Mallory Weggerman nada hacia la grandeza después de sufrir parálisis
La esperanza ya se sentía en Mallory Weggemann sólo 11 semanas después de que perdiera el movimiento de la cintura para abajo.
Weggemann, quien ni siquiera intentó entrar en el equipo de natación de la universidad cuando todavía podía caminar, estaba en una piscina en Minnesota con un entrenador del club al que acababa de conocer. La adolescente sólo quería saber si podía regresar al deporte que conoció cuando era una niña, sólo que ahora sin poder patalear.
Su padre dijo a dos de sus viejos amigos del equipo de natación de preparatoria —medio en broma— que necesitarían salvar a Mallory si ella comenzaba a ahogarse.
“No sabía si iba a flotar o lo que iba a suceder”, recuerda Chris Weggemann sobre ese día en 2008. “Pero ella comenzó a nadar, y llegó hasta la pared, y dijo, ‘Muy bien, ¿Y ahora qué hago?’”
Lo que ha hecho desde entonces es romper récords de para-swimming (natación para personas con discapacidad), ganar un permio ESPY, nadar en la División I NCAA de equipos colegiales y tomar el rumbo de lo que ella espera será una actuación histórica en los Juegos Paralímpicos 2012 en Londres.
De cara a los Pan Pacific Para-Swimming Championship de esta semana en Edmonton, Alberta —en dónde ganó tres medallas de oro en los dos primeros días de los cinco que dura el evento— estableció 15 récords mundiales en su clase de capacidad física. De los siete eventos individuales en los que participará en Londres, ella es campeona mundial en seis.
“Cuando regresé al agua, fue un verdadero punto de inflexión para mí—para mi estado mental, para mi estado físico, para todo”, dijo este mes Mallory Weggemann, de 22 años y nativa de Eagan, Minnesota. “Me trajo la emoción que tengo y la pasión que tengo por el agua”.
La transición de ser una chica sin discapacidad que se colocaba sus goggles a una para-swimming con récords mundiales comenzó con una inyección hace tres años.
Weggemann comenzó a tener fuertes dolores en la espalda baja durante la preparatoria después de un caso de herpes zoster. Después de varios tratamientos fallidos, se le prescribió tres inyecciones epidurales durante varios meses, y los dos primeros hicieron que descansara del dolor. Pero después de la tercera inyección, en enero de 2008, la insensibilidad en las piernas de la estudiante de primer año de universidad no paró, dice su familia.
Se le trasladó de una clínica a un hospital. Tres semanas después, los médicos le dijeron que necesitaría aprender a usar una silla de ruedas. Las complicaciones por el procedimiento la paralizaron de la cintura para abajo.
Fue un resultado raro: a pesar de que el riesgo que hay de sufrir parálisis por las inyecciones epidurales varía por el tipo y la ubicación, que suceda por epidurales en la espalda baja es extremadamente raro, dice un médico que no participó en su cuidado, el doctor Steven P. Cohen, un especialista en medicina para el dolor en el hospital John Hopkins y director de investigación del dolor en el Walter Reed Army Medical Center.
Deprimida y aceptando lentamente la parálisis, Weggemann hizo una lista de las cosas que haría —pero sólo cuando pudiera caminar de nuevo: regresar a clases. Viajar. Incluso intentar entrar al equipo de la universidad.
“Estaba deprimida, algo confundida, y me preguntaba ‘¿Por qué yo?’, sin saber lo que pasaría después”, dice, al recordar su regreso a casa en una silla de ruedas después de semanas de estar en rehabilitación.
Entonces, una de sus hermanas, al intentar animarla en abril 2008, la llevó a la Universidad de Minnesota para ver las pruebas del equipo de natación de EU para los Juegos Paralímpicos de Beijing de ese año.
Weggemann, quien comenzó a nadar a los siete años, vio que los atletas dejaban sus sillas de ruedas y muletas, y nadaban. Ella se acercó a la piscina y habló con los entrenadores, entre ellos Jim Andersen, un entrenador de natación del club de hacía mucho tiempo y quien tenía poco tiempo de comenzar a entrenar a deportistas con discapacidad.
Weggemann no comenzó a pensar en metas de manera repentina. Ella se preguntaba qué podía hacer en ese entonces.
