El Rafa original: El mejor jugador de tenis que nunca conociste
Cuando el Vuelo 704 de Mexicana de Aviación se estrelló en las montañas cercanas a Monterrey el 4 de junio de 1969, cobró la vida de 79 personas, entre ellas un héroe nacional y uno de los mejores jugadores en empuñar una raqueta de tenis.
Había llevado consigo las esperanza de su país durante una década hasta que su breve vida fue trágicamente cortada, apenas unos días después de haber dirigido a México a una victoria épica sobre Australia en un partido de Copa Davis, el logro que culminó una carrera destacada.
Era un ganador del Grand Slam, un exnúmero uno mundial y uno de los jugadores de dobles más innovadores en la historia del deporte.
Rafael Osuna Herrera fue, muy posiblemente, el mejor jugador de tenis que nunca conociste, una figura atractiva e inspiradora, pero tras más de 40 años desde su muerte ha sido en gran parte olvidado.
Tal vez esto se debe a que Osuna estuvo en su apogeo durante la década de 1960, antes de la cobertura televisiva de los torneos de Grand Slam y de las grandes competiciones como la Copa Davis.
Las imágenes de él en acción son en su mayoría granuladas y en blanco y negro, pero incluso para el ojo no experto, destacan su estilo de juego y una velocidad vertiginosa en la cancha.
Su homónimo moderno, Rafael Nadal, apalea a sus oponentes hasta rendirlos en maratónicos enfrentamientos agotadores, pero Osuna utilizaba sus reacciones a la velocidad de la luz para acortar los puntos, apresurándose hacia la red después de su servicio para acabar con los poco probables ganadores de volea.
“Fue el más rápido de su época”, recuerda el legendario narrador de tenis para la radio Bud Collins, que comentó muchos de los grandes partidos de la estrella mexicana, incluyendo su victoria en la final del Abierto de Estados Unidos en 1963 sobre Frank Froehling sobre el césped del Forest Hills.
Su sobrino, Rafael Belmar Osuna, dijo que su tío había desarrollado su velocidad en la cancha en sus primeros días como jugador de tenis de mesa junior, cuando se veía obligado a correr alrededor de la mesa para llegar a los tiros lanzados por oponentes más astutos.
Osuna, quien provenía de una familia mexicana de clase media, estudió en la Universidad del Sur de California (USC), donde desarrolló su juego bajo la tutela del entrenador George Toley.
“Todo lo que hacía en la cancha era fundamentalmente malo, en parte porque era tan natural y podía salirse con la suya”, escribió Toley en un libro sobre sus experiencias en la USC.
“Tuvimos que desintegrar su juego, pero podía moverse como un dios”.
El primer éxito notable Osuna llegó en Wimbledon en 1960, cuando ganó el dobles junto con su compañero de cuarto en USC Dennis Ralston, la primer pareja no sembrada en lograr la hazaña.
Eso fue el catalizador para una carrera de dobles destacada, que lo llevó a reclamar más títulos de Grand Slam en el Abierto de Estados Unidos en 1962, y en Wimbledon en 1964, con su compatriota y compañero de Copa Davis, Antonio Palafox.
Su combinación de dobles ayudó a México a llegar a la final de la Copa Davis en 1962, pero fueron derrotados por una de las mejores alineaciones de Australia de todos los tiempos, dirigida por Rod Laver.
Collins cree que si Osuna hubiera mantenido su asociación con su compañero de universidad Ralston, su éxito podría haber sido aún mayor en los torneos de Grand Slam, pero fue con Palafox que la pareja experimentó con una nueva formación que es utilizada comúnmente en la actualidad.
Al momento de servir, el otro jugador se sitúa en el centro de la línea, manteniéndose encorvado para evitar ser golpeado, antes de enderezarse para interceptar la contestación del oponente.
Se llama la 'formación I', pero Collins dijo que Osuna y Palafox fueron los primeros en usarla.
Tales tácticas no convencionales fueron el sello de Osuna y jugaron un papel importante en su único éxito individual en los Grand Slam en 1963.
Froehling era reconocido por su gran servicio y juego de volea. Osuna lo confundió al pararse muy por detrás de la línea de base y luego lanzando regresos altos.
Así consiguió una fácil victoria por 7-5, 6-4 6-2 y un lugar en la historia del tenis como el primer y único campeón de Grand Slam de México.
Eso le ganó a Osuna el sitio número 1 mundial en la clasificación de la Federación Internacional de Tenis al final de 1963, el mismo año en que se graduó de la USC con un título en Administración de Empresas.
Osuna mantuvo su estatus de amateur y siguió jugando en Wimbledon, donde junto con Palafox ganó su última corona de Grand Slam en dobles y se convirtió en el primer y único mexicano en adornar la portada del programa oficial del torneo en 1964.
Osuna llegó a las semifinales del Abierto de Estados Unidos al año siguiente, y cuando los Juegos Olímpicos llegaron a México en 1968, ganó el torneo de exhibición en singles y dobles.
El tenis no se convirtió en un deporte oficial que otorgara medallas hasta los Juegos de Seúl en 1988, pero la familia Osuna apreció las medallas de oro que le fueron concedidas.
Al acercarse al final de su carrera en la cima, Osuna continuó jugando la Copa Davis y sobre la arcilla de la Ciudad de México convocó un último esfuerzo gigantesco cuando el 17 veces campeón Australia era visitante para la final de zona.
Osuna ganó los tres puntos para México en una victoria de 3-2, incluyendo una victoria decisiva sobre el número uno australiano Bill Bowery, desplegando una vez más tácticas inusuales en el cuarto set para evitar que su rival voleara antes de romper su servicio por última vez.
Nadie puede saber si México podría haber avanzado más: el equipo perdió en la siguiente ronda frente a Brasil después de que Osuna perdiera la vida en uno de los peores desastres de aerolíneas de su país.
Desde su muerte, Osuna ha sido honrado con una estatua y un estadio de tenis en México que lleva su nombre.
El espaldarazo definitivo llegó en 1979, cuando fue introducido al Salón de la Fama del tenis, pero en los últimos años, a medida que los mexicanos luchan por dejar una buena impresión en las canchas alrededor del mundo, su lugar en la conciencia nacional se ha desvanecido.
“Tal vez México no es tan bueno en la celebración de nuestros héroes, se ha convertido en una figura oscura del pasado”, dijo Belmar.