De sobrevivientes del 'Titanic' a grandes campeones del tenis
Cuando uno de los cuatro embudos gigantes del Titanic colapsó, Dick Williams vio morir a su padre Charles en frente de él.
Estaba lleno de dolor pero con su instinto de supervivencia todavía intacto, el joven de 12 años nadó en las aguas heladas del Atlántico para nadar por su vida.
El frío era casi paralizante y muchas almas pobres perecieron casi inmediatamente, pero Williams estaba hecho de algo duro y consiguió salir en un bote salvavidas plegable.
Con otras personas tratando de subir desesperadamente a bordo, casi estaba hundido en el agua y el frío resultó casi insoportable para los ocupantes.
Muchos murieron antes de que fueran auxiliados, inicialmente por otro bote salvavidas más estable y después por el RMS Carpathia, un refugio para muchos de los sobrevivientes del Titanic.
A muy poca distancia, Karl Behr se sentó temblando, acurrucado en uno de los últimos botes salvavidas en dejar el transatlántico, que había sido nombrado como “insumergible” antes de su viaje desde el puerto británico de Southampton el 10 de abril de 1912.
Junto a él estaba Helen Newsom, una pasajera que iba en el viaje en primera clase y después se convertiría en su esposa.
En el mismo bote estaba el dueño del Titanic, Bruce Ismay, quien había embarcado en el viaje con su reputación más alta que nunca, pero luego fue avergonzado por abandonar su barco.
La amenaza de la amputación
Tomó casi seis horas para que los botes y los 706 sobrevivientes fueran alcanzados, y para ese tiempo Williams había perdido toda la sensibilidad en sus piernas, que se habían vuelto moradas congeladas y sin circulación.
El médico del barco en el Carpathia le advirtió que habían hecho mucho, pero que lo más probable era que la tuvieran que amputar.
Pero Williams no podría concebir esta posibilidad e hizo que sus piernas volvieran a caminar, dando pasos en las cubiertas en el viaje a Nueva York; dos horas a la vez, a pesar de la intensa incomodidad.
Fue durante ese tiempo que conoció a Behr por primera vez.
Se recuerda muy poco de sus intercambios, pero reportan que a los 26 años, el hombre anciano “ayudaba mucho” a Williams.
Aparte de haber sobrevivido a una de las grandes tragedias marítimas de la historia, donde murieron 1,500 pasajeros y miembros de la tripulación, tenían una cosa en común.
Ambos se convertirían en miembros del Salón de la Fama del Tenis Internacional, habiendo sido rivales en la cancha y después compañeros en la Copa Davis en Estados Unidos.
Y ambos fueron figuras centrales en dos libros que fueron publicados alrededor del aniversario número 100 de la tragedia de 1912.
Libros rivales
Como muchas de las cosas asociadas con el Titanic en muchos libros y películas sobre el tema , la controversia y el desacuerdo sobre lo que realmente pasó nunca está lejos de la superficie.
Primero apareció Starboard at Midnight, escrito por la nieta de Behr, Helen Behr Sandford y publicado el año pasado.
El exjefe de prensa del equipo de la Copa Davis de Estados Unidos, Randy Walker, comisionó a la guionista de Hollywood, Lindsay Gibbs, para escribir un cuento “de ficción” para su nueva publicación de New Chapter Press, Titanic: The Tennis Story (Titanic: la historia del tenis) que saldrá este mes.
Sanford, quien es publicado por Darwin Press, se mantuvo más o menos estricto a los recuerdos y récords históricos, aunque un pequeño pasaje en su libro también es ficticio.
Walker, quien ha publicado libros sobre grandes jugadores como Rod Layer, cree que el relato será la “más grande historia sobre la historia del tenis”, pero le permitió a Gibbs, de 45 años, libertad para desarrollar personajes y temas.
Compara el tratamiento a la película ganadora del Oscar Carrozas de Fuego sobre los corredores británicos Harold Abrahams y Eric Liddell que se mezclaba con la ficción para hacer más dramática la historia.
Sin embargo, Sandford está horrorizado por el retrato de su abuelo y Williams.
La mujer de 62 años, quien es conocida como Lynn, protege profundamente la memoria de sus antepasados.
“El ‘otro’ libro es verdaderamente angustiante”, le dijo a CNN. “Dick Williams y Karl Behr eran maravilloso, hombres dignos, que nunca exhibirían las características que están siendo retratadas.
“Si Karl y Dick estuvieran aquí ahora se sentirían indignados y absolutamente miserables por cómo tomaron sus vidas y crearon algo de ficción”.
Gibbs defiende sus escritos: “Estoy orgullosa de lo que hice, estaba basado en mucha investigación de Randy Walker”.
“Lindsay Gibbs es muy buena escritora”, dijo Sanford. “Pero la parte más triste es que no honra la verdad en lo absoluto”.
