En este contexto, la inflación repuntó en la mayoría de las economías, reflejando presiones de costos y efectos menos favorables de los aranceles vigentes.
Previo a la decisión de Banxico, la diferencia entre la tasa de referencia y las curvas de swaps de las tasas de interés ya anticipaba un escenario de mayor flexibilización monetaria.
Estas curvas funcionan como medida del sentimiento y expectativas del mercado sobre la política monetaria. Cuando las tasas swaps se ubican por debajo de la tasa de referencia, los inversionistas anticipan recortes futuros, mientras que, al situarse por encima, sugieren que hay probabilidades de estabilidad o de incrementos en la tasa de referencia.
En este sentido, para el plazo de un año, el diferencial se ubicaba en -53 pb, lo que implicaba dos recortes adicionales de 25 pb. En el tramo de uno a dos años, la brecha era cercana a 0 pb, lo que reflejaba que los inversionistas no anticipaban mayores ajustes en el largo plazo. Sin embargo, tras el anuncio, estas expectativas se reconfiguraron, ya que el diferencial a un año se redujo a -23 pb, mientras que en el plazo de uno a dos años se tornó positivo por primera vez en dos años, en +4 pb.
Este cambio refleja que el mercado interpretó el cambio en la guía prospectiva, donde los miembros de la Junta de Gobierno señalaron que, “hacia adelante, valorarán recortar la tasa de referencia”, como un mensaje menos dovish que en las decisiones previas.
Por su parte, en EUA, la FED recortó en 25 pb el rango objetivo de los fondos federales en la última decisión de política monetaria. Durante su conferencia, Jerome Powell señaló que el cierre parcial del Gobierno estadounidense ha limitado la visibilidad sobre el desempeño de la economía, comparando la situación con “conducir entre la neblina”.
Bajo este entorno de incertidumbre, el presidente de la FED consideró poco probable un recorte de 25 pb en la reunión del 10 de diciembre, mientras persista la falta de información económica.