En Estados Unidos fue entrenador; en Egipto es un manifestante
Bob Bradley sabía que el trabajo sería difícil cuando lo aceptó.
El exentrenador de la selección nacional de futbol de Estados Unidos llegó con su esposa, Lindsay, a El Cairo hace unos cinco meses para hacerse cargo del equipo nacional de futbol de Egipto.
Como pareja buscaron una casa, les enseñaron zonas residenciales cerradas con nombres como Nuevo Cairo y Ciudad 6 de Octubre, lugares lujosos alejados de la poblada metrópolis. La pareja eligió vivir en una zona residencial en el corazón de El Cairo.
“¿Para qué estar aquí si no eres parte de esto, si no puedes estar con la gente?", dijo Bradley el lunes.
Eso es exactamente lo que el entrenador de 53 años ha hecho en los últimos días, después de los disturbios en el partido de futbol en Port Said en donde murieron más de 80 personas la semana pasada.
La semana antepasada Bradley marchó a la plaza de la Esfinge al lado de los manifestantes quienes gritaban que los funcionarios de seguridad no hicieron lo suficiente para prevenir —o que incluso planearon— la riña que se desencadenó cuando el equipo Al-Ahly de El Cairo perdió ante el equipo local de la Liga Premier de Egipto Al–Masry, 3-1 el día anterior.
“Es importante para mí como persona, y por mi esposa, y toda la gente que nos ha contactado desde que estamos aquí, y como líder de la selección nacional”, dijo. “Permitir que la gente sepa cómo me siento”.
Alrededor de una docena de jugadores de ambos equipos forman parte de las reservas de la selección nacional, dijo. Tenemos grandes esperanzas en su talento. Aunque desde hace mucho tiempo es una potencia en el futbol africano, Egipto no ha jugado en la Copa del Mundo, la máxima competencia del futbol, desde 1990. La enorme multitud de manifestantes a los que Bradley se unió en la plaza de la Esfinge se formó poco después de que el primer ministro Kamal Ganzouri, disolvió a la directiva de la Asociación Egipcia de Futbol y anunció que todos los partidos en el país se cancelarían indefinidamente
¿Sin futbol?
El anuncio avivó las emociones en un país ya de por sí frenético que sacrificó tanto el año pasado y cuya identidad siempre ha estado ligada al futbol. Hay una red compleja de implicaciones de la violencia de la semana pasada.
Bradley sabe que el futbol es parte del tejido nacional de Egipto. Inspira emociones de fanatismo. Y están estrechamente relacionadas con las manifestaciones y la política.
Grupos antiautoritarios de aficionados de futbol muy organizados conocidos como “ultras” prosperaron en los últimos años, usando los enfrentamientos con la policía en los estadios como una forma de disidencia contra del régimen del expresidente Hosni Mubarak. En ese entonces los ultras jugaron un papel clave en las protestas de la primavera árabe del año pasado en la plaza Tahrir de El Cairo que condujeron a la caída del régimen de Mubarak. Pero incluso sin Mubarak en el poder, algunos ven a los ultras como un problema en el nuevo Egipto, escribió James Montague en un artículo de opinión en CNN a principios de este mes.
En noviembre pasado, el primer partido que dirigió Bradley con Egipto, fue contra Brasil, y se jugó en Qatar. Dos horas antes del inicio del partido, los seguidores egipcios cantaron, “Asha’ab yureed isgat albrazeel”, que se traduce “el pueblo quiere la derrota de Brasil”. Fue una ligera variación de “Asha’ab yreed isgat annizam” —“La gente quiere la caída del régimen”— que los manifestantes cantaron en la plaza Tahrir en enero de 2011. (Egipto perdió el partido contra Brasil).
“No hay duda al respecto, la revolución es parte de esto”, dijo Bradley. “Y eso tiene que respetarse”.
Desde el jueves, surgieron numerosos enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes por un partido de futbol, y nuevamente surgió una pregunta crucial: ¿Puede el gobierno militar de Egipto eliminar la violencia que estalló en todo el país desde la revolución que derrocó a Mubarak?
En una escala personal más pequeña, significaba que el trabajo de Bradley estaba en duda.
