Construir la infraestructura y dejar atrás Fukushima, retos de Tokio 2020
Tras hacerse con los Juegos de 2020, Tokio tiene por delante el reto de levantar varios estadios y una villa olímpica y el de reforzar su red de transportes, especialmente en torno a la zona de la bahía, donde busca crear un entorno futurista para el evento.
Tras ser nombrado, el Comité Organizador de los Juegos tendrá entre sus primeros cometidos el dar el pistoletazo de salida para las obras de las 22 instalaciones olímpicas (el 59% del total) que aún no existen.
Salvo por el trazado para el ciclismo en ruta que se levantará frente al Palacio Imperial o el estadio olímpico, que debe ser completamente renovado, las sedes que quedan por levantar corresponden principalmente a la zona de la bahía.
Al margen de las 11 que van ser solo temporales, toca construir un velódromo, un estadio de vóleibol para 15,000 espectadores, o un coliseo con pistas para disputar partidos de badminton o baloncesto en la isla artificial de Ariake, donde se va a concentrar buena parte de la acción en los Juegos.
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En el otro extremo del estuario, en Yashio, se debe construir también un parque con varias canchas que deben sentar a 10,000 espectadores para los partidos de hockey sobre hierba.
Para ligar mejor estos emplazamientos entre sí y con la llamada zona patrimonial, que corresponde a la porción donde se celebraron los Olímpicos de 1964, es previsible que se hagan nuevas estaciones y se conecten y amplíen al menos la línea Rinkai de tren y la Yurikamome (que funciona con un monorriel sin conductor).
Tokio se comprometió a que el público asistente no realizaría desplazamientos superiores a los 30 minutos entre ninguna de las sedes que compondrán el núcleo central de estos Juegos, por lo que el Comité estudiará muy de cerca cómo optimizar la ya de por sí eficiente red de transporte de la ciudad.
Además, Tokio 2020 va a centrar muchos esfuerzos en dos de sus proyectos más emblemáticos, la villa y el remodelado estadio olímpico.
El área residencial que acogerá a unos 17,000 atletas se levantará en la isla de Harumi en un espacio de 44 hectáreas que contará con edificios de diseño futurista y amplias zonas verdes que costará unos 105,700 millones de yenes (14,050 millones de pesos).
El nuevo estadio de Kasumigaoka será proyectado por Zaha Hadid, que tiene previsto crear sobre la base del estadio olímpico de 1964 una estructura grandilocuente y dinámica en blanco nuclear con cubierta retráctil y capacidad para 80,000 personas.
Sin embargo, el resultado final podría variar con respecto al diseño presentado por el estudio de la arquitecta angloiraní, ya que el Consejo de Deportes nipón, propietario del estadio, ha hablado de revisar la selección de materiales.
Esto es debido a que la obra podría superar fácilmente los 200,000 millones de yenes (26,585 millones de pesos), en vez de los 130,000 (17,280 millones de pesos) estipulados originalmente.
De cualquier modo, el estadio deberá estar a punto para acoger el Mundial de Rugby de 2019, probablemente el evento de mayor entidad en la capital nipona de aquí a que se celebren los Juegos y el que pondrá más a prueba buena parte de lo prometido por la candidatura.
Aunque más de la mitad de las sedes queden por levantar, los plazos no preocupan en absoluto en un país donde el sector de la construcción es uno de los más activos y avanzados del mundo.
Los grandes descampados de las múltiples islas ganadas al mar que pueblan la bahía de Tokio han permanecido años intactos a la espera de que el COI eligiera o no a la capital nipona.
El Gobierno de la ciudad, que ya tenía previstos nuevos desarrollos hacia la franja oriental del estuario al margen de los Juegos, aprovechará ahora el evento para abanderar dicha expansión urbanística.
El Comité Organizador también deberá empezar a coordinar el programa de eventos de prueba, que se celebrarán en condiciones muy similares a las competiciones que tendrán lugar en 2020, durante un periodo de entre dos años y tres meses antes de los Juegos Olímpicos.
Se prevé que el primero de estos ensayos sea una prueba de vela que se celebrará en julio de 2018 en el futuro Puerto Olímpico de Wakasu, junto a la boca de la bahía.
Al margen de la propia candidatura, queda además un reto mayúsculo que va a depender principalmente del Gobierno de Japón; la situación en Fukushima.
El primer ministro Shinzo Abe declaró hoy en Buenos Aires su compromiso de cara a que la radiación no afectará a Tokio.
Cumplirlo no será nada fácil al tratarse de una crisis nuclear tremendamente compleja que a partir de este viernes será escrutada aún más de cerca si cabe por la comunidad internacional.