Con ambos libros compitiendo en ventas, no hay señal de que el escándalo vaya a calmarse, pero lo que no se discute es cómo las vidas de los dos hombres se entrelazaron como resultado de la tragedia.
Recuperación extraordinaria
Williams tuvo una recuperación extraordinaria y menos de tres meses después enfrentó al más experimentado Behr en un torneo de tenis en el Club Longwood Cricket en Boston, Estados Unidos.
Williams tuvo una ventaja de dos sets, pero Behr prevaleció en cinco sets. La leyenda cuenta que su experiencia compartida en el Titanic no fue mencionada por los dos compañeros de la Liga Ivy.
Williams estaba ascendiendo y ganó el Campeonato Nacional de Estados Unidos en 1914 (ahora conocido como el Abierto de Estados Unidos) venciendo a Behr en los cuartos de final. Ambos fueron equipo en la Copa Davis de 1914, con Behr como reserva.
Los éxitos continuaron para Williams en las Nacionales de Estados Unidos en 1916 antes de servir en el ejército estadounidense en la Primera Guerra Mundial, siendo condecorado por valor.
Reanudando su carrera después de las hostilidades, Williams disfrutó de mayor éxito en la competencia de dobles en la Copa Davis y en Grand Slams.
Su victoria llegó a la edad de 33 años en los Juegos Olímpicos de París en 1924, donde hizo equipo con Hazel Wrightman para ganar la medalla de oro en los dobles mixtos, la última vez que ese evento fue parte de los Juegos.
La pareja permanece como los campeones Olímpicos en los dobles mixtos que serán reincorporados en Londres 2012, con las inclinaciones hacia Roger Federer y Victoria Azarenka para ganar el oro.
Williams se convirtió en un banquero exitoso en Philadelphia y murió a la edad de 77 años en 1968.
La historia de Behr era más compleja y los eventos del 14 de abril de 1912 dejaron una marca indeleble en su psique mientras sufrió de “síndrome del sobreviviente”.
Tanto su nieta como Gibbs mencionan sus reportes, las circunstancias bajo las que terminó en un bote salvavidas con mujeres y niños ha quedado bajo escrutinio, particularmente dado que el avergonzado Ismay también era un ocupante.
Honor en juego
Sanford dijo que su abuelo estaba “en el lugar indicado en el momento indicado” dado que los pasajeros de primera clase fueron los que se llevaron a los botes salvavidas, al principio más como precaución porque se creía que el Titanic era “insumergible”.
Walker coincide. “De acuerdo con nuestra investigación, Karl era muy honrado”, dijo.
Mientras que el bote número cinco bajaba, Ismay imploraba a los pasajeros en el barco y una mujer le pidió “si los hombres también se podían unir”. Le respondió afirmativamente y Behr subió a bordo.
En el libro de Gibbs, un Behr herido pidió la mano de Newson en el bote salvavidas; lenguaje poético, de hecho.
Sanford relata que incluso esperaron ocho meses para anunciar su compromiso. “Temían una reacción por ser sobrevivientes del Titanic”, dijo.
El sentido del deber de Behr se intensificó cuando la Primera Guerra Mundial comenzó en Europa, y se volvió un activista líder para involucrar a los estadounidenses a trabajar con el presidente Theodore Roosevelt.
Como relata Sanford, Behr organizó el Desfile Preparativo de Ciudadanos en Nueva York en 1916, con más de 135,000 personas formando parte, lo que desató desfiles similares a favor de la guerra en todo el país.
Cuando Estados Unidos finalmente entró a la guerra en 1917, se le negaba a Behr el permiso de enlistarse, quizá por su ascendencia alemana. Exhausto y desmoralizado, su salud colapsó y entró a un sanatorio, pero se le permitió servir justo cuando la guerra terminó.
Para ese entonces su carrera en el tenis había terminado y pasó el resto de su vida en el negocio, estando en la junta de las llantas Goodyear y la empresa Rubber, además de otras empresas.
Murió en 1949, a la edad de 64 años. Su esposa Helen volvió a casarse y murió en Princeton, Nueva Jersey en Estados Unidos en 1965.
Cuando era niña, Sanford recuerda haberle preguntado a su abuela sobre los eventos de esa noche. “Sólo dijo, ‘no te puedo responder, pero te puedo decir que la peor parte de la experiencia fue en el Carpathia’”.
Nunca se lo mencionó después, pero Sanford estaba determinada a relatar los eventos y pasar muchos años investigando antes de escribir.
Recientemente se unió a los miembros de la familia Williams en un evento especial organizado por el Salón de la Fama del Tenis Internacional.
Sus cuarteles en Newport y Rhode Island, Estados Unidos, tienen una exhibición especial para honrar a los dos hombres extraordinarios y a su historia extraordinaria.