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Cómo acabar con la rivalidad entre mujeres

Aunque, tal vez, la primera pregunta debería ser: ¿aún existe?
lun 13 noviembre 2023 05:00 AM
Rivalidad femenina en el trabajo
La periodista Élisabeth Cadoche y la psicoterapeuta Anne de Montarlot analizan las causas y las claves para acabar con la competencia entre mujeres.

No se puede erradicar algo de lo que no se habla. La periodista Élisabeth Cadoche y la psicoterapeuta Anne de Montarlot saben que tratar el tema de la rivalidad femenina escuece. Por un lado, muchas mujeres quisiéramos ya no tener que platicar de esto y enterrar aquella frase de que el infierno de una mujer es otra mujer. Por otro, aún hay mujeres que ejercen una rivalidad tóxica hacia otras, ya sean familiares, amigas o compañeras de trabajo.

Con esta premisa, y tras el éxito de su primer libro en conjunto, El síndrome de la impostora: ¿por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?, Cadoche y de Montarlot fueron con su editora. Y la respuesta inicial fue de duda. ¿Por qué seguir hablando de esto? Para las autoras, está claro: porque sigue existiendo y si lo tratamos como un tabú del que es mejor no hablar, nunca se acabará.

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Expansión: Se podría pensar que ya hemos superado este tema, ¿por qué seguimos hablando de ello?
Anne de Montarlot: Es un tema muy tabú y puede, aparentemente, ir en desacuerdo con el movimiento #MeToo y la sororidad; pero, en realidad, sigue existiendo, sobre todo, en redes sociales. La rivalidad no es algo que se haya ganado, que se sepa gestionar, y es fundamental que se trate, para que la sororidad pueda funcionar plenamente y como mujeres podamos desarrollarnos al 100% en la vida personal y profesional.

Élisabeth Cadoche: Recibimos muchos testimonios y vimos que era una realidad, y luego recogimos varios estudios. En uno de ellos, se preguntaba tanto a hombres como a mujeres si preferían figuras de liderazgo masculinas o femeninas: 52% de los hombres respondieron que preferían un jefe hombre, pero 63% de las mujeres respondieron que preferían a un hombre y el motivo era sorprendente, porque decían que las mujeres son demasiado emocionales y malas. Así que ahí hay información que debe ser analizada.

E: ¿Tuvieron dudas sobre cómo plantear este libro, precisamente porque muchas mujeres estamos hartas de hablar de ‘rivalidad femenina’?
EC: Sí, claro que nos planteamos la cuestión. Y, de hecho, hace dos años publicamos un libro sobre la falta de confianza de las mujeres en sí mismas, para el que entrevistamos a más de 100 mujeres y el hecho de ser víctimas de otra mujer fue recurrente. Hablamos con nuestra editora y nos dijo que no, que ese era un tema del pasado, que estamos en una era de sororidad y que no podía ser así. Sin embargo, vimos testimonios de mujeres víctimas de otras mujeres, y algunos eran realmente terribles. Sabíamos que es un tabú, pero en ese momento la opción era poner el tema bajo la alfombra y no hablar más que de sororidad, o enfrentarlo y ponerlo sobre la mesa.

E: ¿Por qué sigue siendo algo que queremos ocultar o decir que ya superamos?
EC: Nos da vergüenza sentir rivalidad con otras mujeres, pero siempre hay un momento en el que todas hemos experimentado esa rivalidad, así que poner el tema sobre la mesa es vital. Y una puede decir que no le concierne, que ella no la siente, pero si en algún momento le ocurre, no va saber cómo gestionarlo. Así es cómo planteamos siempre los temas, al igual que en el libro pasado: primero planteamos la cuestión, investigamos el porqué, tratamos de entender el trasfondo y las razones por las que existen y así, a través de esta comprensión, poder actuar.

AdM: También las mujeres estamos menos acostumbradas a ser abiertas, tendemos a esconder los celos, la competición, la envidia. Estamos educadas para eso y, peor aún, fuimos socializadas un poco bajo el dictado de la amabilidad, de cuidar a los demás, de no enojarnos. Así que es mucho más difícil manejar esta rivalidad, un sentimiento que es humano, universal, y que no manejamos de la misma manera que los hombres. Y, por tanto, se convierte en una rivalidad muy tóxica que se expresa de manera pasivo-agresiva.

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E: ¿Por qué sólo se habla de ‘rivalidad’ cuando se trata de mujeres y no con los hombres?
EC: Claro que hablamos de rivalidad entre hombres, claro que la hay, pero la forma de gestionarla es muy diferente. A ellos se les acostumbra a gestionarla desde pequeños, se les motiva a luchar por lo que aspiran. En cambio, a nosotras, desde pequeñas nos enseñan a no hacer las cosas abiertamente, a la cara, y eso, inevitablemente, genera rencor y cosas que en lugar de expresarlas abiertamente se convierten en actitudes pasivo-agresivas.

