La afición, el otro rival a vencer en el ring de la Arena Coliseo
La primera vez que el luchador Villano IV pisó la Arena Coliseo a finales de la década de 1980, luchando con Apolo Dantés, Franco Colombo y Gran Cochisse recuerda que lo más difícil no fue vencer a sus oponentes, sino convencer al público de este recinto legendario de la lucha libre que cumple 70 años de historia.
Villano IV llegó a la Coliseo como un forastero, proveniente de la arena del Toreo de Cuatro Caminos, al norte de la Ciudad de México, una arena que ya no existe. 30 años atrás su padre se había dado a conocer en el llamado embudo del barrio de La Lagunilla, donde pese a la juventud, la fuerza, la agilidad y la técnica que mostró como luchador no fueron suficientes para ganarse a una afición exigente.
"Convencerla a la primera caída no fue tan fácil, la gente nos abucheaba aunque hubiéramos ganado; pero empezó la segunda caída y ya cuando acabó la tercera la gente nos empezó a aplaudir y fue cuando dijimos, 'gracias a Dios, convencimos a la gente'".
El público de la Arena Coliseo es descrito por los luchadores como un gran conocedor del deporte del pancracio, capaz de bajar la moral cuando arriba del ring no hacen bien tu trabajo, pero que sabe premiar y reconocer al rudo o al técnico, bando que sea, que ganó con justicia.
Atlantis, quien debutó en julio de 1983 en las tres grandes arenas de la capital: la desaparecida Pista Revolución, la Arena México y la Coliseo, recuerda que la primera vez que pisó el Templo de la lucha "la gente nos aventó dinero y la gente te avienta dinero cuando se termina una lucha, porque le agrada la función".
"No puedes fallar porque el público también te lo reprocha, porque así como te apoyan, te abuchean, te hacen saber con gritos de que algo estás haciendo mal", asegura Dragón Rojo quien dice tener muchos fans pese a ser del bando de los rudos.
El encierro en aquel embudo impone, con una presión que hace pensar que la única salida de aquel lugar será muerto. El comentarista de luchas Julio César Rivera rememora así la primera vez que experimentó una visita al embudo de La Lagunilla, "ver al público en las alturas porque parecía que se caía, había mucho público parado que decía que si daban un paso se venía abajo".
"Cuando vengo a luchar, esta arena tiene algo, el calor de la gente se siente muy cerca", describe Villano IV sobre la Coliseo, una construcción inspirada en el Grand Olympic de Los Ángeles, California.
La lucha que se aprecia en la Arena Coliseo guarda mucho de la tradición original forjada desde su inauguración hace 70 años y eso también se refleja en la exigencia de su público.
"El publico particularmente aqui en la Coliseo te lo exige, cuando el luchador tiene problemas para llavear sobre todo el público de las alturas se mete con él, exigiendo que se ponga a mostrar el conociemiento en el ring de la lucha olímpica, de la lucha grecorromana, de la lucha libre", dijo Julio César Rivera.
Dioses del pancracio
"La gente está ansiosa de eso, la gente también sabe lo que implica estar aquí en la Arena Coliseo, la gente ha de tener un sentimiento, sino igual al mío, algo similar", dijo Villano IV sobre la función celebrada este domingo para celebrar los 70 años del recinto.
Lo que hace particular a este recinto, donde puede verse bien el espectáculo en el ring desde cualquier ángulo, tiene que ver con la cercana interacción que vive la afición con los luchadores.
Julio César Rivera describe el ambiente de la arena como "popular", distinto al que se vive en la Arena México donde es más el "glamour y elegancia", mientras que el público de la Coliseo disfruta de sentir cerca la caída del luchador, "de llevarte algo de su sudor, de su fragancia, de su aroma".
"En la Arena México es la parafernalia, las luces, el sonido, el espectáculo, pero rara vez tienes el contacto con los luchadores; en cambio aquí los puedes tocar desde que dejan su coche en el estacionamiento, desde que cruzan la calle, los acompañas, a los rudos, a los técnicos, por los pasillos; existe el contacto de los aficionados con el luchador", señaló el cronista.
Jaime, un aficionado de la lucha y un asiduo asistente de la arena Coliseo en los últimos 30 años, recuerda cuando de niño veía pelear desde el balcón del recinto a los hermanos Ringo y Cachorro Mendoza.
"Yo tuve curiosidad por tocar a uno de los luchadores y al tocar a un luchador yo pensé que era de fierro su cuerpo", recuerda Jaime, quien ahora atiende un puesto de tortillas frente a la Coliseo.
"El primer contacto que tuve con un luchador ya de poderle tocar la mano, de tocarle la máscara fue aquí en la Coliseo", dijo Julio César Rivera, desde su perspectiva como fan del deporte.
Luchadores, cronistas y afición continúan su convivencia, como cada fin de semana, en este espacio, que sigue guardando sus recuerdos e historias y que celebrará durante todo el mes de abril sus 70 años.