El futbol brasileño se pregunta ¿dónde quedó mi 'jogo' bonito?
Aquel penal en el Rose Bowl en la final de Copa del Mundo de 1994 significó el trofeo, fue la más clara muestra de la clase de jugador que era Dunga, un tipo acostumbrado a la minería, a la tosquedad, que jamás supo ser pianista en el terreno de juego .
Era el satélite, ciertamente, de los futbolistas inteligentes en su equipo, pero a la hora del carácter, nadie le emulaba, quizá por eso la banda de capitán nunca se le indigestó. Ante Italia, marcó uno de los penales neurálgicos y celebró con el puño cerrado apretando el bíceps frente a Gianluca Pagliuca. Ése era su sello realmente.
Cuando lo nombraron entrenador en 2006, le impregnó lo mismo a la selección que nunca tuvo destellos del juego bonito, y es que Dunga jamás lo supo ver así. Tras terminar su ciclo de pesadez en la selección con el título de la Copa América de 2007 solamente, los federativos brasileños intentaron recuperar las ideas.
El juego bonito siempre fue el adorno en el pase, que a la vez tenía que ser preciso y rápido, fulminante pero estético. Algo que sólo los brasileños saben hacer. Por eso, entre la terna de técnicos que estaban en boga, Mano Menezes sacó la ventaja sobre Luis Felipe Scolari y Mouricy Ramalho.
Menezes es un hombre que se entrega siempre a su cuerpo –es maestro de educación física– y de un tiempo para acá, a un trabajo psicológico exhaustivo. Tiene una hija, llamada Camilla, periodista en Londres, que le asegura los movimientos de la prensa antes de cada actuación de Brasil, pero el futbol siempre es un mundo inesperado de expresiones.
Sabe que tiene la gran responsabilidad de una renovación futbolística en su país para darle paso a los chicos nuevos que traen oro en las piernas como Ganso, Neymar, Pato y Fred entre otros, auténticas aves exóticas para los que se debe tener un lenguaje espiritual a modo y no encenderlos de más. Menezes también tiene que enfrentarse a los viejos que aún sienten cuerda en la espalda como Robinho o Julio César, y tratar de mantener un ambiente armónico, en medio de un público que le pone kilos de dinamita con la presión para el Mundial en el 2014 donde serán anfitriones.
Desde julio del año pasado a la fecha, sólo dos amistosos han visto un juego bonito con Menezes, ante Estados Unidos y Escocia, por lo demás, hay todavía mucha médula ósea y cero ingenio.
“Le pido a la gente paciencia, lo importante en el futbol es ganar a costa de todo”, una filosofía que ya dictó Menezes antes de arrancar la Copa América y que ahorcaría el amor de los antepasados brasileños como Mario Zagallo, Pelé o Telé Santana , por el futbol.
¿Jugudas en la memoria?
Brasil necesita una reacción contra cualquier conducta extraña a los principios del juego bonito. Hace mucho tiempo que no dan una actuación de ópera en un campo de futbol. Decía el periodista español Santiago Segurola que “cuando un equipo queda en la memoria de la gente, ese es el verdadero triunfo, lo demás, es una copa en la vitrina”. Las apariciones de Brasil últimamente son para la amnesia.
El clímax del juego bonito brasileño se presentó en el Mundial de España 1982 con un irreductible Telé Santana que jamás cambió la esencia. Le bastaba un empate ante Italia para calificar a semifinales y perdió el juego 3-2 por su convicción de agradar al futbol. "Más importante que ganar una Copa del Mundo es presentar el mejor futbol. Lo importante es el espectáculo", dijo en aquel momento. No ganó nada con la selección, sino lo más importante, el respeto, el amor y el recuerdo de todos.
Le dieron una nueva oportunidad en el Mundial de México 1986 y está vez fue en detrimento de sí mismo, anunciando con tono profético que jugarían defensivos. Brasil no pasó de cuartos de final.
Pero Santana ya había enseñado cómo ser fiel a una camiseta y sobre todo, jugar con honestidad, abiertamente, “el futbol es arte, es divertido siempre atacar. Hay quienes me llaman romántico, solo me dedico al futbol”, dijo antes de fallecer, muy enfermo ya por causa de un derrame cerebral en 2006.
Santana, el vigor de Brasil, el que repitió la tesis con insistencia invariable del juego bonito, fue elegido el mejor entrenador carioca por el público. Menezes fue mencionado el año pasado entre los 100 brasileños más influyentes. No se parecen en nada.
Menezes es un representante de la escuela de técnicos del sur de Brasil, muy lejos de ser un esteta. Le gusta el orden y la disciplina, pero también es muy abierto al dialogo con los jugadores. Va evidenciando que su plan entraña una paradoja insuperable: la de regresar al juego bonito a partir de la renovación, cosa que le llevara tiempo y dedicación, mientras sucede eso, sacrificará el espectáculo. Telé Santana debe estar muy triste.