Cabezas vendadas, emblema del sacrificio y el esfuerzo del 'Tri' campeón
Característico de México es reírse de sus tragedias. Lo que parecería ser una calamidad, —un golpe fuerte en la cabeza de un jugador casi juvenil mexicano (más bien infantil), que necesitó diez puntadas de sutura durante el juego de semifinal del Mundial de Futbol Sub-17—, resultó al final un símbolo de orgullo, tenacidad y campeonato del mundo.
El domingo temprano, el día en el que la selección menor de futbol de México repetiría la hazaña de ser campeona del mundo, las calles que circundan el Estadio Azteca, al sur de la Ciudad de México, se llenaban con jóvenes de cabezas vendadas, acompañando y emulando a Julio Gómez, el nuevo niño héroe.
Alejandro, un joven que viajó desde Guadalajara para ver a la Sub-17 y ser testigo de la gloriosa historia juvenil del futbol mexicano, no escatimó en comprarse el más emblemático de los souvenirs ofrecidos por los vendedores ambulantes del estadio.
Compró uno de los vendajes con la leyenda "J. Gómez", que los comerciantes vieron como una buena oportunidad para hacer dinero, y los fanáticos como insignia de guerra. Vendas que incluso eran manchadas de sangre (pintura roja) para recordar el sacrificio de su más joven y celebre guerrero azteca, aquel que pese a la herida, metió un magnifico gol por el que ahora podía ser testigo de una final en casa y disputar la Copa.
Para Alejandro, lo hecho por Gómez en Torreón (ciudad sede de los juegos de semifinal del Mundial Sub-17), "es algo que con los grandes no vamos a ver" y que los hacen ver como unos tontos, dice refiriéndose a la generación de futbolistas mayores, que no han sabido tener a la afición satisfecha con sus actuaciones.
"Lo que Gomez hizo en Torreón, fue arriesgarlo todo por la camiseta de México". El jueves pasado Julio abrió el marcador al minuto tres con un remate de cabeza para poner a México arriba ante Alemania y cerca de la final. Pero en el segundo tiempo, esa ventaja se revirtió y México ya iba perdiendo 2-1.
Una jugada que culminó con gol olímpico de Jorge Espericueta y que igualaba el marcador, dejó caído en la cancha al joven Gómez. Se vio brotar sangre de su cabeza. México ya no tenía cambios y los minutos transcurrían sentenciando a los equipos a definir el pase a la final en serie de penales.
Gómez, con todo y hemorragia, no lo permitiría. El médico de la selección le hizo un vendaje y le permitió volver al campo. Entonces ocurrió la hazaña. No sólo metió el gol del triunfo sino que lo hizo de gran manera. Con una media tijera o chilena todavía mal pulida, México se instalaba en la final y Gómez era el gran héroe.
En la final del domingo la herida no estaba del todo sana. Había que entrar al campo vendado otra vez, y junto a Gómez, decenas de personas en las tribunas se vendaron la cabeza.
La camiseta número 8, aquella que se ensangrentó el jueves, el domingo era la que los aficionados que abarrotaron el estadio más grande del país querían ver en la cancha. Gómez no había iniciado como titular.
Cuando la pizarra anunció el cambio que haría ingresar a Gómez al terreno de juego, el chico vivió un momento de ensueño al escuchar al estadio cantarle: "Oe, oe, oe, oe... Góoomez, Góoomez".
Gómez no fue autor de otro gol en la final, las anotaciones estuvieron a cargo de Antonio Briseño y Giovani Casillas pero la presencia del joven herido fue fundamental para ir al ataque los últimos minutos y darle al país el segundo grito de gol que tenía atorado en la garganta. Así se selló con contundencia el campeonato del mundo. Su compañero Casillas anotó el 2-0 en tiempo de compensación y la esperanza uruguaya recibió el tiro de gracia.
Para que esos chicos no pierdan las agallas que los llevaron hasta la instancia final, Alejandro, el aficionado tapatío, recomendó "que no los dejen beber… hasta que cumplan 32", refiriéndose en tono burlón al más reciente escándalo del Tri Sub-22, que tras un episodio de indisciplina que incluyó bebidas alcohólicas y prostitutas, se vio mermado rumbo a la Copa América.
En el torneo más antiguo del continente americano, México ha perdido todos los juegos que ha disputado, y está cerca de ser eliminado en la primera ronda. Es, la del 2011, la actuación mexicana más pobre desde que ha participado en esta competencia.
Los infantiles en cambio mostraron su madurez emocional y deportiva, y no se dejaron caer. Una ocurrencia mediática que mantuvo a los mexicanos muy activos en redes sociales sirvió para describir lo hecho por la selección menor.
Un video muy compartido y comentado en YouTube, que muestra a un hombre visiblemente alcoholizado que explica a la cámara una filosofía llamada Fua, se hizo presente en el campeonato del mundo Sub-17.
De acuerdo al hoy famoso filósofo del Fua, éste es una energía interior que permite a las personas dar más que el 100% de su esfuerzo, "dar el extra".
Así se sintieron los niños Sub-17, dando más de lo posible. "Fue increíble que usaron el fua como apoyo.... sentía esa conexión, ese amor", aseguró el portero de la selección Richard Sánchez, mientras que Marco Bueno apuntó que fue una gran motivación ver la casa del futbol mexicano repleta, "el estadio lleno nos hizo sacar el Fua".
Los más de 96,000 asistentes al estadio se dieron el gusto de entonar en diferentes ocasiones el Cielito Lindo, incluso maravillados por el buen futbol del equipo alemán que remontó de gran manera en el partido por el tercer y cuarto lugar del Mundial, los inspiró para cantar.
Ya cuando la alineación de México fue dictada por el sonido local, los más aplaudidos fueron los nombres de Kevin Escamilla y Carlos Fierro. Aunque la ovación y la locura llegó cuando el ahora conocido momia Gómez entró a la cancha en el segundo tiempo.
Ya se gritaba "olé, olé, olé, olé, campeón, campeón" cuando en tiempo de compensación Casillas anotó el 2-0 definitivo. Al silbatazo del juez central los mexicanos cayeron al césped exhaustos, mientras Jorge Espericueta agradecía al cielo de rodillas.
Luego se vio un rezo grupal en la cancha. Los muchachos lo habían logrado. Recibieron sus medallas y trofeos siendo reconocidos como lo más destacado del Mundial Sub-17.
Invictos, con cicatrices de guerra pero con gritos de júbilo, México hizo historia siendo el primer anfitrión Sub-17 en ganar la Copa.
Al final, todo eran sonrisas y recordarle al rival y al mundo que con cabeza vendada, con una herida que ameritó diez puntadas, con selecciones mayores haciendo malas actuaciones en otros torneos, y hasta con el pesimismo como adversarios, hay que cantar y no llorar.