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92% de los niños sufre en el colegio

El “bullying” invade las escuelas de México, niños y niñas son atormentados por sus compañeros; ¿tu hijo es víctima de sus compañeros o, peor, es parte del 30% que son victimarios?
dom 13 diciembre 2009 06:00 AM

Niño de primaria: “No me di cuenta, pero me habían puesto un letrero en la espalda que decía ‘Pégame’ y entonces algunos de mis compañeros comenzaron a pegarme en todo mi cuerpo, sobre todo en la cabeza… me sentí muy mal”.

Alumna de secundaria: “Mis amigas no me dejaban jugar con ellas porque no traía chamarra de marca. Cuando por fin logré convencer a mis papás para que me compraran una, me molestaban diciendo que era pirata… me sentí humillada”.

Alumno de secundaria: “Me mandan mensajitos a mi celular de que me esperan a la salida para pegarme o se meten al chat y me escriben que me van a violar”.

Este tipo de revelaciones se registraron en un cuestionario sobre maltrato e intimidación entre compañeros que la Secretaría de Educación del Distrito Federal, en coordinación con la Universidad Intercontinental, aplicó a 3,500 menores de nueve  a 17 años, en 29 primarias y secundarias de la ciudad desde agosto de 2008.

Se les preguntó con qué frecuencia se presenta la violencia en la escuela y de qué tipo; qué piensan y sienten cuando son agredidos o agresores o presencian una agresión, y las estrategias que siguen: “protestas, te quedas callado, denuncias”, y también qué hacen los adultos al respecto. Y resultó que el 92% de los alumnos encuestados han estado frente a este fenómeno de maltrato llamado bullying.

El origen
El bullying ocurre cuando los niños o adolescentes son atormentados continuamente por otro u otros con más poder, ya sea por su fortaleza física o por su nivel social. Este nombre lo creó, en los años 70, el psicólogo escandinavo Dan Olweus, de la Universidad de Bergen (Noruega), quien, al investigar el suicidio de algunos adolescentes, encontró que habían sido víctimas de agresión física y emocional de parte de sus compañeros de escuela.

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Entre los motivos principales para molestar a las víctimas está su apariencia, nivel social y orientación sexual; en general, el hecho de que no encajan con los demás, señala la página web KidsHealth, de la Fundación Nemours.

Algunos atacan a sus víctimas físicamente, lo cual incluye empujones, golpes o hasta ataques sexuales; otros usan el control psicológico o los insultos. La intimidación también incluye el envío de mensajes instantáneos o correos electrónicos crueles o subir material ofensivo a la red.

Cuando estos episodios son continuos, el bullying puede dejarlos en un estado de temor constante, afectando su rendimiento académico y salud. Los estudios demuestran que los menores que son presa del abuso de sus compañeros presentan riesgos de tener problemas de salud mental como baja autoestima, estrés, depresión o ansiedad, y es posible que piensen más en el suicidio.

Los agresores también están en riesgo, pues la violencia crece con ellos. Se calcula que uno de cada cuatro niños que fueron intimidadores en la primaria, tendrán antecedentes criminales antes de cumplir los 30 años. Algunos terminan siendo rechazados y pueden fracasar en la escuela.

Aquí y ahora
En 2008, al Instituto Nacional de Pediatría (INP) ingresó un niño de menos de un año con diversas contusiones en el cuerpo. El caso fue investigado por la Clínica de Atención Integral del Niño Maltratado y se encontró que la agresora era la propia madre, una joven de 18 años que había sufrido maltrato no sólo en su casa, sino en la escuela. Poco agraciada, gorda, muy morena y desaliñada, era presa de constantes burlas y vejaciones de sus compañeros de la secundaria; una vez le pegaron 20 chicles en el pelo. Dejó la escuela, sufría de una gran depresión e inseguridad; luego de diversas parejas sexuales se embarazó y repitió, en su hijo, el mismo patrón de agresiones. También el año pasado llegó al INP un muchacho de 14 años por intento de suicidio. Tímido y tartamudo, de lentes, el joven había sufrido tal acoso, burlas y maltrato en la escuela, que una noche decidió tirarse por la ventana.

Ante estos y muchos otros casos –chicos con la nariz rota, descalabrados o con contusiones por haber sido arrojados de las escaleras de la escuela–, el Dr. Arturo Loredo Abdalá, director de la Clínica de Atención Integral del Niño Maltratado, y un grupo de investigadores, decidieron hacer un estudio.

“El bullying en México se conoce desde los 80, pero se han hecho pocos estudios al respecto, por lo que nosotros decidimos hacerlo tomando un modelo español que cuenta con rigor científico”, señala la pediatra Lizbeth Flores Pérez, que fue la encargada de realizar un estudio piloto en una escuela secundaria pública de la delegación Coyoacán, en el que participaron 500 estudiantes.

La investigación, que inició a finales de 2007 y concluyó en 2008, reveló que el 30% de la población escolar era agresora. Esta cifra coincidió con un estudio similar que se realizó en Guadalajara a nivel preparatoria y también con la frecuencia reportada en otras investigaciones efectuadas en Italia, España, Reino Unido, Australia, Corea y Japón.

