El legendario atleta Kip Keino ayuda a la juventud de Kenia
Durante los Juegos Olímpicos de 1968, en la Ciudad de México, Kipchoge Keino anunció su llegada al escenario mundial.
El atleta de Kenia fue una de las estrellas cuando corrió hacia la victoria en la final de los 1,500 metros, aplastando al favorito y poseedor del récord mundial, el estadounidense Jim Ryun.
"En la tercera vuelta despegué y abrí una brecha; en la última vuelta, estaba 40 metros por delante y ellos solo se acercaban a los 20 metros”, dice acerca de su legendaria victoria.
El éxito olímpico de Keino lo hizo convertirse en un nombre familiar en todo el mundo y en un héroe para la gente de todos los países de África.
En la brillante carrera que siguió a su triunfo, Keino ganó el oro en los 3,000 metros en los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich, Alemania, así como tres medallas de oro en los Juegos de la Commonwealth.
También fue el primer africano en correr una milla en menos de cuatro minutos y en poseer los récords mundiales, tanto de los 3,000 y como de los 5,000 metros.
Ahora, con su carrera en las pistas verdaderamente atrás, el hombre de 71 años pasa su tiempo enfocado en sus otras pasiones: la filantropía y en alentar a la próxima generación de atletas estrella de África.
Impulsado por sus propias experiencias cuando era un niño, Keino decidió abrir un orfanato en Eldoret, Kenia, en 1973.
"Mi madre murió cuando yo era pequeño —tres años—", dice. "Yo podía sentir un anhelo y un sentimiento por alguien que no tiene padres, así que empecé el hogar de los niños".
El proyecto era pequeño al principio, pero pronto se amplió para abarcar una escuela primaria y una escuela secundaria.
Luego, en 2007, Keino abrió una academia de élite deportiva con el objetivo de fomentar a talentosos jóvenes atletas kenianos para que alcancen su máximo potencial.
Con toda una vida de sabiduría y éxito tras él, Keino dice que espera que sus proyectos le permitan transmitir sus experiencias a la siguiente generación de kenianos.
Pero lo más importante de todo, explica, es que espera dar amor y confianza a los que asisten a sus escuelas, al tiempo que les infunde un sentido de respeto por sí mismos.
“Cuidar a esas personas para que sean buenos miembros de la sociedad, para que sean capaces de hacer algo, para que puedan tener una vida mejor, como cualquier otro niño con sus padres”, es lo más vital, dice.
Eoghan Macguire contribuyó con este artículo