Pocos días después, asistió a su primera práctica con Andersen, lo que inició una sociedad que vería a Weggemann —quien tenía a la natación como algo para descargar su energía y dolor— probar los límites de su nuevo cuerpo con restricciones.
“Cuando Mallory entra al agua, ella se siente normal. Y creo que la hizo madurar”, dice Andersen, de 60 años, sobre su regreso a la piscina. “No me puedo imaginar lo devastador que podría ser que te pase lo que le sucedió a ella, y cómo sería mi estado mental. Pero (el nadar) fue algo grandioso que le permitió recuperarse”.
El inicio no fue fácil
No todos los para-nadadores con discapacidad son incapaces de patalear. Algunos tienen enanismo, a otros les falta una extremidad, otros tienen otras discapacidades pero pueden mover sus piernas. El desafío para Weggermann no sólo era impulsarse únicamente con la parte alta del cuerpo, sino también girar y orientarse en la alberca.
En lugar de patear e impulsarse con el muro, ella aprendió a tomar impulso con sus manos, y se reorienta en un movimiento semicircular. En el bloque inicial, ella se puede agachar y sumergirse en el agua, pero también lo hace tomando el bloque y balancea la parte alta de su cuerpo hacia adelante, en lugar de impulsarse con sus piernas.
Ella tuvo su primera carrera en competencias del club para personas sin discapacidad. En el primero, en mayo de 2008, Weggermann, entonces de 19 años, vio a sus competidoras de nueve años y le echó una mirada a su papá.
“Ella me ve con esa mirada de, ‘estas chicas me pueden derrotar’, dice Chris Weggermann. “Y lo hicieron”. No obstante, se encontró compitiendo con personas sin discapacidad como un juego: para ver lo cerca que podría llegar y buscar tiempos más rápidos.
Pronto, ella no sólo seguía compitiendo en las competencias para personas con discapacidad, también derrotaba a estudiantes de universidad con todas sus capacidades.
Weggermann se trasladó de su pequeño colegio cerca de Eager a la Universidad Gardner-Webb en Carolina del Norte en enero de 2009. La chica que pensaba que no era lo suficientemente buena para un programa importante antes de sufrir de parálisis, ahora era miembro permanente del equipo de la División I.
Weggemann no ganó ninguna carrera en las competencias de conferencia en febrero. Pero derrotó a algunos competidores con todas sus capacidades en las preliminares y electrificó al equipo, dice el entrenador de Gardner-Webb, Mike Simpson.
El derrotar a deportistas sin discapacidad sólo fue un extra, porque ella se enfocaba en mejorar sus tiempos, dice Simpson. Pero los espectadores, “se emocionaron bastante”, cuando derrotó a algunos nadadores en su eliminatoria de 500 yardas (457 metros) de estilo libre.
“Ella agregó mucho al equipo”, dice. “Cuando tienes personas que nadan más rápido que su mejor tiempo, eso crea un momento y una energía para el resto del equipo. (…) (Su actuación) emocionó mucho a todos los demás”.
Después de eso, comenzaron a caer los récords de natación para personas con discapacidad y la ambición creció.
En una competencia de natación de EU en Minnesota en mayo de 2009, ella nadó los 100 metros de mariposa en 1:26.20, y rompió la antigua marca estadounidense en su clase de 1:28.12.
Ese verano en Edmonton, rompió tres récords mundiales de larga distancia, entre ellos el de 400 metros estilo libre. Con su tiempo de 5:13.30, rompió casi por cinco segundos el récord que tenía ya nueve años.
Se transfirió a la Universidad de Minnesota ese otoño —no para unirse al equipo, sino para volver a entrenar con Andersen y rompió varios récords mundiales más en el transcurso de los siguientes meses, pero su momento clave se dio en el verano siguiente.
En el campeonato mundial de larga distancia de para-swimming en agosto de 2010, Weggermann se llevó ocho medallas de oro y una de plata, y estableció nueve récords mundiales, en eventos individuales y de relevos con sus compañeras de equipo de EU. Su récord en los 100 metros libres fue de 1:08.45. “Muchos nadadores sin discapacidad no pueden nadar tan rápido”, dice Andersen.
