfectamente entrenados".
Cuando el Departamento de Estado conoció los informes mexicanos sobre el contrabando de espías, cambió su actitud frente a Miguel Alemán, quien "se había convertido en el representante de los intereses de Alemania en México" (Paco Ignacio Taibo II, "Café, espías, amantes y nazis", La Jornada, octubre de 2001) y comenzó una campaña para que se eliminara "la Quinta Columna nazi". La presión que ejerció Estados Unidos obligó al gobierno de Ávila Camacho a capturar a Nicolaus, Moebius y Krüger en marzo de 1942.
Las detenciones realizadas en México provocaron que los simpatizantes de Hitler escondieran sus tendencias ideológicas y comenzaran a colaborar estrechamente con el gobierno norteamericano. Para refrendar la nueva relación entre México y Estados Unidos, los mandatarios Manuel Ávila Camacho y Franklin Delano Roosevelt acordaron reunirse en Monterrey, el 20 de abril de 1943. Esto serviría para mandar un mensaje a los políticos y seguidores de los alemanes.
Durante sus cónclaves privados en Monterrey, los Presidentes Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt discutieron estrategias para la defensa de sus fronteras y la seguridad de ambas naciones.
Sin embargo, esos planes fueron conocidos por el disminuido aparato de espionaje alemán, ya que el traductor oficial fue un agente nazi incrustado en la oficina de la Presidencia, un teniente de nombre Roberto Trauwitz Amezaga.
La escena que se desarrolló en el majestuoso Palacio de Gobierno de Nuevo León ahora resulta cómica: el mandatario estadounidense, contando secretos de Estado para combatir al Tercer Reich con su homólogo mexicano, sin sospechar que el hombre que lo traducía era un agente que colaboraba con Nicolaus, y que incluso su hermana era la líder de las Juventudes Hitlerianas en México.
HILDA KRÜGER
Nació en Colonia, Alemania, en 1912. Tras cursar los estudios básicos ingresó en la carrera de teatro, que le sirvió como trampolín hacia el cine. A principios de los años treinta tuvo sus primeras experiencias cinematográficas y entonces tomó el nombre de Hilda Krüger. Su primera intervención significativa fue en la película Frau Eva wird mondain, filmada en 1934. Creció en su carrera de actriz gracias al poderoso dr. Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda Nazi. Goebbels quedó cautivado de manera inmediata por la belleza de Hilda, a quien sumó a la larga lista de sus amantes. Por su parte, la joven y ambiciosa actriz aseguró de esa manera su participación en las películas que producía el Tercer Reich. Salió de Alemania debido a que la esposa de Goebbels descubrió el amorío de la actriz con su marido. De ahí se trasladó a Inglaterra y posteriormente desembarcó en Estados Unidos. En México pronto se convirtió en amante de Miguel Alemán, secretario de Gobernación del Presidente Ávila Camacho. Fue también "amiga íntima" del subsecretario de Hacienda Ramón Beteta. Los agentes estadounidenses que la vigilaron informaron al Departamento de Estado que con el ministro se escapaba a Toluca, y con el financiero al puerto de Acapulco.
En marzo de 1942, Estados Unidos ordenó su detención para llevársela, debido a la gran influencia que tenía sobre el Secretario de Gobernación. Fue detenida pero liberada poco después. Para evitar que la expulsaran del país, como estaba ocurriendo con otros alemanes que colaboraron con las redes del Tercer Reich, Miguel Alemán arregló su boda con un Play Boy mexicano: "Nacho" de la Torre, nieto de Porfirio Díaz, quien tenía una hacienda en Morelos donde realizaba fiestas a las que asistía la elite política y el jet set nacional. Después de su boda con Nacho, Hilda comenzó a pasearse por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México para estudiar historia y cultura del país. Ahí quedó fascinada cuando conoció la vida de la Malinche, al grado que escribió una biografía sobre ella. En esa facultad, Ramón Beteta le mandaba un "kilométrico automóvil" para reunirse con ella. Se hizo amiga del historiador Edmundo O Gorman y de su esposa. En un viaje, la actriz conoció a un multimillonario venezolano que levantó un emporio en Cuba: Julio Lobo Olavarría, el Rey del Azúcar, empresario que llegó a tener un corporativo de negocio valuado en 30,000 millones de dólares.
No era el primer millonario que la pretendía: anteriormente la habían cortejado Jean Paul Getty, el hombre más rico de Estados Unidos en los años 40, y Gert Von Gontard, el heredero de la cervecera Budweiser. Pero Julio Lobo no cautivó a Krüger sólo por su dinero, ya que era un tipo extremadamente culto. Su principal contribución intelectual fue haber recopilado todo tipo de documentos y objetos relacionados con la figura de Napoleón Bonaparte. Hilda abandonó al nieto de Porfirio Díaz para irse con Lobo, quien falleció en Madrid en 1983, aunque le puso un departamento de lujo en Manhattan, Nueva York, en donde aún vive la actriz, según delata un perfil con su nombre en Facebook.