Las agresiones se registran en los baños y en el salón de clases, aun en presencia del maestro. En ocasiones es tan sutil que pasa desapercibida, y los alumnos se cubren unos a otros: “En el grupo de tercer año no contestaron algunas preguntas porque sabían que si se descubría algún alumno con problemas de indisciplina se le podría negar su certificado de secundaria”, cuenta la Dra. Flores.

El acoso se presenta entre los seis y los 17 años. En la primaria, la agresión es más física que psicológica: “Te roban, te patean, te empujan”. En la secundaria, el maltrato se vuelve más complejo: chismes, rumores, burlas, que a largo plazo causan mas daño psicológico.

¿Y qué sexo ejerce más el bullying? La especialista revela que la agresión es más frecuente entre los varones en una relación de dos a uno, y el tipo de maltrato es diferente; en los hombres es más físico y en las mujeres es más de tipo psicológico: esparcen un rumor en contra de determinado compañero o compañera o le aplican la “ley del hielo”.

 

Los tres roles
El bullying tiene varios actores: el agresor, la víctima y los testigos.

Respecto al agresor, se considera que generalmente proviene de hogares donde impera la violencia y, por inseguridad, busca el poder porque no conoce otra forma de relacionarse. A veces son jóvenes que se sienten “princesas” o “campeones” a los que sus padres les han hecho creer que lo merecen todo, y agreden a otro que consideran menos qué él, revela la psicóloga Guadalupe Hernández-Magro, coordinadora de Psicopedagogía del Nivel Medio Superior de la escuela privada Justo Sierra, que tiene 15,000 alumnos de todos los niveles, desde preescolar hasta licenciatura. “Es bueno fomentar la autoestima, pero no llegar a la sobrestima. La autoestima me sirve para conocer mis virtudes, pero también mis defectos, pero si yo creo que soy maravillosa, entonces me siento con el derecho de hacer lo que yo quiera y le pierdo el respeto a los demás. El problema del bullying tiene que ver con la madurez psicológica para no permitir que el otro me falte al respeto, ni yo faltarle el respeto a él por suponer que es más débil que yo”, señala.

Por su parte, la Dra. Flores considera que la personalidad de la víctima de alguna manera provoca al agresor para ser agredido, tiene ciertas características que lo hacen blanco de la agresión y no necesariamente son físicas. Lo que motiva la agresión es el hecho de que los demás lo perciban como débil. Tiene mucho que ver con cómo lo ha formado la familia, y casi siempre son niños provenientes de familias sobreprotectoras.

El tercer grupo son los espectadores; unos toman parte de las burlas y otros más no intervienen, sin darse cuenta del mal que causan al no impedir la agresión.

Cómo detectarlo
¿Qué delata a la víctima de bullying? De súbito baja su rendimiento escolar, se aísla, cae en depresión, vive en perpetua ansiedad; crea pretextos para no asistir a la escuela; sufre de males estomacales, terrores nocturnos y pierde el control de esfínteres; no quiere comer o come en exceso.

Su desesperación es tal, que puede recurrir al suicidio o, al contrario, llevar a la escuela un arma y herir al agresor.

¿Cómo se puede poner remedio? El Dr. Loredo Abdalá responde: “Debe hacerse de manera integral. Que alumnos, autoridades educativas, maestros, padres de familia, se involucren en el problema, y agredido y agresor reciban tratamiento psicológico”. La Dra. Flores precisa que las estrategias que se deben aplicar para evitar el bullying es que los propios alumnos denuncien y tengan el poder de frenar la conducta de los agresores. Si se está haciendo la “bolita”, donde dos jóvenes se están peleando, en lugar de que los animen gritando “¡pégale! ¡pégale!”, deben de intentar reconciliarlos o acudir a cualquier autoridad escolar para que paren la pelea. “Aunque la sociedad considera que son situaciones que han ocurrido siempre y que el niño debe afrontar y resolver, pues creen que es parte del aprendizaje, esto es falso”, asegura.

En la escuela Justo Sierra, la estrategia funciona así: para reconciliarlos, agresor y agredido deben hacer un trabajo juntos; por ejemplo, un cartel sobre compañerismo. “De este modo aprenden a convivir, aunque no se caigan bien, en un clima de tolerancia y respeto”, dice la psicóloga Hernández-Magro.

La respuesta
La Secretaría de Salud del DF ha iniciado diversas acciones para frenar el fenómeno: en abril de 2009 lanzó la campaña Escuelas sin Violencia donde por medio de una serie de folletos y carteles que han puesto en las escuelas, el Metro y lugares públicos, se insta a los niños a denunciar si son víctimas de otros compañeros y se señalan los canales para hacerlo.

Marina Giangia-como, coordinadora de la línea de investigación de la campaña, informa que periódicamente se dan pláticas, talleres y seminarios donde se involucra a los menores, sus padres y maestros, directivos, personal de limpieza y administrativo.

También se les estimula a perder el miedo a expresar lo que piensan o sienten, y a denunciar el abuso: “Huir, cambiarse de escuela, dejar que te castiguen o ignorar el problema no es una solución”.

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