Aficionados lloran el descenso de River Plate en Argentina
“Nos vamos a la B. No lo puedo creer”, le decía un chico de 12 años a su papá, con los ojos llenos de lágrimas. El hombre, tranquilo, lo consolaba con un largo abrazo. Escenas como esta, más cercana a la muerte de un familiar querido que a la de un fracaso deportivo, se repitieron luego del cierre del partido de esta tarde. Finalmente, el infierno llegó al mundo del River Plate.
El equipo con más títulos locales de Argentina jugará la próxima temporada en la segunda división , por primera vez en 110 años de historia. Hoy, en su estadio y ante más de 55,000 personas, apenas pudo empatar con el modesto Belgrano de la provincia de Córdoba. El partido fue suspendido a dos minutos del final por incidentes violentos.
El inicio del encuentro fue ideal para calmar la ansiedad de River, que tenía que ganar por una diferencia de dos goles para permanecer en primera. A los cinco minutos del partido, el delantero Mariano Pavone recibió una pelota en la media luna del área; se dio vuelta con mucha categoría y le pegó fuerte al palo izquierdo del arquero cordobés. El partido apenas comenzaba y el equipo millonario ganaba por uno a cero. Faltaban más de 80 minutos de juego y tenía a su público a su favor: hacer un gol era apenas un trámite.
El primer tiempo terminó con ventaja del local y la esperanza intacta. Pero durante todo el torneo el principal enemigo de River fue el mismo River. En el complemento, el equipo de Juan José López no hizo pie. El factor anímico fue clave. Jugadores de gran categoría no podían dar un pase corto; otros cometían errores infantiles y ni el gol tempranero sirvió para darle algo de calma a este grande del futbol, que fue dominado por el contexto.
A los quince del segundo tiempo, llegó lo peor. Luego de un centro de Belgrano, dos defensores de River se chocaron infantilmente, en una jugada de futbol amateur. Los cordobeses llegaron al empate y llevaban al local a la locura. En la platea y la popular, la gente miraba el partido parada; muchos apretaban con fuerza un rosario aunque fuesen ateos y otros lloraban antes de tiempo, con los dientes apretados de bronca.
Unos minutos después, la esperanza se encendió. Tomaron a Leandro Caruso dentro del área y el árbitro pitó un claro penal. Mariano Pavone se paró frente a la pelota y eligió exactamente el mismo palo que el arquero Juan Carlos Olave. Faltaban poco más de 20 minutos y River perdía la gran oportunidad para darlo vuelta.
El resto fueron los manotazos de ahogado de un equipo ciego, con impotencia y con la tristeza de ser uno de los protagonistas del mayor fracaso de la historia del club. A un minuto del final, los fanáticos comenzaron a arrojar pedazos de mampostería y piedras a la cancha; el árbitro decidió suspender el partido. De esa forma, sentenció la historia de River.
De noche en Buenos Aires, los hinchas continuaron con los destrozos en el club, enfrentándose con la policía y rompiendo locales comerciales, presos de la ira y de la locura, causando al menos 72 heridos, dos de ellos de gravedad, según la autoridad local. A 15 años de ganar una Copa Libertadores, River se va a la B por primera vez en su historia. El descenso es, quizás, el botón de muestra de un futbol argentino cada vez más ordinario y mezquino. La Casa Blanca del futbol pierde su color.