Mejorar la movilidad urbana, la tarea urgente
Por Ricardo Flores (gerente senior de Infraestructura y Proyectos de Capital de Deloitte México) y Eduardo de la Peña (socio de Infraestructura y Proyectos de Capital de Deloitte México)
De acuerdo con proyecciones realizadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2050, casi el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. En México este fenómeno puede observarse de manera casi dramática. Tan sólo de 1950 a 2010, los habitantes en las zonas urbanas (como porcentaje de la población total) se ha incrementado en 43%. Se estima que dicha concentración generará presión sobre las autoridades para poder proveer servicios a las colectividades de manera eficiente y sustentable.
En muchos casos, este crecimiento se ha dado de manera desordenada, ocasionando dificultades para que las ciudades puedan proveer la infraestructura necesaria y brindar un servicio óptimo, deteriorando la calidad de vida de los ciudadanos.
Algunos de los efectos negativos que esto causa incluyen la congestión e inseguridad vial, la contaminación ambiental y las emisiones relacionadas con el cambio climático, así como la reducción de la productividad y, consecuentemente, la fragmentación social.
Por ejemplo, como se observa en el Índice de Movilidad Urbana 2019 de Deloitte , la Ciudad de México enfrenta retos como la falta de accesibilidad de transporte público en áreas suburbanas, en contraste con el aumento del transporte privado y una infraestructura peatonal insuficiente. Si estas necesidades no son atendidas, las tendencias de crecimiento poblacional y concentración en zonas urbanas agravarán las condiciones de transporte en las ciudades.
Además, la inclusión de tecnologías disruptivas y economía compartida en el ámbito de la movilidad han generado el desarrollo de nuevos modelos de negocio en el sector, dando origen a la Movilidad Inteligente (Smart Mobility).
Así, la adopción de soluciones en línea con este concepto permite que las ciudades respondan a los desafíos que afrontan, manejando el tráfico de manera más competente, incrementando la eficiencia en el servicio público, reduciendo el costo y tiempo total de viaje, entre otras medidas.
Por ejemplo, desde 2016 los habitantes Helsinki tienen la posibilidad de planear y pagar sus recorridos puerta-a-puerta con cualquier medio de transporte (tren, taxi, autobús, vehículo o bicicleta compartida), ya sea para servicios públicos o privados, desde una misma aplicación.
El objetivo de la ciudad, para 2025, es que no sea necesario tener automóvil, es decir, que sea más conveniente y atractivo para los usuarios emplear otros tipos de transporte, esto gracias al desarrollo de la Movilidad como un Servicio (Mobility as a Service o MaaS, por sus siglas en inglés).
Esta tendencia también se observa en París, Eindhoven, Gotemburgo, Montpellier, Viena, Hannover, Las Vegas, Los Ángeles, Denver, Singapur y Barcelona; donde han adoptado soluciones que abarcan desde viajes compartidos hasta una oferta de transporte público integrado con empresas del sector privado.
México no ha sido la excepción y, en los últimos años, el país ha experimentado la llegada de servicios de viajes bajo demanda como Uber, Cabify y DiDi, así como aplicaciones para compartir motocicletas, bicicletas y scooters eléctricos, entre otros.
Sin embargo, para aprovechar el verdadero potencial de estos medios de transporte, es necesario el desarrollo de componentes como infraestructura, proveedores de información, operadores y un asesor confiable de movilidad que permita la integración de todos los elementos. Además, uno de los factores clave es lograr que todos los actores trabajen juntos.
Por ello, las ciudades en México deben establecer una visión de largo plazo que coordine los esfuerzos en movilidad, tanto públicos como privados, definiendo áreas prioritarias, una cartera de proyectos y asegurando su adecuado financiamiento, siendo este último uno de principales retos que enfrentan los gobiernos.
No obstante, cuando se consideran adecuadamente los ahorros y eficiencias generadas durante la estructuración de los proyectos, se encuentra que estos pueden ser autofinanciables, en muchos casos.
Así, los gobiernos deben trabajar en definir modelos de negocio que capturen el valor generado, además de analizar y seleccionar las alternativas de financiamiento (públicas, privadas o mixtas) y determinar la estructura óptima para cada solución en las ciudades.
En conclusión, la experiencia internacional nos muestra que la movilidad y el transporte tienen un rol clave para mejorar la calidad de vida de las personas y facilitar el crecimiento económico sostenido en las ciudades. México no puede quedarse atrás, debe planear y organizar proyectos, de manera más eficiente, para optimizar sus recursos y ser competitivo en el ámbito global.