Conectar con la gente
Los fotógrafos captaron al entrenador, con su cabeza rapada, su mirada dura, su gesto serio, junto a su esposa, avanzando, hombro con hombro con los egipcios, en la marcha en la plaza de la Esfinge.
Algunos periodistas internacionales y periodista de deportes jadearon con asombro.
Aquí está una figura pública muy conocida en Egipto, equivalente a un funcionario, una persona de prestigio, alguien que no esperarías ver entre una multitud coreando. Algunos se preguntaban si había considerado que era un estadounidense en un clima que algunas personas ven como especialmente peligroso para los estadounidenses en este momento.
Después estaba la gente que dijo que no parecía algo que haría un hombre como Bradley. No es conocido por ser un provocador. Es una persona muy privada, un entrenador quien dice pocas palabras y no busca los titulares. Lejos de pelear contra el sistema, es más probable que le responda a alguien con amabilidad, de acuerdo con los periodistas que lo cubren. Y a pesar que cuesta un poco de trabajo lograr que se abra, dicen, una vez que lo hace, es un hombre tan amable y común y corriente que es fácil olvidar que es alguien importante en el futbol internacional.
Ese párrafo, que se le leyó a Bradley, es un poco exagerado para él. Se unió a los manifestantes y asistió al homenaje de las personas que murieron la semana pasada parecía lo correcto y obvio por hacer. Dijo que era una oportunidad para “estrechar las manos y darle algunos abrazos” con una sensibilidad que es absolutamente real, de acuerdo con las personas que han escrito sobre él.
“Cuando tomas este tipo de puestos, entiendes la responsabilidad, tu liderazgo (depende) de la forma cómo conectas con la gente, lo que le preocupa a tus jugadores, cuál es su carácter, que valoran”, dijo. “Intentas tener una visión de lo que quieres que se trate el equipo”.
Inicia muchas frases con la palabra “honestamente”.
“Dije en muchas ocasiones, la gente realmente es increíblemente cálida y nos dio la bienvenida. Los egipcios tienen un corazón enorme, son buenas personas y están orgullosos de su país. Honestamente, cuando te conocen por primera vez, es muy importante para ellos poder sentir que estas cómodo aquí y que disfrutas salir a diferentes partes de El Cairo”.
“Sentí mucha tristeza por lo que sucedió (en el partido de futbol) y realizaba muchas preguntas de por qué (sucedió)”, dijo.
Formular preguntas
La noche de los disturbios, Bradley se encontraba en otro partido, el cual se suspendió al medio tiempo cuando se difundió la noticia del la violencia. Fue a su casa a ver las noticias sobre Port Said.
Llamó a todos sus conocidos, les preguntó. No podía entender la razón, si Al-Masry ganó el partido, por qué los aficionados del equipo habían propiciado la violencia. Intentaba resumir la historia de la violencia en los partidos de futbol de Egipto, leyendo todo lo que podía, sumergiéndose particularmente en lo que escribió sobre el tema James Dorsey, un senior fellow de la S. Rajartanam Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Tecnológica de Nanyanga en Singapur, autor del blog, el mundo turbulento del futbol en Medio Oriente.
Bradley habló con su hijo Michael, quien juega futbol profesional en Italia y jugó en la selección nacional de Estados Unidos cuando Bradley era el entrenador. Su hijo le estuvo enviando artículos sobre Egipto y su historia.
“Intento mantener algunas cosas en privado”, dijo. “Pero las pláticas que tuve con él en los últimos días fueron muy importantes para mí”.
Bradley también protege mucho a sus jugadores y se negó a dar detalles sobre cómo afectó a los futbolistas de Al-Masry y Al-Ahly en el pool del equipo nacional, o si tendrán acceso a terapia psicológica.
“Quiero entender lo que necesitan, y quiero que sepan que estoy aquí”, dijo.
Un director tranquilo
Este tipo de seriedad tranquila es la carta de presentación de Bradley, dijo el escritor de la revista Sports Illustrated, Grant Whal, quien ha realizado la cobertura de Bradley desde que el entrenador jugaba en el equipo de futbol de la Universidad de Princeton y después se convirtió en su director técnico.
“Bradley fácilmente podría haber tomado un trabajo en Estados Unidos y eso habría sido la cosa más segura por hacer”, dijo Wahl. “Podría haber ganado buen dinero y tener éxito”.