Y ella nadó la final de los 100 metros de pecho en 1:35.51 —cuatro segundos más rápido que el récord mundial que un competidor estableció en las eliminatorias preliminares.
Por su actuación en Eindhoven, Holanda, Weggemann ganó el mes pasado el premio que otorga ESPN, ESPY 2011 para la mejor atleta femenina con discapacidad.
En 2009, ella le dijo a la revista Swimming World, que esperaba ganar una medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de 2012. Ahora ella quiere todas las medallas de oro en las siete pruebas individuales —una hazaña que se logró por última vez en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004 por el dos veces ganador del premio ESPY Erin Popovich.
Y Weggermann —una estudiante de Relaciones Públicas en pausa hasta que pasen los juegos de 2012— se propuso establecer récords mundiales en cada uno de los eventos paralímpicos de su categoría. Y lo logró.
Un nuevo récord
Mallory Weggerman rompió este martes otro récord mundial, con lo que se convierte en la poseedora del récord mundial en todas las pruebas individuales de natación de su categoría para los Paralímpicos del próximo año.
Una de sus compañeras de equipo también hizo historia en los Pan Pacific Para-Swimming Championships en Edmonton, Alberta, al establecer cuatro récords mundiales en su propia categoría.
Mallory Weggemann, de 22 años y nativa de Eagan, Minnesota, y Jessica Long, de 18 años, nativa de Baltimore, Maryland, cada una ganó ocho medallas de oro en el evento —una de las últimas competencias principales antes de los Paralímpicos de 2012.
Weggemann nadó los 100 metros de dorso con un tiempo de 1:23.17 y rompió el anterior récord mundial por dos centésimas de segundo.
“Quería el récord (de dorso) desde hace mucho tiempo”, dijo Weggemann en una publicación en la página web del Equipo de Atletas Paralímpicos de EU. “Tuve una mala vuelta y cuando vi mi split, pensé ‘tengo que apurarme’”.
Weggemann ahora tiene los récords mundiales en seis de las siete competencias individuales (de 50 metros, 100 metros y 400 metros estilo libre; 200 metros individual combinado, 100 metros de pecho y 100 metros de dorso) que se mantendrán en su clase de capacidad física para los Juegos Paralímpicos de Londres 2012.
Long, a quien se le amputó la parte baja de las piernas cuando tenía un año y compite en otra categoría, rompió los récords mundiales en Edmonton en los 100 metros estilo libre, los 400 metros estilo libre, los 100 metros de mariposa y los 200 metros combinados. Obtuvo siete medallas de oro en dos Juegos Paralímpicos, incluyendo los de 2004, cuando tenía 12 años.
Nadar es lo que hace feliz a Mallory
“Esto resulta en que es un juego mental para mí”, dice Weggermann, quien le da el crédito de su éxito y de su capacidad para seguir adelante a Andersen y a su familia. “Si puedo ganar una medalla (de oro), no quiero quedarme sólo con una. Quiero dos y después tres. Quiero forzar a mi cuerpo lo más posible”.
Weggemann es un modelo a seguir para personas con discapacidad y sin discapacidad, dice Jim Hanton, vicepresidente administrativo del equipo de natación de Minnesota. Ella ejerce una presión de alto perfil en las competencias estatales para que incluyan eliminatorias para deportistas con discapacidad, y ella está cerca de los nadadores jóvenes, habla con los equipos de natación de preparatorias y les muestra el centro acuático a los niños”, dice.
“Soy un gran fan”, dice Hanton. “Siempre tiene una sonrisa en la cara. Creo que de todos los atletas que son huraños, ella es feliz”.
Weggemann trabaja para estar de nuevo en forma después de sufrir una enfermedad a finales de 2010 y principios de 2011, y espera estar en la mejor condición física para las eliminatorias Paralímpicas de EU en marzo en Bismarck, Dakota del Norte.
Si ella es feliz, en parte es porque encontró una forma de regresar a un entorno conocido poco tiempo después de su parálisis.
“Es un lugar en donde puedo salir de mi silla, y sólo soy yo y el agua, y me puedo mover libremente”, dice. “Incluso cuando terminen mis días como competidora, seguiré necesitando esto, porque es una gran parte de lo que soy y de lo que conozco”.