Yo he padecido este costo como emprendedor: en el año 2002, cuando trabajaba en el equipo directivo de Patagon, una empresa bancaria por internet, acudí junto con mi equipo directivo a la Comisión Nacional Bancaria para pedir la licencia que nos acreditara como un banco.
El proceso nos tomó dos años de trámites y, finalmente, cuando llegamos a la última etapa del proceso, la Comisión se negó a entregarme la licencia por mi falta de experiencia como director bancario. Entonces nos pidieron contratar a un director con experiencia para entregarnos la licencia.
Teníamos poco tiempo para encontrar a esta persona y cada día que transcurría, perdíamos dinero. Comenzamos el proceso y encontramos un candidato que tenía las aptitudes requeridas pero tanto yo como mi equipo directivo no estábamos muy convencidos de que fuera la persona indicada. Tenía todas las capacidades técnicas de banca tradicional pero, en el ámbito de banca digital, no sabía nada –lo que pasamos por alto por la urgencia de cubrir la vacante–. Pensamos que lo podríamos adaptar a nuestra forma de operar pero la realidad es que nunca logró encajar y rápidamente llevó a la empresa por un camino de malas decisiones.
Nueve meses después tuvimos que cerrar el banco y terminamos perdiendo millones de dólares, todo por haber contratado al director general incorrecto. Aunque este ejemplo ilustra lo sucedido en un puesto directivo, la realidad es que cualquier puesto en cualquier nivel puede significar una pérdida de recursos valiosos para la compañía que, poco a poco, como una cubeta con pequeños agujeros, nos hace perder liquidez.