AdM: La rivalidad entre los hombres es aceptada desde hace milenios, se organiza bajo una narrativa de guerras, conquistas, rivalidad… y esto es algo que, además, les da virilidad, se percibe como un instinto y, por tanto, se justifica. Mientras que, con las mujeres, podemos verlo en la prensa y las películas cómo se trivializan los desacuerdos. Hay rivalidad, celos y competición de ambos lados, pero no se conciben de la misma manera. Las mujeres tienen técnicas de interrelación más psicológicas, mientras que los hombres se relacionan entre sí de una forma más física. Y el problema de lo pasivo-agresivo es que, cuando somos víctimas, como lo hemos sido en la juventud y en la escuela, no entendemos por qué nos pueden acusar de algo de una forma que, al no ser directa y frontal, es más frustrante porque no encontramos cómo defendernos. Muchas veces, ni siquiera se abre la oportunidad para crear esa defensa, sino que sólo se recibe una consecuencia y es algo muy violento, es una violencia psicológica. Y los hombres son violentos, pero de una forma más física.

EC: Y además es algo que no sólo es aceptado, sino que se valora esta violencia física entre hombres.

AdM: Nunca veremos noticias en los tabloides sobre hombres que se pelean o que entran en rivalidad. La única vez que yo lo pude ver fue recientemente entre Elon Musk y Mark Zuckerberg, fue algo muy sorprendente porque era la primera vez que veía este tipo de tratamiento en prensa para una rivalidad entre hombres. A nosotras, al contrario, siempre se nos ridiculiza y se nos pone como locas.

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E: ¿Somos más críticas las mujeres con nosotras mismas y con otras mujeres o nos están obligando a fomentar esta rivalidad?
EC: No nos obligan a promoverla, al contrario, quisiéramos pararla, pero tenemos tan interiorizada la mirada masculina que juzgamos a las otras mujeres desde ella y lograr frenar esta actitud será lo que nos permita salir de este círculo vicioso.

E: Socialmente, parece que hay una obsesión por que las mujeres se peleen entre ellas. ¿Esto obedece a esta mirada masculina?
EC: Planteo la pregunta: ¿a quién beneficia el crimen? La idea es que si no hablamos del tema, vamos a perpetuar esa rivalidad. Si el origen es el patriarcado, somos las mujeres las que lo estamos perpetuando. Así que analizamos el tema y decidimos hablar sobre él, con el fin de fortalecer la sororidad, algo que sólo se puede hacer soltando esa mirada masculina. La respuesta es analizarlo y comprenderlo para romper el círculo.

AdM: Mientras las mujeres juzguen con los mismos criterios que dictan los hombres, véase el cuerpo, la edad, la apariencia, la maternidad… perderemos mucha energía mental en criticarnos en lugar de usar ese potencial para reflexionar sobre nosotras mismas, analizar qué queremos hacer en la vida. Perdemos mucho tiempo y energía siendo rivales basándonos en los criterios que complacen a los hombres y esto nos debilita.

E: ¿Energía que podemos usar en conquistar el mundo?
EC: Absolutamente.

AdM: Es bueno unirse para que las cosas avancen.

E: En el ámbito laboral, ¿esto se acabaría con más políticas de diversidad e inclusión en las empresas, con más mujeres en puestos de liderazgo?
EC: Esa es una de las pistas para poder acabar con este tema. La representación es muy importante. Mientras más mujeres haya en puestos de liderazgo, más podremos imaginarnos ahí, sobre todo, desde más jóvenes.

AdM: La generación anterior luchó para poder llevar a las mujeres a puestos de poder y me viene a la mente el síndrome de la abeja reina, en el que las mujeres integran muchos comportamientos masculinos y tratan con más dureza a sus empleadas mujeres. Por fortuna, esto es algo que ha estado cambiando. Hay muchas mujeres que todavía se comportan así, pero también hay más inclusión y diversidad.

E: ¿Creen que este fenómeno también es fomentado por los hombres para que no se vea amenazada su posición de poder?
AdM: No sé si se fomenta, pero desde luego no se denuncia. Es algo que forma parte del statu quo de los hombres.

EC: Mientras no podamos compartir el poder, sí podemos pensar que les amenaza de alguna manera, porque ese statu quo es algo que es muy cómodo para ellos.

E: En fin, ¿cómo acabar con la rivalidad femenina?
EC: Lo primero es dejar de compararse y dejar de juzgarnos desde la mirada masculina, dejar de juzgarnos sobre el cuerpo, el físico, movernos menos desde la envidia y más desde la admiración de las mujeres. Y dejar de complacer a los hombres.

AdM: Aprender a conocerse bien, aceptar que tenemos emociones, como la envidia o la competencia, que son perfectamente humanas. Lo único que debemos cambiar es la forma de gestionarlas.

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