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Ser 'umpire' en las ligas mayores de beisbol: largo camino de sacrificio

Sacrificio, tiempo, viajes y mucho aguante son los obstáculos de un árbrito de una liga menor de béisbol para alcanzar las Grandes Ligas
mar 05 julio 2011 01:06 PM
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Los entrenadores y jugadores de las ligas menores escupen en sus rostros, la tierra roja se pega en su piel, y hasta que toman una decisión polémica , probablemente ningún aficionado de beisbol conoce sus nombres.

No preguntes a estos umpire si alguna vez los han golpeado con pelotas de beisbol. La verdadera pregunta sería cuántas veces. “No llegas a triple A sin algunos moretones”, dice Art Thigpen, árbitro de 43 años y con nueve temporadas. “Probablemente te han golpeado tantas veces en el mismo lugar, que ya ni siquiera lo sientes”.

Dirigen en los juegos de ligas menores con la esperanza de llegar a ser árbitros en los campos de la Liga Nacional de Beisbol, con un buen sueldo y partidos importantes . Existen 70 plazas posibles en la MLB, pero sólo están disponibles una a una cuando un umpire se retira. Es más difícil para la mayoría de estos hombres lograr ascender en su trabajo que para los jugadores.

Viajan con varios compañeros de estado a estado durante seis meses. Aseguran que sus sueldos son tremendamente bajos y que el seguro es su única prestación. No existen planes de jubilación para ellos hasta que llegan a las categorías superiores. 

Para pagar las cuentas los otros seis meses del año, muchos de ellos se desplazan a otros países durante el invierno y se dedican a la enseñanza o a otras actividades. 

La educación de un árbitro

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Cada temporada de vacaciones, 300 hombres son aceptados en cada una de las dos escuelas de umpires en Florida, en donde participan en un campamento de cinco semanas y en el que al menos la mitad serán eliminados. Sin asistir a la escuela de umpires, no puedes dirigir un partido de beisbol profesional.

Las clases enseñan les enseñan dónde colocarse en el campo, cómo manejar los enfrentamientos y resolver situaciones de conflicto —y acostumbrarse a las ferozmente rápidas pelotas de beisbol que llegan de todos lados.

Si logran pasar por todo el proceso de selección, la mayoría de los umpires comienza en el fondo del sistema de beisbol y labran su camino desde novato hasta triple A. Este proceso puede durar siete u ocho años, dándole a la MLB el tiempo suficiente para tomar nota. Si no has llegado a la triple A en siete años, probablemente nunca lo hagas.

“Es una aventura muy arriesgada”, dice Mike Estabrook, un árbitro de 13 temporadas. “Obtener un empleo en las grandes ligas es como pegarle a la lotería, así de difícil es. Es por eso que hacemos todo esto. No estamos aquí porque nos guste ser umpires en ligas menores”.

Los árbitros cambian posiciones en el campo cada partido, pero el plato de home es el lugar más codiciado. Se trata de un punto clave para una carrera. El umpire de home es el que dirige el partido, dice Eastbrook. Pero esa posición también plantea riesgos.

Hace dos años, Travis Brown se desempeñaba en ese puesto cuando un bate se rompió al pegarle a una pelota. Un borde picudo rebanó su careta y llegó a estar a menos de tres centímetros de incrustarse en su rostro .

Hombres viajeros

Sentados en el vestidor de los umpires antes de un juego de triple A en Lawrenceville, Georgia, los cuatro hombres comparten bromas. 

Thigpen, Jon Byrne y Brown son un equipo y para el final de temporada, se van a conocer muy bien. Estabrook, un rover, no pertenece al grupo. En vez de eso viaja solo como el cuarto hombre para completar los equipos. Por ahora, parece que todo va bien.

Si estos hombres no se llevan bien, sus constantes viajes resultarán más difíciles. En menos de tres semanas, ya han viajado 4,828 kilómetros en su camioneta.

Mientras Thigpen y Brown no están muy lejos de casa en este momento, Florida y Georgia, respectivamente, Byrne no visitará a su familia hasta las vacaciones. Viajó desde Australia para trabajar su primera temporada con este equipo en la Liga Internacional.

En el camino, la distancia presenta retos. La esposa de Thigpen, en casa con tres hijos, tiene problemas con su automóvil. Su esposo no puede hacer nada para ayudarla.

Cuando finalmente llega a casa al final de temporada, él necesitará una semana para volverse a ajustar a la vida en el hogar, sin trabajar hasta las dos de la mañana, sin viajar, sin beisbol.

Pero a pesar de que es difícil para los matrimonios, el camino puede crear amistades y experiencias que no se podrían presentar en una vida normal.

“Si lo piensas, es probable que haya sucedido en algún momento de la carrera de cualquier umpire”, dice Brown. “Hay algo en las horas que viajas durante la noche. Cuando escuchas banjos en medio de la nada a las cuatro de la mañana, cualquier cosa puede pasar”.

A veces se encuentran con familias amables que abren sus puertas en las ciudades con ligas menores. Gente encantada de proporcionar alimentos caseros o compartir una cerveza con los umpires que están lejos de casa.

Esas son algunas de las ventajas de la fase previa a las Grandes Ligas. Les permiten olvidar juegos de 19 entradas, las exclamaciones y los kilómetros de viaje. Algunos de ellos aman el beisbol y otros no, pero ellos siempre apuntan a la última meta.

“Desde que comencé en el béisbol cuando era muy joven, he estado involucrado en casi todos los aspectos del juego”, dice Thigpen, un ex seleccionado del draft de los Medias Blancas de Chicago. “Cuando termine con esto, probablemente haya terminado. Este es mi último trabajo”.

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