Julio César Junior y JC Chávez: espejos que se miran de frente
Julio César Chávez Carrasco va por un golpe de contundencia, que desvanezca la enorme sombra que lo cubre por el linaje de su sangre, en el lugar donde su padre comenzó a dar forma a una de las historias más brillantes del boxeo hace 27 años.
El mayor de los hijos del legendario JC Chávez aguarda las últimas horas antes de subir al cuadrilátero por el cetro Mediano del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) que posee el alemán Sebastian Zbik , una batalla que tiene puntos similares en retrospectiva al sendero que hace más de dos décadas tomó el César del Boxeo.
Así como el gran JC labró el inicio de su legado cuando venció al favorito Mario Azabache Martínez por el título Superpluma del CMB, el 13 de septiembre de 1984 en Los Ángeles, su hijo irá a la misma plaza, como si desafiara al pasado con el anhelo de alcanzar la gloria en la que el nombre su padre sea un referente y no otra de sus virtudes sobre el ring.
Los ciclos del espacio y tiempo se reencuentran en una danza constante. El junior es el retador con marca de 42-0-1, sin que en estos momentos su registro sea un sinónimo de grandeza. JC Chávez vivió algo parecido cuando enfrentó al Azabache con una foja de 42-0, pero sin que esos antecedentes lo pusieran como el rival a vencer entre los apostadores.
El joven Julio es el fiel reflejo de aquel chico sinaloense al que el destino le aguardaba extraordinarios momentos de fortuna. Su rostro emula al de su padre sin ningún engaño, y cuando habla, parece que la leyenda tomó el elixir de la juventud porque en su timbre no se distingue diferencia con la del Gran Campeón Mexicano.
Los puntos convergentes entre los momentos que ambos vivieron para aspirar a ser campeones se amplían en el horizonte porque sus oportunidades llegaron con edades y trayectos similares. Chávez noqueó en el octavo asalto de una gesta épica al Azabache a los 23 años y su hijo irá por el cinturón cuando recientemente cumplió los 25.
El proceso del junior para aspirar a una corona se retrasó un año, después de que a finales de 2009 se le sancionó siete meses por dar positivo de dopaje por una sustancia diurética tras su triunfo ante Troy Rowland, resultado que se borró de su registro, con lo que llega con el mismo número de victorias que lo hizo Chávez hace casi tres décadas a esa noche memorable en el Coliseo de Los Ángeles.
Una y otra vez, padre e hijo se desmarcan entre sí. Chávez Carrasco ve al alemán como el rival que lo separa de un brillo especial en la historia del boxeo mexicano, cuando ningún peleador tricolor ha ganado el título Mediano del CMB.
JC Chávez recarga la fuerza de su voz, entre nervios, diciendo que su hijo cuenta con recursos para construir su propia historia de éxitos sin que la influencia de su legado, cinco cinturones mundiales en tres categorías diferentes y 29 defensas exitosas de sus campeonatos, sea una piedra en el camino de su primer heredero.
El rumbo de la carrera del hijo de Chávez necesitó un revulsivo para alimentar sus anhelos cuando parecía estancada tras la suspensión de 2009. Con la mancha del positivo de dopaje, su círculo cercano recurrió al mejor entrenador para reencausar su carrera y contrataron a Freddie Roach, estratega que ha encausado el talento de Manny Pacquiao a lugares antes no alcanzados, y que ya tiene un lugar en la inmortalidad.
Con un nuevo rumbo, Chávez Jr. observa su propio futuro entrelazado con la imagen de su mítico padre: si el llamado Hijo de la Leyenda alcanza el cetro Mediano del CMB habrá dejado su primera huella imborrable en el cuadrilátero, justo una semana antes de que JC Chávez sea inducido al Salón de la Fama del Boxeo… otra cita en la que el tiempo acerca las líneas de vida que transitan padre e hijo, espejos que se miran de frente.