Pero Bradley es más aventurero que eso.
“Es un tipo un poco extremo cuando se trata de la forma cómo realiza su trabajo”, dijo el periodista. “Con Bob, todo se trata de respeto dentro del equipo y obtener eso viene de todo el mundo. Es bueno para construir (trabajo) en equipo. No usaría el término ‘querido’ cuando hablas sobre sus jugadores, tanto como hablaría de respeto. Nunca se toma un día libre”.
Bradley dijo que está consciente que algunos periodistas prefieren cubrir a personalidades más grandilocuentes.
“Puedo tener una reputación por no ser siempre amigable con los medios (pero) el concepto de construir un equipo, esa es una responsabilidad”, dijo. “No quieres que algo se interponga en eso”.
Wahl dice que eso es el lado positivo y el lado negativo de tener a Bradley como entrenador de la selección nacional de Egipto.
“No es un vendedor”, dijo Wahl, y eso pudo estar en su contra en Estados Unidos, en donde se realizan esfuerzos para vender el deporte a un público amplio que prefiere el basquetbol y otro el otro tipo de futbol.
En 2006, Bradley tomó el cargo como entrenador de la selección nacional de Estados Unidos de Bruce Arena, quien ganó más partidos que cualquier otro entrenador en la historia del futbol estadounidense. Bradley solamente fue nombrado como entrenador interino, señala Wahl, aunque muchos dijeron que Bradley había más que ganado el respeto y el derecho a tener un puesto permanente.
Bradley dirigió al equipo estadounidense a victorias en sus primeros once juegos, y ganó la Copa de Oro 2007. El equipo terminó en segundo lugar en la Copa Confederaciones en Sudáfrica en 2009, la mejor actuación de un equipo estadounidense en un torneo importante de la FIFA. El equipo también calificó para la Copa del Mundo 2010, avanzando en la fase de grupos pero perdiendo en la ronda de octavos de final.
Pero lo despidieron en julio de 2011. El carismático alemán Jurgen Kilinsmann tomó el puesto, y Bradley encontró trabajo en Egipto.
“Es fascinante que tomó el puesto de la selección nacional de Egipto. Hay pocos casos en que un entrenador estadounidense obtiene un puesto importante fuera de Estados Unidos”, dijo Wahl. “Egipto en particular es un caso interesante, porque tienen el mejor equipo de África”.
Tiempo para sanar
Bradley aceptó el puesto en Egipto en parte porque tiene mucho talento para darle forma. Para llegar a los jugadores, tendrá que ir más allá de los discursos de motivación en el vestidor.
“Tengo que hacer que sepan ahora que trato de entender a su país y lo que es, a un nivel profundo, es importante para ellos”, dijo.
Piensa a menudo en los amigos que él y su esposa hicieron fuera de los círculos de futbol, como un joven terapeuta físico a quien le preguntó sobre la revolución y la plaza Tharir.
“Cuando le pregunto, ‘¿Quién va a la plaza Tahrir?’ dice que mucha gente joven como él”, dijo Bradley. “Dice que trabaja muy duro durante muchas horas. (…) Y si quieres casarte y tener una vida, es muy difícil para los jóvenes. Es una de las personas jóvenes e inteligentes que conozco que impulsan algunos de estos temas”.
La noche del lunes en El Cairo, Bradley tenía muchas cosas en su mente. Vio que las noticias cambiaron rápidamente. Al menos una persona murió cerca de la oficina del ministro del interior, Mohamed Ibrahim, con registros de más personas lesionadas. Más de 100 miembros del parlamento de Egipto pidieron que Ibrahim enfrente cargos por fracasar en la forma de manejar adecuadamente a los aficionados fuera de control.
La dirigencia militar nombró un consejo consultivo civil que sugirió que en lugar de esperar hasta junio, el país debería realizar una elección nacional mucho antes.
Es posible que el próximo partido de Egipto, el 29 de febrero en contra de la República Centroafricana, se aplace si los jugadores no se sienten mentalmente capaces, dijo Bradley.
“Estos jugadores necesitan tiempo”, dijo. “Necesitan tener tiempo para sanar y yo intento darles eso”.